La mañana del 6 de abril de 2022 en Avilés, Asturias, empezó como cualquier otra: rutina, persianas que suben, abrigos que se cogen casi sin pensar. Entre esas vidas anónimas estaba la de Damián Lastra Fernández, 70 años, vecino de la ciudad, delgado, discreto, de los que pasan por tu lado sin hacer ruido. Ese día salió y, desde entonces, nadie ha podido decir con certeza dónde fue su siguiente paso.
Lo único completamente confirmado es la fecha y el lugar: 6 de abril de 2022, Avilés. Ese día se registra su desaparición y empieza el conteo que hoy supera los tres años sin noticias. Su nombre entra en las bases de datos oficiales, en las alertas de asociaciones y en el listado negro de personas desaparecidas en Asturias que, año tras año, sigue creciendo sin respuestas.
La ficha de SOS Desaparecidos dibuja su silueta con precisión de forense: 1,70 de estatura, unos 50 kilos de peso, complexión delgada, calvicie parcial, pelo castaño y ojos marrones. Aquel día vestía un tres cuartos verde con capucha y mascarilla negra. Una descripción que cabe entera en un cartel… pero detrás hay una vida entera que no vemos.
Cuando su ausencia se hace evidente y no regresa a casa, la familia da la voz de alarma. La desaparición de Damián se comunica a las autoridades y su caso empieza a circular por los canales habituales: Guardia Civil, Policía, redes de alerta de personas desaparecidas. Radio Nacional de España emite incluso una breve llamada pública pidiendo colaboración ciudadana para localizarlo, dejando fijada, en voz alta, la fecha maldita: “desaparecido el día 6 de abril de 2022 en Avilés, Asturias”.
En paralelo, las asociaciones especializadas mueven ficha. SOS Desaparecidos publica su cartel con la referencia 25-06277, teléfonos de contacto 24 horas y un mensaje simple: “Ayúdanos a localizarlo”. QSDglobal se suma meses después, recordando que siguen “diez meses sin rastro de Damián Lastra Fernández”, subrayando que su caso no puede quedar sepultado por el paso del tiempo ni por nuevas desapariciones.
Los primeros días son los más intensos, los de la esperanza y el miedo mezclados. Se revisan zonas de paso, entornos habituales, hospitales, albergues, puntos donde un hombre mayor y delgado podría haberse desorientado, caído o pedido ayuda. Nada. Ninguna llamada, ninguna imagen de cámara de seguridad que se haya hecho pública, ningún hallazgo de ropa o documentación asociado a él. Es como si Avilés, de repente, hubiera aprendido a tragarse a una persona sin dejar ni una migaja de rastro.
Con el tiempo, su nombre pasa a formar parte de las listas regionales de desaparecidos. En marzo de 2023 y de nuevo en 2024, la prensa asturiana incluye a Damián entre las personas buscadas en el Principado: se recuerda su edad, su ropa —ese tres cuartos verde con capucha— y el dato que más duele leer: “continúa desaparecido desde el pasado 6 de abril en Avilés”. La frase se repite año tras año, como un eco que nadie consigue romper.
Asturias, tierra de mar y de niebla, empieza a asociar su nombre a una de esas historias que se cuentan en voz baja: “el hombre del abrigo verde del que nunca se volvió a saber”. No hay, en la información pública, un último lugar exacto donde se le viera, ni una hora concreta, ni un testigo clave. Solo un marco general: Avilés, 6 de abril, un hombre mayor que sale con su abrigo y ya no vuelve.
En los programas de servicio público sobre desaparecidos, su caso se menciona junto a otros, hilando un rosario de ausencias que recorre toda España. Pero cada familia vive la suya como única y absoluta. Para quienes quieren a Damián, no es “un caso más”: es la silla vacía en la mesa, el abrigo que nadie se atreve a tirar, las noches en vela imaginando mil escenarios distintos y ninguno con respuesta.
El paso de los meses hace que las hipótesis se multipliquen, aunque ninguna se ha consolidado públicamente: ¿desorientación fortuita y caída en un lugar oculto? ¿huida voluntaria imposible de creer para quienes lo conocían? ¿un accidente no detectado? Sin hallazgos materiales ni testigos relevantes, la investigación oficial sigue catalogada, de cara al exterior, como desaparición sin causa determinada. El limbo más cruel.
Mientras tanto, las asociaciones recuerdan algo esencial: los desaparecidos adultos también tienen derecho a una búsqueda activa, sostenida en el tiempo. No es “menos urgente” porque no se trate de un menor. Por eso la ficha de Damián no se retira, se reactiva periódicamente y se comparte en redes, en charlas, en medios, intentando que alguien, en algún momento, reconozca su rostro o recuerde haberlo visto aquel mes de abril de 2022. Cada aniversario de la desaparición de Damián Lastra Fernández es una fecha marcada en rojo para su entorno. Se renuevan los mensajes, se vuelven a compartir los carteles, se insiste en las señas físicas: 1,70 de estatura, muy delgado, calvicie parcial, tres cuartos verde con capucha, mascarilla negra. Se recalca también el lugar: Avilés, Asturias. Porque a veces, la memoria colectiva de un barrio o de una ciudad necesita estos empujones para que, de repente, alguien ate cabos.
La desaparición de Damián es también un espejo de algo más grande: la España de los mayores que viven casi invisibles, los que salen a la calle con abrigo y mascarilla y parecen uno más
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