Tenía 10 años y una promesa en la tarde: pasar por la casa de un amigo y volver antes de que anocheciera. El 12 de marzo de 2018, Ariel Jeffrey Kouakou salió de su hogar en Ahuntsic-Cartierville (Montreal) rumbo a unas cuadras de distancia. Llevaba abrigo negro con capucha, pantalón gris y zapatillas amarillas. Las cámaras lo registraron avanzando hacia el Parc des Bateliers, en la ribera de la Rivière des Prairies… y, después, nada: la ciudad siguió moviéndose mientras su rastro se detenía a la orilla del agua.
La respuesta fue inmediata y feroz para un barrio tranquilo: batidas casa por casa, voluntarios formando cadenas humanas, perros rastreadores, buzos y helicópteros peinando el río y sus márgenes. Durante semanas, la policía mantuvo buceos en la Rivière des Prairies, hasta que el 2 de abril anunció el fin de las inmersiones por condiciones peligrosas, sin hallazgos concluyentes. La Alerta AMBER se activó, los postes se llenaron con la sonrisa de Ariel y la familia ofreció una recompensa de 10.000 dólares para cualquier pista sólida. Aun así, la orilla no devolvió respuestas.
Pronto llegaron las dos versiones que, hasta hoy, marcan el caso como un péndulo. Para la policía, la hipótesis más probable fue un accidente: Ariel habría caído al río ese mismo día. Para su padre, Kouadio Frédéric Kouakou, y su madre, Akouena Noëlla Bibie, aquello fue —y es— inaceptable: “es un secuestro”, insistieron, pidiendo que no se cerrara ninguna puerta de investigación. Dos relatos con la misma urgencia y una sola coincidencia: la necesidad de encontrarlo.
Las imágenes alimentaron ambas lecturas. Un video residencial mostró a Ariel caminando y girando la cabeza dos veces, sin detener el paso; otra cámara lo captó entrando al Parc des Bateliers. Ninguna lo registró saliendo. Con el tiempo, ese vacío visual se volvió un símbolo cruel: un niño que entra en un parque al mediodía y desaparece “entre planos”, como si la geografía común tuviera un pliegue al que sólo acceden las historias que no se resuelven.
Los años no frenaron la búsqueda: cada 12 de marzo hubo vigilias y misas, con el nombre de Ariel pronunciado en voz alta para que el barrio no lo olvide. En 2024 se difundió una imagen con envejecimiento digital; en mayo de 2025, la familia —junto al SPVM, Info-Crime y el Missing Children’s Network— presentó un afiche actualizado y relanzó el llamado a testigos. Siete años después, Montreal volvió a mirar sus paredes, sus cámaras y sus veredas, como si la ciudad pudiera, por fin, corregir un olvido.
Y queda lo que da miedo de verdad: las preguntas sin eco. ¿Qué ocurrió exactamente en ese parque a plena luz? ¿Quién fue la última persona que lo vio caminar? Si estuviste allí, si recuerdas un detalle mínimo —un auto detenido, una frase suelta, un desvío—, habla. La vía oficial sigue abierta: cualquier información puede aportarse al SPVM o de forma confidencial a Info-Crime Montréal (514-393-1133). Porque a veces lo más aterrador no es lo que ves en el agua… sino lo que se oculta en el silencio de la orilla.
0 Comentarios