El Sonido de la Muerte: Las Canicas Ensangrentadas
Julia era una joven intrépida que había vivido en varios lugares inusuales a lo largo de su vida, buscando aventuras y emociones fuertes. Cuando encontró un antiguo edificio en el centro de la ciudad que ofrecía un alquiler asequible, no dudó en mudarse allí, a pesar de las advertencias de algunos vecinos sobre su pasado tenebroso.
Desde el primer día en que se mudó, Julia notó algo inusual en su nuevo hogar. Por las noches, mientras estaba en su apartamento, escuchaba el sonido de canicas cayendo y rodando por el piso de arriba. Al principio, pensó que eran niños jugando en el edificio, pero pronto se dio cuenta de que los sonidos ocurrían a altas horas de la noche y que nadie vivía en el piso superior. Esto despertó su curiosidad y su inquietud.
Julia comenzó a investigar, preguntando a los vecinos y al administrador del edificio sobre el misterioso sonido de las canicas. Sin embargo, nadie parecía tener una explicación lógica. Algunos vecinos le contaron rumores sobre sucesos paranormales en el edificio, mencionando avistamientos de sombras, luces que se encendían y apagaban solas, y sensaciones de frío intenso en ciertas áreas. Julia, intrigada pero también un poco asustada, decidió tomar cartas en el asunto y resolver el misterio por sí misma.
Una noche, cuando los sonidos de las canicas eran especialmente fuertes, Julia decidió seguirlos. Armada con una linterna y valentía, subió las escaleras hasta el piso de arriba. A medida que se acercaba a la puerta del piso superior, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. A pesar del temor que la embargaba, abrió la puerta lentamente y se encontró con una escena impactante.
Las canicas estaban esparcidas por todo el suelo, algunas de ellas ensangrentadas, y había manchas de sangre en las paredes. Julia se estremeció al ver la macabra escena frente a sus ojos. Sin embargo, antes de que pudiera retroceder, las puertas se cerraron de golpe detrás de ella, dejándola atrapada en la oscuridad del piso superior.
Los sonidos de las canicas se intensificaron de repente, y Julia notó que algunas de ellas se movían solas, como si fueran impulsadas por una fuerza invisible. La situación se volvió aún más aterradora cuando Julia sintió una presencia maligna a su alrededor. La temperatura bajó drásticamente, y su respiración se aceleró mientras trataba de mantener la calma.
Las canicas comenzaron a rodar hacia ella, chocando entre sí y creando un sonido ensordecedor. Julia gritó y trató de retroceder, pero la fuerza desconocida la arañaba y rasguñaba con ferocidad. La oscuridad era abrumadora, y la risa macabra que resonaba en sus oídos la sumía en un estado de pánico.
En un último intento desesperado por escapar, Julia luchó con todas sus fuerzas para liberarse de la presencia que la acosaba. Usando su linterna para iluminar el camino, corrió hacia la puerta, esquivando las canicas que se movían frenéticamente a su alrededor. La presencia maligna parecía seguirle de cerca, respirando fríamente en su nuca.
Justo cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, las luces de la linterna se apagaron repentinamente, sumiéndola en completa oscuridad. Julia palmeó frenéticamente buscando el interruptor de la luz, pero no encontró ninguno. Desesperada, continuó corriendo a ciegas, guiándose por el sonido de las canicas y las paredes que rozaban contra sus hombros.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, Julia encontró la puerta de salida. La abrió con todas sus fuerzas y salió al pasillo del edificio, donde la luz de los pasillos iluminaba parcialmente el lugar. Se volvió para cerrar la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo, sintió un fuerte tirón en su pierna.
Julia miró hacia abajo y vio una figura oscura que la agarraba con fuerza. Gritó y forcejeó, liberándose con un esfuerzo sobrehumano. Corrió a través del pasillo, bajando las escaleras lo más rápido que pudo, mientras la presencia maligna la perseguía de cerca, riendo con una risa escalofriante.
Finalmente, Julia llegó a la planta baja y salió corriendo del edificio, sin mirar atrás. Se alejó a toda velocidad, sintiendo su corazón latir con fuerza en su pecho y lágrimas correr por sus mejillas. Se prometió a sí misma nunca volver a ese edificio maldito y agradeció haber escapado de esa terrorífica experiencia.
Desde aquel día, Julia nunca pudo explicar lo que sucedió en ese edificio. Algunos la consideraron una valiente exploradora que se enfrentó a lo paranormal, mientras que otros creían que había perdido la cordura. Julia, por su parte, llevó consigo el recuerdo de esa noche aterradora, con la certeza de que algo siniestro habitaba en ese edificio abandonado.
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