En el corazón de Madrid, muy cerca de la Gran Vía y la Plaza de los Mostenses, existe una calle corta y discreta, que a simple vista parece inofensiva. Su nombre es Antonio Grilo, pero quienes conocen su historia la llaman de otra forma: la calle maldita de Madrid.
Porque entre sus edificios se esconde una sucesión de tragedias que aún hoy alimentan la leyenda de un lugar marcado por la muerte y el misterio. Y todo comienza en el portal número 3, donde las paredes parecen susurrar los ecos de lo que ocurrió.
La primera desgracia documentada ocurrió en 1945. Un hombre fue encontrado sin vida en su cama. No había signos de violencia, pero sujetaba un mechón de cabello en la mano, como si hubiese intentado aferrarse a algo en su último aliento. Nunca se esclareció qué pasó realmente, y aquel hallazgo quedó envuelto en incógnitas.
Pero la verdadera pesadilla llegó en 1962. Un sastre que vivía en el piso 3ºD perdió la razón y acabó con la vida de su esposa y de sus cinco hijos pequeños. Después, en un acto de desesperación, colocó los cuerpos en el balcón para que todo el vecindario los viera… y finalmente se quitó la vida. El barrio entero quedó paralizado frente a una escena que parecía sacada de una película de terror.
El horror no terminó ahí. Apenas dos años después, en 1964, otro suceso estremeció a la ciudad: una mujer mató a su bebé recién nacido y lo ocultó en un armario del mismo edificio. Con este crimen, el número 3 de Antonio Grilo se consolidó como un lugar marcado por la tragedia.
En menos de veinte años, ocho muertes violentas quedaron registradas en la misma dirección. Desde entonces, la prensa y los vecinos bautizaron el edificio como “la casa maldita de Madrid”. La historia se transmitió de generación en generación, alimentando la leyenda de que algo oscuro habita entre esas paredes.
Hoy en día, la calle sigue siendo transitada por oficinistas, turistas y vecinos que cruzan sin detenerse. Para algunos, Antonio Grilo es solo una calle más del centro de Madrid. Pero otros aseguran que al pasar frente al número 3 se siente una extraña pesadez, como si la tragedia aún flotara en el aire.
Guías de rutas paranormales incluyen el lugar en sus recorridos nocturnos, mientras curiosos se acercan a fotografiar el portal. Incluso hay quienes han ofrecido dinero a los vecinos para poder entrar unos minutos al edificio, con la intención de comprobar si la “maldición” es real.
Más allá de supersticiones, lo cierto es que la calle Antonio Grilo forma parte del lado más oscuro de Madrid: un rincón donde los hechos violentos se acumularon en un mismo punto, dejando tras de sí un eco imposible de ignorar.
Porque a veces, lo más aterrador no es un espectro inventado ni un mito urbano…
sino una dirección concreta, con código postal y vecinos, donde el horror decidió quedarse para siempre.
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