Esther López de la Rosa — Traspinedo, una madrugada helada y un caso que aún no deja dormir (Valladolid, 2022)


La madrugada del 12 al 13 de enero de 2022, Esther López de la Rosa, 35 años, desapareció en Traspinedo (Valladolid) tras una noche de cena y copas con amigos. Su entorno la sitúa poco después de la 1:30 con dos conocidos, Óscar S. M. y “Carolo”; desde entonces, nada. El eco de su nombre pasaría de un pueblo tranquilo a todo el país en cuestión de horas. 

Según el relato del círculo y la versión de Óscar, él la dejó en la N-122, a las afueras del municipio, tras una discusión. El teléfono de Esther dejó de emitir señal poco después de las 2:30. Las cámaras próximas no captaron su regreso, ni un vehículo inequívocamente vinculado a ella. Aquella franja horaria se convirtió en el primer agujero negro del caso. 

Veintitrés días después, el 5 de febrero de 2022, un senderista halló el cuerpo de Esther en una cuneta a unos 4 km de su casa. Estaba semidesnuda. La escena reavivó todas las preguntas: ¿había estado allí desde el principio o alguien la colocó después? Para los investigadores, el lugar del hallazgo no cerraba, sino que abría hipótesis. 


Los informes forenses han sido decisivos para afinar el marco penal. En marzo de 2024, los peritos ratificaron que la causa de la muerte es compatible con un atropello y descartaron agresión sexual previa, línea que ya manejaban desde 2022: lesiones compatibles con un impacto a baja velocidad y evolución posterior hacia shock/hipotermia si no recibió ayuda. 

A la vez, el forense Aitor Curiel explicó públicamente por qué el estado del cuerpo sugería que no había permanecido 23 días a la intemperie: signos de humedad y ausencia de fenómenos cadavéricos propios de una larga exposición apoyaban la tesis de traslado/colocación posterior en la cuneta. Ese matiz cambió el relato policial y mediático. 

Con esos pilares periciales, la instrucción se centró en Óscar S. M., el último que la vio con vida. Se practicaron registros, análisis de vehículo, vivienda y dispositivos. La prensa recogió que el modelo de coche —Volkswagen T-Roc— y su limpieza horas después de la desaparición pesaron en el foco policial, si bien la defensa mantiene que no hay prueba directa contra él. 



En octubre de 2024, la causa recibió un impulso: imputación formal del único sospechoso y un marco de delitos que abarca desde homicidio/asesinato a omisión del deber de socorro. La nueva jueza ordenó diligencias para cuadrar el itinerario, la mecánica del posible atropello y el tiempo de permanencia del cuerpo fuera de la escena final. 

El 9 de enero de 2025, el Juzgado acordó nuevas diligencias (declaraciones de agentes, vídeos de drones del área del hallazgo) y fijó para Óscar S. una fianza civil de 205.000 €, señal de que el procedimiento avanza hacia una eventual apertura de juicio si se consolida el armazón probatorio. La decisión subrayó que aún faltan piezas antes de elevarlo a oral. 

En marzo de 2024, la Audiencia de Valladolid rechazó una pericial de personalidad solicitada por Fiscalía sobre el investigado —por no considerarla imprescindible en ese estadio—, lo que muestra la tensión entre lo que cada parte entiende como prueba útil y lo que el tribunal admite para no desnaturalizar la fase de instrucción. 


A finales de 2025, la acusación particular (la familia) pidió 39 años de prisión para el investigado y 500.000 € de indemnización, sosteniendo una tesis agravada: agresión inicial, arrollamiento deliberado, abandono con vida a la intemperie y manipulación de pruebas, además de mantener a Esther oculta durante días antes de depositarla en la cuneta. Es su versión; la defensa insiste en el sobreseimiento. 

El punto crítico del caso hoy combina tres capas: 1) mecánica del evento letal (atropello compatible, velocidad y dinámica del impacto), 2) cronología de posacontecimiento (si hubo traslado/ocultación y por quién), y 3) capacidad probatoria para pasar de la alta sospecha a la certeza judicial. Sin cuerpo en escena inicial ni testigos directos, la indiciaria debe ser fina. 

Mientras tanto, el vecindario de Traspinedo y la familia sostienen vigilias y aniversarios. “No vamos a parar hasta saber qué le pasó a mi hija”, repite Miguel López, padre de Esther, en concentraciones que cada año devuelven el foco a una cuneta que ya es símbolo. La causa sigue abierta y a la espera de que las nuevas pruebas cierren la arista que falta. 



El caso Esther López hoy está marcado por una autopsia que señala atropello, indicios de colocación del cuerpo, y un único encausado en libertad a la espera de resolución. A falta de testigos y con dudas en la línea temporal, el juicio —si llega— dependerá de pericias, trazas digitales y lo que todavía pueda contar el coche, los suelos y los márgenes de la N-122. 

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