No Pises las Líneas de la Vereda: Un Cuento de Terror
Desde que era pequeño, siempre me advirtieron que no debía pisar las líneas de la vereda. Mis padres decían que era una superstición sin sentido, pero yo podía sentir algo más, algo oscuro y maligno que se escondía debajo de esas rayas aparentemente inocentes.
Crecí con el temor arraigado en mi mente. Evitaba cuidadosamente pisar las líneas, incluso cuando eso significaba dar pasos incómodos y torpes. Mis amigos se burlaban de mí, pensando que era una tontería, pero yo sabía mejor.
Un día, mientras caminaba solo por una calle desierta, no pude resistir la tentación. La curiosidad me consumía. ¿Qué podría haber de malo en pisar una simple línea? Me detuve frente a ella, indeciso. Mi corazón latía con fuerza, pero mi curiosidad finalmente se impuso. Con un movimiento rápido, coloqué mi pie derecho sobre la línea.
Al instante, sentí como si algo frío y viscoso se deslizara bajo mi zapato. Un escalofrío recorrió mi espalda y me invadió una sensación de malestar. Miré hacia abajo y me horroricé al ver que la sombra de mi pie se retorcía y contorsionaba de manera antinatural.
Traté de apartar mi pie, pero estaba atrapado. La línea se aferraba a mí como si tuviera vida propia. Sentí una presencia oscura y amenazadora a mi alrededor. La atmósfera se volvió pesada y opresiva, como si estuviera siendo observado por ojos invisibles.
Desesperado por liberarme, comencé a forcejear y tirar de mi pie con todas mis fuerzas. El dolor se intensificaba, pero no me rendiría. Finalmente, con un último tirón, logré liberarme de la trampa infernal. Mi pie quedó marcado con una línea roja y dolorida.
Me alejé tambaleándome, tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Entonces, escuché un susurro siniestro en mi oído, una voz lúgubre que susurraba palabras ininteligibles. Sentí un miedo paralizante y comencé a correr sin rumbo fijo.
Desde aquel día, mi vida cambió por completo. Las líneas de la vereda se volvieron una obsesión constante. Evitaba a toda costa pisarlas, temiendo encontrarme con otra trampa diabólica. Pero la presencia maligna continuaba acechándome en cada esquina, en cada sombra alargada.
Empecé a tener pesadillas vívidas y perturbadoras. Soñaba con ser arrastrado hacia un abismo sin fondo, donde las líneas se retorcían y se enredaban alrededor de mí, aprisionándome sin piedad. Despertaba sudando y temblando, incapaz de escapar del terror que me acosaba.
Mi salud mental se deterioró rápidamente. Me volví recluido y paranoico. Evitaba salir de casa, temiendo encontrarme con las líneas malditas en cada esquina. Me obsesioné con investigar sobre su origen y significado, buscando respuestas que parecían escaparse de mi alcance.
La gente me consideraba un loco, un excéntrico obsesionado con pisar o no pisar las líneas de la vereda. Pero yo sabía la verdad. Sabía que había algo más, algo oscuro y aterrador que se ocultaba detrás de esa simple advertencia.
Hoy, mientras escribo estas palabras en la soledad de mi habitación, sigo atormentado por las líneas de la vereda. Sé que no puedo escapar de su influencia malévola. Cada vez que salgo, siento sus ojos invisibles sobre mí, acechándome, esperando el momento adecuado para atraparme nuevamente.
Si alguna vez te encuentras frente a una línea de la vereda, te ruego que no la pises. No importa cuán inofensiva pueda parecer, no sabes qué horrores se desatarán si lo haces. Escucha mi advertencia y mantente alejado de las líneas de la vereda, o podrías terminar como yo, atrapado en un mundo de pesadillas eternas.
0 Comentarios