Según el relato oficial, Dulce y su hermano se adelantaron hacia los juegos; la madre, Noema Alavez Pérez, se quedó en el auto ayudando a su hija menor con la tarea. Cuando levantó la vista, Dulce ya no estaba. Fue la clase de instante cotidiano —una distracción breve— que se transforma en pesadilla.
La última referencia horaria sólida la ubica alrededor de las 4:20 p. m., vista por última vez detrás de la escuela secundaria de Bridgeton, dentro del parque. Ese detalle, junto a la descripción de su ropa —camiseta amarilla con un koala, pantalón blanco y negro con mariposas y flores, sandalias blancas—, marcó el inicio de la alerta pública.
Tras las primeras entrevistas a testigos, el 17 de septiembre se activó la Alerta AMBER en todo el estado: la hipótesis apuntaba a que un hombre de piel clara, posiblemente hispano, delgado, 5′6″ a 5′8″, con acné facial, la habría llevado hacia una furgoneta roja con puerta corrediza y vidrios polarizados. Era una carrera contrarreloj y el país se sumó a la búsqueda.
Un mes después, la policía difundió un retrato hablado de un posible testigo: hombre hispano, 30–35 años, 1,70 m aprox., con dos niños, camiseta blanca, jeans y gorra blanca. No era un sospechoso, pero quizá alguien que vio algo crucial en ese preciso tramo de parque. Hasta hoy, su identificación pública no ha resuelto el rompecabezas.
El esfuerzo operativo fue masivo: centenares de pistas, registros de vehículos, rastreo de teléfonos, búsquedas en tierra y aire. Las autoridades llegaron a revisar “todo vehículo remotamente parecido” a la furgoneta roja, sin un vínculo concluyente con la desaparición. Pese a la presión mediática, el expediente continuó sin una persona acusada ni un paradero confirmado.
Las recompensas también crecieron. El FBI mantiene una oferta de hasta 5.000 USD por información que lleve al paradero de Dulce, y aportes adicionales de la comunidad han elevado el total hasta 75.000 USD, una cifra que medios locales siguen citando como “vigente”. La esperanza, aquí, también se mide en números que invitan a hablar.
Con el paso de los años, la tecnología ha intentado abrir nuevas puertas. El Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC) publicó imágenes de progresión de edad —la más reciente en 2023—, mientras que en 2025 las autoridades anunciaron el uso de herramientas de inteligencia artificial y la incorporación de nuevos investigadores para reexaminar todo el material del caso.
El parque, entretanto, sigue siendo el lugar de las vigilias, de los globos, de los carteles con su rostro. Cada aniversario trae nuevas pistas que no cuajan y una comunidad que se niega a olvidar. En 2024 las autoridades informaron haber seguido decenas de avisos —incluso fuera de Nueva Jersey— sin un hallazgo definitivo. El eco de su nombre no se apaga.
Seis años después, la pregunta golpea con la misma fuerza: ¿fue un secuestro planificado o un crimen de oportunidad? Quien sepa algo, por mínimo que parezca, puede marcar la diferencia: 1-800-THE-LOST (NCMEC) o enviar pistas en FBI.gov/tips. Porque lo más aterrador no siempre ocurre en la oscuridad: a veces sucede a plena luz del día, en un lugar lleno de vida, cuando creemos —por un instante— que nada malo puede suceder.
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