Desde el primer día, la familia denunció la desaparición y la Guardia Civil activó búsquedas por cauces, laderas y ramblas. Durante semanas hubo batidas vecinales y un goteo de pistas que no cuajaron. El expediente quedó abierto y el silencio, instalado.
El perfil oficial fijó la fech a y el lugar: 21/02/2020, Adra. La ficha de SOS Desaparecidos resume sus rasgos: 1,55 m de estatura (aprox.), complexión delgada, pelo negro, ojos marrones; referencia 25-00631. A día de hoy, su caso sigue en difusión pública.
Con el paso de los meses, la familia aportó un dato clave de contexto: inquietud previa. Contaron que, semanas antes, Juan Andrés se sentía perseguido y “raro”, una angustia que no alcanzaron a traducir en ruta o destino. Se marchó sin explicar más, y nunca volvió a cruzar la puerta.
Tras el parón pandémico, el nombre de Juan Andrés volvió a las portadas locales: “punto muerto” en 2021, nuevas batidas en parajes de difícil acceso y, a tres años, la confirmación de que no había rastro sólido. El tiempo pasaba, el mapa seguía igual.
En septiembre de 2023 se relanzó la búsqueda con drones, detectores de metales y voluntariado especializado para peinar ramblas y vaguadas. Fue el primer despliegue técnico de calado tras mucho tiempo de espera, organizado con apoyo de asociaciones de guardias civiles solidarios.
El foco se estrechó sobre pozos y cavidades. En febrero y mayo de 2024, la familia volvió a pedir más medios para inspeccionar pozos con cámara, y una tercera jornada de rastreo se programó para inicios de junio con equipos de tierra y apoyo tecnológico.
Adra salió a la calle. En febrero de 2024 se convocó una marcha pacífica entre la Plaza Puerta del Mar y el cuartel de la Guardia Civil: el mensaje era directo, “no abandonen los pozos”, “no dejen de buscar”. La constancia de la familia mantuvo vivo el caso cuando ya no era noticia.
A comienzos de 2025, el testimonio televisivo de su madre y su hermano devolvió la historia a la agenda: María Luisa y Antonio pidieron no bajar los brazos y recordaron el estado anímico de Juan Andrés antes de desaparecer. El eco mediático trajo nuevas llamadas, ninguna concluyente.
Las versiones que se manejan nunca han pasado del terreno de la hipótesis: desorientación con caída en pozos o cortados, marcha voluntaria sin cerrar, o un tercero que aprovechó su vulnerabilidad. Ninguna línea ha alcanzado, hasta hoy, umbral probatorio. Por eso la prioridad técnica sigue siendo peinar terreno y vaciar pozos.
La cronología mínima ayuda a fijar memoria: 21/02/2020, denuncia y primeras batidas; 2021, búsqueda en “punto muerto”; 2023, reinicio con drones y detectores; 2024, marcha y petición de inspección de pozos con cámara; 2025, reaparición del caso en TV y en redes. Cada hito habla del esfuerzo de una familia que no se rinde.
En el registro oficial sigue escribiéndose lo esencial: desaparecido en Adra, 40 años entonces, delgado, 1,55 m, ojos marrones. Detrás del enunciado hay una casa con sillas ocupadas por la espera y rutas que el equipo de búsqueda aún no ha podido descartar.
Juan Andrés Barranco Sánchez es, todavía, un punto en el mapa que falta. Si caminaste por las laderas y ramblas de Adra a finales de febrero de 2020 o conoces pozos sin revisar en la zona, habla. La Guardia Civil y SOS Desaparecidos siguen recogiendo cualquier detalle que pueda romper este silencio.
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