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El niño que no podía separarse de su globo rojo

 El niño que no podía separarse de su globo rojo

Había una vez un niño llamado Timmy que siempre llevaba consigo un globo rojo. El globo era su compañero fiel, lo llevaba a todas partes, incluso a la escuela. A los demás niños les parecía extraño, pero a Timmy no le importaba. Él amaba su globo rojo más que cualquier otra cosa.

Un día, cuando Timmy caminaba por el parque sosteniendo su globo, lo soltó accidentalmente. Miró con tristeza cómo el globo rojo se elevaba hacia el cielo y desaparecía en la distancia. Timmy estaba devastado, llorando inconsolablemente. Había perdido a su mejor amigo.



Pero entonces algo extraño sucedió. En los días siguientes, el globo rojo volvió a aparecer. Timmy lo encontró flotando cerca de su casa, en la calle. Pensó que alguien lo había encontrado y lo había devuelto a él. Pero al día siguiente, el globo volvió a aparecer, y luego otra vez y otra más.

Timmy comenzó a sentirse inquieto. ¿Cómo podía su globo estar apareciendo en lugares extraños una y otra vez? Empezó a tener sueños inquietantes en los que el globo lo perseguía. Despertaba empapado en sudor, temblando y asustado.

Las cosas empeoraron cuando empezó a ver el globo en lugares donde no debería estar. Aparecía flotando detrás de él mientras caminaba por la calle. Lo veía por la ventana de su habitación, flotando en el cielo nocturno. Incluso apareció en su sala de clases, flotando cerca de la pizarra.

La gente empezó a pensar que Timmy estaba perdiendo la cabeza. Se alejaron de él, lo evitaron y lo marginaron. Pero Timmy sabía lo que estaba sucediendo. El globo rojo estaba persiguiéndolo y quería hacerle daño.

Finalmente, Timmy decidió enfrentar al globo. Lo atrapó con una red, lo perforó y lo desinfló. Pero fue en vano. El globo rojo siempre volvía a aparecer, como si nunca hubiera sido destruido. Timmy se rindió y vivió el resto de su vida obsesionado con el globo rojo, siempre vigilando su espalda para asegurarse de que el globo no lo alcanzara.

Con el paso del tiempo, Timmy se volvió cada vez más paranoico. Comenzó a evitar lugares públicos y a quedarse en casa la mayor parte del tiempo. Su obsesión con el globo rojo había tomado el control de su vida.

Una noche, mientras dormía, Timmy sintió una suave caricia en su mejilla. Abrió los ojos y lo que vio lo dejó sin aliento. El globo rojo flotaba sobre su cama, acariciándolo con sus cuerdas. Timmy trató de gritar, pero no pudo emitir sonido alguno.



A partir de ese momento, el globo rojo se convirtió en una presencia constante en la vida de Timmy. Aparecía en todas partes, incluso en los momentos más inesperados y aterradores. Timmy sabía que el globo rojo lo estaba persiguiendo, pero no podía escapar.

Un día, mientras Timmy caminaba por el parque, vio una figura oscura y siniestra que lo observaba desde la distancia. Tenía forma humana pero era alta y delgada, con extremidades largas y desgarbadas. Timmy se quedó paralizado, sin poder moverse ni gritar.

Entonces, de repente, el globo rojo apareció flotando detrás de la figura. La figura comenzó a temblar y se desvaneció en la nada, como si nunca hubiera estado allí. Timmy sintió un gran alivio al ver que el globo rojo parecía estar de su lado.

Pero las cosas no eran lo que parecían. El globo rojo estaba conspirando contra Timmy todo el tiempo. Un día, cuando Timmy estaba caminando por la calle, el globo lo envolvió y lo arrastró a un callejón oscuro. Allí, Timmy se encontró cara a cara con la figura oscura y siniestra que había visto en el parque.

La figura se reveló como un ser demoníaco que había estado utilizando al globo rojo para atraer a Timmy hacia él. Timmy trató de escapar, pero el demonio lo atrapó con sus garras y lo arrastró hacia el infierno.

Desde entonces, el globo rojo ha continuado su caza, persiguiendo a otros niños inocentes para atraerlos hacia el demonio. Se dice que su risa siniestra se puede escuchar en los callejones oscuros de la ciudad, esperando a su próxima víctima.

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