Era la tarde del 21 de junio de 2013, en Jacksonville, Florida. Cherish Perrywinkle, una niña de 8 años, acompañaba a su madre y a sus dos hermanitas en una salida sencilla: comprar ropa y artículos básicos. El verano ardía en las calles, pero lo que parecía una tarde común pronto se transformaría en una pesadilla irreparable.
En el supermercado Dollar General, se cruzaron con Donald James Smith, un hombre de 56 años, recién salido de prisión y con un largo historial de crímenes sexuales. Con una voz amable y un aire paternal, se acercó a la madre de Cherish y le ofreció algo inesperado: comprarle ropa a las niñas con tarjetas de regalo en Walmart. La mujer, vulnerable y confiada, aceptó. Parecía un gesto generoso, pero en realidad era una trampa cuidadosamente tendida.
Ya en Walmart, Smith se mostró paciente y servicial, como un abuelo dispuesto a ayudar. Pero en un descuido fatal, convenció a Cherish de que lo acompañara hacia la sección de juguetes y comida. La niña lo siguió sin miedo, tomada de la mano. Minutos después, abandonaron la tienda juntos. Esa fue la última vez que se vio a Cherish con vida.
La alarma se encendió esa misma noche. La madre, desesperada, alertó a la policía, y las cámaras de seguridad mostraron la imagen escalofriante: la pequeña saliendo del local junto al hombre que prometió ayudar. La noticia se propagó por todo Jacksonville, mientras patrullas, helicópteros y voluntarios buscaban a la niña por cada rincón de la ciudad.
Al amanecer del día siguiente, la camioneta blanca de Smith fue localizada y él arrestado de inmediato. Pero la esperanza se desplomó cuando, en una zona apartada y boscosa, encontraron el cuerpo de Cherish. La brutalidad del crimen estremeció incluso a los investigadores más experimentados.
En 2018, tras un juicio cargado de pruebas y testimonios, Donald James Smith fue declarado culpable de secuestro, abuso y asesinato en primer grado. Su frialdad y cinismo durante el proceso confirmaron lo que todos sabían: detrás de su falsa sonrisa solo había un depredador. Fue condenado a la pena de muerte, aunque para la familia de Cherish ninguna sentencia podría devolver lo perdido.
Cherish tenía solo 8 años.
Soñaba con vestidos nuevos, juegos y tardes de verano. Pero confió en la máscara de bondad de un desconocido, sin saber que esa confianza sería su final.
Porque a veces, lo más aterrador no es la oscuridad en un callejón…
sino una sonrisa amable que se disfraza de ayuda.
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