Testigos las situaron a la salida de una discoteca y un parque en Reinosa; la última persona que declaró verlas aseguró que subieron a un Seat 127 blanco o color crema, con matrícula de Valladolid, en la travesía principal de la localidad. A partir de ese punto, ningún rastro: ni más testigos, ni actividad en casa, ni objetos personales recuperados.
El caso se bautizó como “las niñas de Aguilar de Campoo” y, por similitudes (edades, autostop, 1992), se asoció al de Alcàsser, aunque este último copó la atención mediática meses después. La investigación nunca ha hallado sus cuerpos ni culpables.
Desde 1992 se siguieron decenas de pistas en Palencia, Cantabria y también en Francia, país de nacimiento de Manuela. Ninguna prosperó. La Guardia Civil trabajó hipótesis de agresión sexual con ocultación de cadáver, accidente y traslado a otras provincias, sin base probatoria suficiente para judicializar a nadie.
En 1994 aparecieron dos bolsas con restos óseos cerca del embalse de Requejada (Palencia). La ilusión duró poco: eran de la Guerra Civil, sin relación con las niñas. En 2001 se hallaron dos cráneos en la zona y ocurrió lo mismo; en 2018, una mandíbula hallada por la sequía en el Ebro también fue descartada. Tres falsas alarmas que devolvieron el caso al punto cero.
Treinta años después, en agosto de 2021, el Juzgado n.º 2 de Cervera de Pisuerga reabrió la causa por nueva información: el testimonio televisivo de una mujer que habría vivido un intento de abordaje idéntico un año antes, con identificación posterior del conductor. La Guardia Civil indagó esa línea, pero no se consolidó una autoría.
En paralelo, cuatro testigos mantuvieron haber visto a las chicas subir al 127. El principal investigado de entonces negó haberlas recogido y finalmente fue descartado por la Policía, según reconstrucciones periodísticas recientes. A día de hoy no hay imputados.
El 2024 trajo un golpe procesal: tras el archivo confirmado en España, las familias acudieron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos; en agosto de 2024, Estrasburgo inadmitió el recurso. Aun así, los allegados subrayan que los casos de desaparición no prescriben en España y que cualquier indicio nuevo puede reabrir la investigación.
Cronología esencial: 23/04/1992, viaje a Reinosa y última visión de las menores subiendo a un Seat 127; 1994/2001/2018, hallazgos óseos descartados; 2021, reapertura por testimonio televisivo; 2022, recurso de amparo de las familias; enero de 2024, el caso llega a Estrasburgo; agosto de 2024, inadmisión del TEDH. El expediente sigue abierto a nuevas pruebas.
Teorías principales que sobreviven al tiempo:
1. Homicidio sexual con ocultación del doble cadáver en punto cercano al itinerario Reinosa–Aguilar.
2. Desplazamiento de víctimas y restos a otra provincia (aprovechando el flujo de la N-611/N-627 y zonas boscosas y de embalses).
3. Captador reincidente en autostop (la pista que motivó la reapertura de 2021). Ninguna hipótesis ha alcanzado umbral probatorio.
Con el paso de los años, la memoria pública se ha sostenido en actos, reportajes y podcasts que repasan el sumario y piden más medios. La idea-fuerza es la misma: sin restos y sin autor, la única vía es seguir removiendo archivos, pruebas biológicas y testigos tardíos.
La familia de Virginia y la de Manuela insisten en lo que parece simple y es inmenso: saber qué pasó. Aquel autostop de dos adolescentes que quisieron apurar una noche de primavera dejó una ausencia estructural en dos pueblos, una línea de tren y una carretera comarcal.
Tres décadas después, Cantabria y Palencia siguen buscando esa pieza mínima —una llamada, una foto, un ADN— que rompa el silencio y permita nombrar la verdad de Virginia Guerrero y Manuela Torres.
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