Era la mañana del 25 de mayo de 1979 en Nueva York. El vecindario de SoHo apenas despertaba cuando Etan Patz, de 6 años, se preparó con entusiasmo para un día especial. Sus padres, Stanley y Julie, por primera vez le permitieron caminar solo hasta la parada del autobús escolar, a apenas dos cuadras de distancia. Era un pequeño paso de independencia para el niño de la mochila azul y la gorra que salió sonriente de casa.
Pero ese trayecto corto nunca se completó. Etan no llegó al autobús. No llegó a la escuela. Y jamás regresó a casa. Su desaparición se convirtió en una pesadilla inmediata para su familia y en un misterio que pronto estremecería a todo el país. Lo que debía ser una rutina inocente se transformó en el inicio de una de las búsquedas más emblemáticas de la historia de Estados Unidos.
La desesperación de los Patz movilizó a miles. Voluntarios, policías y medios de comunicación inundaron las calles con su rostro. Por primera vez, se imprimieron fotografías de un niño desaparecido en los cartones de leche, convirtiendo a Etan en un símbolo nacional. Nueva York se cubrió de carteles y, con ellos, la esperanza de encontrarlo con vida. Pero el tiempo pasaba y no aparecían respuestas.
Durante décadas, el caso quedó marcado por sospechas y callejones sin salida. Se investigaron posibles culpables, pero ninguno pudo ser detenido. La ausencia de pruebas concretas convirtió la desaparición de Etan en un misterio sin desenlace. Su nombre, sin embargo, nunca desapareció de la memoria colectiva, manteniéndose como un recordatorio permanente de la fragilidad de la infancia frente al peligro.
En 2012, más de treinta años después, el caso dio un giro inesperado. Pedro Hernández, un hombre con antecedentes de problemas psicológicos, confesó haber atraído a Etan a un sótano con la promesa de un refresco. Allí lo atacó y se deshizo del cuerpo, que nunca fue encontrado. El juicio fue complejo, con dudas sobre la validez de su confesión, pero en 2017 fue declarado culpable de secuestro y asesinato, condenado a cadena perpetua.
Etan tenía solo 6 años. Quería caminar un par de cuadras para demostrar que podía crecer, pero en minutos alguien le robó el futuro. Su desaparición cambió para siempre la manera en que Estados Unidos enfrentaba los casos de niños perdidos. El 25 de mayo, día de su desaparición, fue declarado el Día Nacional de los Niños Desaparecidos. Un homenaje doloroso para un niño que nunca volvió a casa.
Porque a veces, lo más aterrador no es perderse en un camino largo…
sino desaparecer en el trayecto más corto, en pleno corazón de tu propio vecindario.
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