Marta del Castillo Casanueva: la noche en que Sevilla dejó de dormir


La tarde del 24 de enero de 2009, Sevilla parecía una ciudad cualquiera de invierno: frío suave, calles llenas, adolescentes quedando con amigos. Entre ellos estaba Marta del Castillo Casanueva, 17 años, estudiante, sonriente, con toda la vida por delante. Sobre las 17:30, su exnovio, Miguel Carcaño, fue a recogerla en moto al portal de su casa en el barrio de Tartessos. Le dijo a sus padres que iba a hablar con él y que volvería pronto. Nunca volvió.

Cuando dieron las 23:45 y Marta no regresaba, sus padres empezaron a llamar a su móvil y a sus amigos. Nadie sabía nada claro. Uno de ellos, Samuel, aseguró que Miguel la había dejado en casa sobre las 00:00… pero esa hora aún no había llegado. El padre de Marta salió a buscarla por Sevilla, pasó por la casa de Miguel, preguntó, insistió. A las 2:10 de la madrugada del 25 de enero, la familia presentó la denuncia por desaparición. Lo que hasta entonces era inquietud se convirtió en el inicio de uno de los casos criminales más oscuros de la historia reciente de España.

Durante las primeras semanas, Sevilla entera se llenó de carteles con su cara. Voluntarios, vecinos, amigos y desconocidos participaron en batidas. La Policía Nacional rastreó descampados, márgenes del río Guadalquivir, polígonos, azoteas. La presión social crecía, la familia no paraba, y el nombre de Marta del Castillo empezaba a repetirse en informativos y tertulias. Pero faltaba lo que lo cambiaría todo: una confesión.


El 14 de febrero de 2009, Miguel Carcaño, de 19 años, confesó en comisaría que había matado a Marta en su piso de la calle León XIII tras una discusión y que, con ayuda de un amigo, se había deshecho del cuerpo arrojándolo al río Guadalquivir. Fueron detenidos también Samuel Benítez y “El Cuco”, menor de edad, así como el hermano de Miguel, Francisco Javier Delgado, y la novia de éste, María García. La investigación parecía encarrilada… pero en realidad solo estaba entrando en su laberinto.

Porque después de aquella primera confesión llegaron muchas más. Carcaño cambió de versión al menos siete veces: que la arrojaron al río; que la metieron en un contenedor de basura; que fue “El Cuco” quien la estranguló; que el cuerpo fue enterrado en una zanja; que su propio hermano Francisco Javier la mató de un golpe con la culata de una pistola tras una discusión por una estafa hipotecaria. Cada relato abría un nuevo escenario y una nueva búsqueda: dragados extenuantes del Guadalquivir, registros en vertederos, fincas, zanjas y escombreras… nunca apareció el cuerpo de Marta.

En enero de 2012 llegó la sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla: Miguel Carcaño fue condenado a 20 años de prisión (posteriormente fijados en 21 años y 3 meses tras recursos) por asesinato, y absuelto de los delitos de agresión sexual y profanación de cadáver. Los otros acusados —Francisco Javier Delgado, María García y Samuel Benítez— fueron absueltos por falta de pruebas, mientras que “El Cuco” ya había sido juzgado aparte como menor y condenado por encubrimiento a una medida de internamiento inferior a tres años. Para la familia, fue un mazazo: un asesino condenado… pero nadie responsable del paradero del cuerpo.


Con los años, una nueva línea de investigación cobró fuerza: la posible relación del crimen con una estafa hipotecaria cometida por Miguel y su hermano Francisco Javier al falsificar datos para conseguir un préstamo. Según la última versión “firme” de Carcaño, la discusión en el piso de León XIII esa noche habría girado en torno a esa deuda y al miedo a que se descubriera el fraude. Él habría cargado la culpa para proteger a su hermano, al que señala como autor real del golpe mortal a Marta. La Policía investigó esta línea, pero nunca se tradujo en nuevas condenas.

Mientras tanto, la búsqueda del cuerpo se trasladó a un terreno más técnico: el teléfono móvil de Miguel. En 2021, el Juzgado de Instrucción nº 4 de Sevilla autorizó clonar su móvil para reconstruir sus movimientos durante la noche del 24 al 25 de enero de 2009 con técnicas avanzadas de geolocalización. En 2022 y 2024 se han ido conociendo informes que apuntan a seis nuevas localizaciones en Sevilla y alrededores por donde se movió aquel día, aunque, de momento, ninguna ha permitido encontrar los restos de Marta.

La causa del móvil no ha estado exenta de polémica: en 2025, la Audiencia de Sevilla ordenó reabrir una pieza por posible intrusismo profesional contra un perito informático que emitió uno de los informes más mediáticos sobre los datos telemáticos de Carcaño sin estar titulado ni colegiado como ingeniero técnico, según la denuncia del colegio profesional andaluz. El tribunal ha pedido aclarar si ese informe fue realmente encargado por el juzgado y si intervino algún experto habilitado, mientras descarta continuar por revelación de secretos dado el altísimo grado de difusión pública del caso.

Otro frente controvertido ha sido el del “Cuco” y su madre. En 2022, una jueza los condenó por falso testimonio en el juicio contra Carcaño, al concluir que mintieron sobre sus movimientos la noche del crimen. Sin embargo, en junio de 2024, la Audiencia de Sevilla los absolvió al entender que ya habían reconocido la falsedad de su declaración y que no se daban todos los requisitos para condenarlos de nuevo por ese delito. Para la familia de Marta, otra herida abierta y la sensación de que quien sabe más de lo que cuenta sigue protegido por los pliegues del sistema.

Mientras los tribunales van y vienen, la familia no ha dejado nunca de buscar por su cuenta. Empresas especializadas como Falcon High Tech han apoyado búsquedas privadas en zonas señaladas por distintas versiones y por análisis de datos móviles: fincas, caminos rurales, puntos del río. En enero de 2025, su responsable explicaba que se habían realizado “cuatro o cinco búsquedas” recientes no publicitadas para evitar interferencias, todas sin resultado. Cada aniversario, el padre de Marta, Antonio del Castillo, y su abuelo, José Antonio Casanueva, vuelven a encender velas y a recordar en voz alta que su objetivo ya no es la condena —eso llegó— sino encontrar a Marta y traerla a casa.

A día de hoy, Miguel Carcaño sigue en prisión, ahora en el centro Málaga II (Archidona), adonde fue trasladado en 2025 tras hallarse en su celda varios dispositivos electrónicos con acceso a internet que usaba supuestamente para jugar online, lo que motivó un expediente disciplinario. La familia de Marta sospecha incluso que, desde la cárcel, pudo llegar a interferir en búsquedas dando información interesada o incompleta, y ha pedido por escrito ser informada de cualquier cambio en su régimen penitenciario.


Han pasado ya 16 años. No hay cuerpo. No hay lugar cierto. Solo una condena, siete versiones diferentes, decenas de registros infructuosos y una familia que sigue viviendo a medias. Eva Casanueva, la madre de Marta, contaba en 2025 que estuvo “45 días en la cama” tras el asesinato, hasta que le recordaron que tenía dos hijas más que la necesitaban. El abuelo, José Antonio, sigue diciendo algo que resume el sentimiento de muchos: “La justicia protege más al criminal que a la víctima”.

El caso de Marta del Castillo Casanueva es mucho más que un crimen sin cuerpo: es la radiografía de un sistema judicial cuestionado, de unos acusados que juegan con el silencio y la mentira, y de una sociedad que no ha olvidado. Cada vez que alguien pronuncia su nombre, la misma idea vuelve a aparecer: no basta con saber quién la mató… falta lo esencial. Saber dónde está Marta. Hasta que esa respuesta llegue, Sevilla seguirá viviendo con una silla vacía, y España con una pesadilla que, por más años que pasen, no se apaga.

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