Faltaban horas para su cumpleaños número cinco. A las 8 de la tarde, la luz naranja empezaba a caerse sobre Kennewick y una niña de 4 años sostenía unas monedas con la promesa simple de comprar dulces. El 4 de febrero de 2003, Sofia Juárez salió de su casa en el 100 de East 15th Avenue —un barrio de calles cortas y caras conocidas— y echó a andar hacia South Washington Street. No era un viaje: eran unos pasos. Pero hay trayectos mínimos que cambian la vida de todos para siempre.
La escena, reconstruida por la policía con precisión quirúrgica, dice que Sofia fue vista entre las 8:00 p. m. y las 9:15 p. m. caminando hacia la avenida principal. Llevaba un conjunto inconfundible: camisa roja, overol azul, calcetines color violeta y zapatillas blancas —la imagen que luego poblaría carteles y vigas de autopista—. Pidió un dólar para ir a la tienda y salió. Su madre escuchó la puerta. Y el barrio, de pronto, dejó de responder.
La reacción fue inmediata y descomunal para una ciudad de tamaño mediano: vecinos a pie, lotes baldíos peinados, casas revisadas, helicópteros sobre el triángulo de calles donde la tarde se había apagado. Washington activó por primera vez en su historia una Alerta AMBER con el nombre de Sofia; las patrullas multiplicaron preguntas y los postes se llenaron de su sonrisa. Pasaron horas, luego días. No hubo ropa, ni rastro, ni una explicación que encajara sin romper algo.Con los años, la investigación sumó giros que alimentaron la esperanza y también el cansancio. En 2021, un video de TikTok grabado en Culiacán, México, mostró a una joven que decía haber sido raptada de niña; la semejanza encendió el caso a dos países de distancia, hasta que una comparación genética cerró la puerta: no era Sofia. Ese mismo 2021, tras revisar el expediente completo, la policía difundió por primera vez un testimonio clave: un testigo vio a una pequeña que encajaba con la descripción de Sofia en S. Washington y E. 15th; un chico de 11–14 años la habría guiado, entre llanto, hacia una furgoneta panel antigua —azul claro o plateada, sin ventanas laterales— detenida a media cuadra. Desde entonces, ese chico (hoy un adulto) y esa van se volvieron piezas centrales del rompecabezas.
La historia de la familia también dejó cicatrices visibles. La madre de Sofia, Maria, murió en 2009 sin conocer el final; el vacío se convirtió en ritual cada febrero. A la memoria se sumaron campañas resilientes: camiones del programa Homeward Bound con la cara de Sofia recorriendo la Costa Oeste como vallas móviles, llamadas públicas en aniversarios, y un sitio oficial que todavía recibe pistas y actualizaciones. La ciudad no la olvidó; la pregunta tampoco se cansa.
Y aquí queda lo insoportable, lo que define “Pesadillas en tu pantalla”: ¿quién fue la última persona que vio a Sofia antes de doblar la esquina?, ¿qué se dijo en ese metro de vereda donde la tarde terminó?, ¿quién reconoce aquella van, aquella risa ahogada? Si sabes algo —por mínimo que parezca—, la línea sigue abierta: Kennewick Police mantiene el portal oficial de pistas para el caso. Porque a veces lo más aterrador no es la noche: es ese segundo exacto en que se apaga la luz del día… y alguien se lleva contigo todo lo que eras.
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