La mujer que murió dos veces: el falso accidente de Encarni Muñoz Cardona en la A-44

 


Motril, Granada. 6 de mayo de 2023.

Una noche templada, el cielo quieto y la carretera A-44 serpenteando entre la oscuridad. Encarni Muñoz Cardona, 39 años, viajaba junto a su marido, el guardia civil José Manuel “Manolo” Jiménez Palomo. Regresaban a casa después de un día cualquiera, de esos que terminan con el cansancio de la rutina y la promesa de un mañana igual. Pero esa promesa no se cumpliría.

El reloj marcaba las 23:00 cuando el coche en el que viajaban se salió de la vía, cayendo tres metros por un desnivel cerca de Cozvíjar. El vehículo quedó retorcido entre hierros y polvo. Los servicios de emergencia llegaron rápido. En el asiento del copiloto, Encarni ya no respiraba. Él, apenas herido, fue quien dio el aviso. Dijo que un coche se había cruzado, que todo fue un accidente. Nadie dudó. Nadie… todavía.

El parte inicial hablaba de tragedia vial. Pero las sombras empezaron a moverse pronto. Los forenses detectaron algo imposible de ignorar: el cuerpo de Encarni estaba demasiado frío, demasiado rígido para haber muerto minutos antes. Las marcas del cuello contaban otra historia. Y el golpe del coche, tan leve, no podía haber sido el verdugo. Aquel accidente empezaba a oler a simulación.



La investigación dio un giro abrupto. Lo que parecía una colisión se transformó en una escena ensayada. Las heridas de Encarni no coincidían con el impacto. La causa de la muerte: asfixia mecánica. No murió en la carretera, sino antes. El vehículo fue su tumba improvisada, el escenario diseñado por quien quiso borrar su crimen con una coartada perfecta.

Doce horas después, el país despertaba con otro titular. José Manuel, el marido, el superviviente, se había suicidado en su casa de Motril con su arma de servicio. Sin nota, sin explicación. Solo un disparo. Para muchos, aquel acto fue la confesión que faltaba. Para otros, el cierre más cruel de una historia que no debía haber tenido segunda parte.

Las autoridades confirmaron lo que ya era evidente: no fue un accidente, fue un asesinato de violencia machista. Encarni se había convertido en la víctima número 17 de 2023. Los vecinos, devastados, salieron a la calle. En sus pancartas, una frase que dolía más que mil cifras: “La mató dos veces: en su casa y en la carretera”.


El caso estremeció a toda España. ¿Cómo un guardia civil, experto en seguridad vial, pudo convertir su profesión en la máscara de un crimen? ¿Cuántas veces el amor se disfraza de rutina hasta que la rutina se vuelve un infierno? Las hijas de la pareja, huérfanas, quedaron atrapadas entre las versiones que nunca podrán olvidar.

La prensa reconstruyó cada minuto, los vecinos aportaron recuerdos, los forenses levantaron la verdad entre capas de mentiras. Se supo que Encarni había pensado en separarse. Que había miedo en casa. Que el silencio, como siempre, fue el mejor cómplice del monstruo. La carretera no mató a Encarni. La mató quien conducía a su lado.

Hoy, el kilómetro donde el coche se detuvo lleva flores. Nadie pasa por allí sin recordar su nombre. Encarni Muñoz Cardona. Una mujer que murió dos veces: una bajo la violencia del hombre que amaba, y otra bajo el disfraz de un accidente perfecto. Un crimen que quiso ser olvido, pero terminó siendo memoria.



Porque no hay asfalto que oculte la verdad.
Y cuando el silencio se impone, la justicia tarda, pero llega.
Y cada vez que alguien mira esa curva, vuelve a escuchar la misma pregunta:
¿cuántas Encarnis mueren cada año en carreteras que no matan… pero esconden asesinos?

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