La búsqueda fue inmediata. Familias, vecinos y agentes rastrearon el sendero y el cauce cercano. A la mañana siguiente, 14 de febrero, los cuerpos de Abby y Libby aparecieron junto al arroyo Deer Creek, a menos de un kilómetro del puente. Delphi, un pueblo de rutina apacible, quedó clavado en un silencio que desde entonces no se ha disuelto.
De los teléfonos surgió la primera clave. En el móvil de Libby había un breve video: un hombre con chaqueta azul y pantalones vaqueros que camina hacia ellas sobre el tablón del puente. Y una frase, seca, escalofriante: “Down the hill”. Aquella voz, difundida por la policía, se volvió un eco nacional.
El caso creció en exposición y en frustración. Retratos hablados, miles de pistas, perfiles descartados, foros y teorías. Durante años no hubo un nombre que encajara del todo… hasta que un olvido administrativo cambió el guion: una empleada revisó un aviso archivado desde 2017 y lo trajo de vuelta a la mesa. En ese aviso estaba escrito el nombre de un vecino: Richard M. Allen.
La investigación tomó velocidad. Un documento clave reveló que, junto a las víctimas, se halló una bala sin detonar de calibre .40. Peritajes posteriores compararon las marcas de extracción de ese proyectil con la pistola SIG Sauer del sospechoso: coincidían, según los forenses. Allen, además, admitió haber estado ese día en el sendero con ropa similar a la del video.
El 31 de octubre de 2022, la policía estatal anunció su arresto. No era un forastero: trabajaba en la farmacia local y vivía a minutos del puente. La captura no cerró la herida, pero cambió por fin el signo de la espera: de la incertidumbre a la posibilidad de justicia.
El juicio, ya en 2024, fue un espejo de siete años de angustia. La fiscalía presentó el video y el audio del teléfono de Libby, el vínculo balístico de la bala sin percutir y testigos que situaron a Allen en la zona. La defensa alegó fallas, dudas y deterioro mental del acusado, pero el jurado escuchó también varias confesiones espontáneas grabadas tras su detención.
Más allá del expediente, una psicóloga forense declaró que el propio Allen describió detalles del ataque. La imagen de aquel “hombre del puente” dejó de ser silueta para la corte: un vecino que había seguido con su vida mientras el pueblo seguía de duelo. Delphi, que lo veía cada día, tuvo que volver a mirarlo de frente.
En noviembre de 2024, el jurado lo declaró culpable de los asesinatos; en diciembre, el juez impuso 130 años de prisión: 65 por cada niña. No hubo alivio pleno —no lo hay cuando faltan dos sillas en la mesa—, pero sí una certeza jurídica que el caso no había tenido en siete inviernos.
Abby tenía 13. Libby, 14. Sus risas quedaron atrapadas en un puente de madera y en un archivo de celular que, sin saberlo, guardó las llaves del misterio. Porque a veces, lo más aterrador no es un sendero solitario… sino la voz que te ordena bajar la colina, y la larga sombra de quien vivía al lado sin que nadie lo viera.
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