Noé Germán Pasciuto tenía 31 años cuando su rastro se fijó por última vez en Barcelona, el 20 de septiembre de 2017. Argentino con doble nacionalidad italiana, 1,75 m, 70 kg, pelo castaño, ojos verdes, complexión delgada.
Para entender su ausencia hay que retroceder a 2012. Noé vivía y estudiaba en Londres cuando envió a su familia un mensaje breve y desconcertante: los quería mucho, pero empezaría un “camino de desapego”. Al día siguiente, dio de baja teléfono, correos y cuentas. Aun así, años después volvió a saberse de él en Cataluña, hasta que Barcelona 2017 se convirtió en el nuevo punto cero.
La cronología corroborada es tozuda: 20/09/2017, última ubicación conocida en Barcelona; ficha pública con rasgos detallados; y ningún hallazgo material que reconstruya las horas siguientes. Ocho años después, la alerta sigue pidiendo testigos que lo sitúen en barrios, estaciones o cámaras de la ciudad.
En enero de 2022, la historia volvió a los titulares en España y Argentina. Reportajes en El Caso y Clarín repasaron el doble hito de 2012 y 2017 y remarcaron que no hay movimientos bancarios ni trazas digitales concluyentes. El eco mediático devolvió el nombre de Noé a la conversación pública, pero no aportó el dato que falta.
La familia ha sostenido una búsqueda paciente y dolorosa. En entrevistas, insistieron en que no creen en una marcha simple y definitiva: buscan contexto para aquel mensaje de 2012 y explicación a la desaparición de 2017. Viven entre dos dudas: ¿decisión radical y sostenida o vulnerabilidad que lo dejó atrapado en un margen social?
Una hipótesis que cobró fuerza en prensa local fue la influencia de grupos de captación o dinámicas pseudoespirituales que promueven romper lazos y “comenzar de cero”. Su familia habló de esa posibilidad —sin pruebas concluyentes— como una explicación parcial al patrón de aislamiento. Es una línea abierta, no confirmada por fuentes oficiales.
Otra línea apunta al vagabundeo urbano de largo curso: Barcelona es una ciudad donde es posible desaparecer a la vista de todos, diluido entre estaciones, plazas y recursos asistenciales. Sin identificación, sin trámites, sin red; una vida al margen que no deja registros y dificulta cualquier búsqueda basada en rastros administrativos.
Los ocho años desde la última señal barcelonesa no han ofrecido hallazgos verificables: ni objetos, ni imágenes que permitan dibujar su ruta final. Por eso, las asociaciones insisten en revisar fotos y vídeos personales de aquellos días —a menudo guardan en el fondo de un encuadre el rostro que falta.
La ficha oficial de SOS Desaparecidos —que lo marca como posible persona vulnerable— es hoy el nodo principal de difusión. Cada reimpulso en redes, cada cartel replicado en comercios y estaciones, vuelve a poner su descripción frente a ojos nuevos. A veces, la respuesta llega cuando la ciudad cree haber olvidado.
También hubo llamamientos desde colectivos argentinos y campañas en redes recordando que Noé tiene doble nacionalidad y una historia de movilidad previa. Esa combinación amplía el mapa: no descarta desplazamientos posteriores, aunque ningún medio fiable haya confirmado salidas de Cataluña tras 2017.
Su caso es, además, un ejemplo de lo que ocurre cuando dos ausencias se encadenan: la simbólica (2012) y la material (2017). La primera explica parte del misterio; la segunda lo vuelve insoportable. Entre ambas se estira la pregunta que sus padres repiten desde hace años: “Noé, volvé con nosotros”.
Barcelona guarda bien los secretos cuando no hay primeras 48 horas con pista útil. Pero los secretos también se rompen por azar: un ticket, una foto de móvil, un recuerdo tardío. Este expediente no está cerrado; está pendiente de una voz que todavía no habló.
Si lo viste, si lo reconocés, si tenés una imagen guardada, ese puede ser el comienzo del regreso.”
Señas para difusión: 1,75 m; 70 kg; pelo castaño; ojos verdes; complexión delgada; acento argentino.
Última vez visto: Barcelona, 20/09/2017.
Contacto: SOS Desaparecidos (649 952 957 / 644 712 806) o 112. Cita Noé Germán Pasciuto al aportar cualquier pista.
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