Pedro Juan Blanco Hernández tenía 52 años, era palmero, psicólogo y vecino de la isla de La Palma. Medía alrededor de 1,70, complexión normal, pelo negro corto y liso, ojos verdes, y una vida más o menos tranquila entre trabajo, rutina y mar. El 29 de agosto de 2023 su nombre pasó, de golpe, a la lista de desaparecidos de SOS Desaparecidos y de la Guardia Civil. Desde entonces, nadie ha podido decir con certeza qué le ocurrió.
Aquel martes, según la documentación oficial, se presentó la denuncia de su desaparición en la Comisaría de Santa Cruz de La Palma. Era un día cualquiera en la isla bonita, pero algo no encajaba: Pedro Juan no regresó, no respondió al teléfono, no se supo nada más de él. La familia encendió la primera alarma. El “no te preocupes, ya aparecerá” duró poco.
Al principio, la hipótesis fue casi automática: un posible accidente de moto. Pedro Juan se movía en una Suzuki de gran cilindrada, y durante las primeras horas de búsqueda se pensó que podía haber sufrido una caída en alguna carretera secundaria de La Palma. Sin embargo, el giro llegó cuando apareció la moto… y no donde muchos esperaban.
Su motocicleta fue localizada en la costa del municipio de Fuencaliente, en el sur de la isla. No solo eso: también se encontraron prendas de ropa suya en la zona del litoral, lo que hacía pensar que podría haberse metido en el agua para darse un baño. El vehículo estaba en condiciones que no sugerían un siniestro grave de tráfico, sino una parada voluntaria cerca del mar.
Ese punto de la costa de Fuencaliente —zona de acantilados, rocas y mar abierto, golpeada por corrientes fuertes— se convirtió en el epicentro de la búsqueda. Salvamento Marítimo desplegó la Salvamar Alphard, la Guardia Civil movilizó patrullas por tierra y mar, y los helicópteros sobrevolaron una y otra vez el perímetro cercano al lugar donde habían aparecido la moto y la ropa. No había rastro de Pedro Juan.
Mientras los equipos oficiales rastreaban desde el aire y el agua, amigos y conocidos de Pedro Juan empezaron a organizar batidas por tierra. Vecinos de la zona, gente de la isla, voluntarios… todos peinaron senderos, coladas de lava, veredas y accesos al mar en el entorno de Fuencaliente. Querían descartar la posibilidad de una caída, una desorientación, o que hubiese quedado atrapado en alguna zona de difícil acceso.
Paralelamente, SOS Desaparecidos difundió su ficha con todos los datos físicos disponibles: nombre completo, edad, altura, peso, color de ojos y pelo. En los carteles de “desaparecido” se podía leer el lugar y fecha de la desaparición: La Palma, 29/08/2023. Las redes sociales se llenaron de su imagen, intentando romper el muro de la isla y pedir ayuda más allá del Atlántico.
A medida que pasaban los días sin resultados, comenzaron las preguntas inevitables. ¿Entró solo al mar? ¿Se vio sorprendido por una corriente o un golpe de mar? ¿Pudo haber sufrido una crisis personal y tomar una decisión desesperada? ¿O hay terceras personas implicadas en su desaparición? Las autoridades, al menos en lo que se ha publicado, no han cerrado ninguna hipótesis de forma definitiva.
La costa de Fuencaliente no es un escenario amable. Quien conoce el sur de La Palma sabe que es una zona de mar duro, fondos irregulares, rocas afiladas y corrientes traicioneras. Un cuerpo caído allí puede ser arrastrado, golpeado, hundido o incluso desplazado a kilómetros de distancia, lo que complica enormemente cualquier operación de rastreo, incluso con medios aéreos y marítimos.
Con el paso de los meses, las grandes batidas se fueron reduciendo, pero el expediente de Pedro Juan Blanco Hernández sigue abierto. Su nombre continúa figurando en los listados de personas desaparecidas en Canarias, sin constancia oficial de hallazgo de cuerpo ni de pertenencias nuevas más allá de la moto y la ropa encontrada en la zona de Fuencaliente. Es, a día de hoy, un desaparecido de larga duración en la isla de La Palma.
Para su familia y su círculo cercano, el tiempo no ha cerrado nada. Viven en un limbo cruel: sin una prueba clara de accidente, sin una confesión, sin un cuerpo al que despedir. Siguen preguntándose qué pasó aquel martes de agosto, qué lo llevó hasta esa costa concreta, por qué su rastro se corta justo donde la tierra se acaba y empieza el Atlántico.
El caso de Pedro Juan Blanco Hernández no es solo una desaparición en La Palma; es también el reflejo de lo vulnerables que somos frente a la naturaleza y frente al silencio. Un hombre puede salir de casa, aparcar su moto junto al mar, quitarse la ropa para un baño… y, desde ese gesto cotidiano, convertirse en un misterio que ni el agua, ni el viento, ni los radares han sabido explicar.
Si estuviste en la zona de Fuencaliente a finales de agosto de 2023; si viste una moto estacionada donde no tocaba, a un hombre solo en la costa, o tienes fotografías o vídeos de ese litoral en torno al 29 de agosto, cualquier detalle podría ser clave. El nombre es Pedro Juan Blanco Hernández, 52 años, palmero. La isla sigue buscándole. Y cada dato, por pequeño que parezca, puede ser la pieza que falta para entender qué ocurrió aquella tarde frente al mar.
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