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El Burro Maldito

 El Burro Maldito

Había una pequeña aldea en la montaña donde todos los habitantes conocían a un burro muy especial llamado Tito. Tito era diferente a cualquier otro burro que hubieran visto. Tenía un pelaje brillante y ojos azules brillantes que parecían mirar directamente a tu alma.

Los niños de la aldea adoraban a Tito y siempre lo visitaban para darle zanahorias y acariciar su suave pelaje. Pero un día, Tito empezó a actuar de manera extraña. Los aldeanos notaron que se quedaba mirando fijamente a la montaña, como si hubiera algo allí que lo perturbara.




Un día, uno de los habitantes decidió seguir a Tito para ver a dónde iba. Lo que encontró lo dejó sin habla. Tito había llevado al hombre hasta una cueva oculta en la montaña. La entrada estaba cubierta de maleza, pero Tito la empujó con la cabeza y entró.

El hombre siguió al burro dentro de la cueva y vio algo que lo dejó horrorizado. Había un esqueleto humano en el suelo, rodeado de velas y objetos extraños. Parecía que alguien había estado realizando rituales allí.

Después de eso, los aldeanos notaron que Tito ya no era el mismo. Había perdido su brillo y su energía, y parecía que la luz de sus ojos se había apagado. A partir de entonces, nadie quería acercarse a Tito y lo evitaban a toda costa.

Pero lo que los aldeanos no sabían era que Tito había sido poseído por el espíritu del hombre que había sido sacrificado en la cueva. Ahora, Tito merodea por la aldea por las noches, buscando víctimas para satisfacer su sed de venganza.

Los habitantes de la aldea han intentado expulsar a Tito de todas las formas posibles, pero nada funciona. Incluso se dice que aquellos que se atreven a desafiarlo desaparecen misteriosamente, convirtiéndose en una leyenda que circula en la aldea.

Los aldeanos intentaron durante años encontrar una solución para librarse de Tito, pero pronto se dieron cuenta de que estaban luchando contra una fuerza sobrenatural. Desesperados, decidieron buscar ayuda de un anciano que vivía en las afueras de la aldea.




El anciano, un hombre sabio y experimentado, se presentó al día siguiente y les dijo que solo había una manera de deshacerse de Tito: debían realizar un ritual para liberar al espíritu del hombre sacrificado en la cueva y permitir que descansara en paz.

Los aldeanos siguieron las instrucciones del anciano y realizaron el ritual en la cueva. Al principio, parecía que nada estaba sucediendo, pero de repente, la cueva se llenó de una luz brillante y el espíritu del hombre sacrificado apareció ante ellos.

El hombre les agradeció por liberarlo de su tormento y prometió que Tito ya no sería una amenaza para la aldea. En ese momento, Tito apareció en la cueva, pero esta vez, parecía diferente. Su pelaje volvió a brillar y sus ojos azules parecían llenos de vida nuevamente.

Desde ese día, Tito se convirtió en el protector de la aldea. Los niños volvieron a jugar con él y los aldeanos lo acariciaban de nuevo, agradecidos por haber recuperado a su amigo especial. Nunca más se supo de las desapariciones misteriosas y la aldea volvió a ser un lugar tranquilo y feliz.

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