El misterio detrás de la puerta cerrada
Siempre había sentido una extraña presencia en mi casa, pero nunca le di importancia. Pensé que era solo mi imaginación. Pero un día, cuando estaba sola en casa, comencé a escuchar pasos en la escalera. Me paralicé de miedo, sabiendo que no había nadie más en casa. Los pasos se acercaban cada vez más y más, hasta que finalmente se detuvieron frente a mi puerta.
Empecé a temblar, sin saber qué hacer. Entonces, la puerta comenzó a abrirse lentamente. Traté de gritar, pero mi voz se atascó en mi garganta. La figura entró en la habitación, era alta y oscura, sin rasgos faciales. No podía moverme ni hablar, solo podía mirar mientras la figura se acercaba a mí.
De repente, la figura se detuvo y comenzó a hablar en una voz suave y cálida. Me preguntó cómo estaba y si necesitaba algo. Me sorprendió que algo tan aterrador pudiera hablar tan amablemente. Intenté responder, pero no podía. La figura me miró por un momento más antes de desaparecer en la nada.
Desde ese día, nunca he vuelto a estar sola en casa. Siempre me siento observada y escucho ruidos extraños por la noche. No sé qué era esa figura, pero sé que no era humana. A veces me pregunto si estoy loca, si todo esto es solo mi imaginación. Pero cada vez que estoy sola en casa, vuelvo a escuchar los pasos en la escalera. Y sé que nunca estaré realmente sola.
Pasé días intentando encontrar una explicación lógica para lo que había sucedido, pero ninguna me parecía suficiente. Finalmente, me armé de valor y decidí investigar la historia de la casa. Descubrí que en el pasado, un hombre había vivido allí y había muerto en circunstancias misteriosas.
Investigué más a fondo y descubrí que el hombre era conocido por ser amable y gentil con todos. Comencé a sentir que la figura que había aparecido en mi habitación era él, tratando de comunicarse conmigo. Desde entonces, empecé a sentir menos miedo y más curiosidad por la presencia en mi casa.
Un día, decidí hablar en voz alta con la figura. Le conté que sabía quién era y que no tenía que tener miedo. Me sorprendió cuando la figura respondió, agradeciendo que alguien finalmente lo hubiera reconocido. La figura comenzó a aparecer con más frecuencia, siempre en silencio, pero su presencia ya no me asustaba.
Ahora, puedo decir que tengo un compañero en mi casa. Aunque no puedo verlo, sé que está allí. Y me siento agradecida por su presencia, porque siento que no estoy sola.
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