Victoria Climbié: la niña olvidada por quienes juraron protegerla


 Era el 25 de febrero de 2000, en Londres. Una ambulancia llegó con una niña de 8 años, llamada Victoria Adjo Climbié, cuyo cuerpo hablaba por ella: más de 120 lesiones visibles, huesos rotos, cicatrices por quemaduras y congelación. Su piel, rota por el sufrimiento, contaba la historia de una infancia rota que nadie supo reparar. 

Victoria había emigrado desde Costa de Marfil con la esperanza de una vida mejor. Pero su tía, Marie-Thérèse Kouao, y su pareja, Carl Manning, la convirtieron en una sombra torturada. La niña vivía encadenada, hambrienta, humillada: la obligaban a dormir en una bañera de plástico, quemarla con colillas, golpeada con cadenas o utensilios. Era el horror en carne y hueso.

Durante meses, médicos notaron los golpes; maestros, su delgadez; vecinos, los llantos. Guarderías, hospitales, servicios sociales, iglesias recibieron señales claras. Pero ni una sola acción se realizó para salvarla. Todos fallaron, sistemáticamente, ante una niña que gritaba con su cuerpo. 


El 25 de febrero, después del golpe final, Victoria fue declarada muerta. El juez la describió como “muerta por manos de quienes la cuidaban, con una agonía solitaria e insoportable”. 

En el juicio, Kouao y Manning fueron declarados culpables de asesinato. Ambos recibieron condena de cadena perpetua. El tribunal fue implacable: la niña murió bajo una tormenta de indiferencia institucional, no solo por quienes la maltrataron. 

Su muerte detonó la investigación pública liderada por Lord Laming, cuyos hallazgos fueron devastadores: en al menos 12 ocasiones, Victoria estuvo al borde de ser salvada. Pero la burocracia, la inacción y el prejuicio se cruzaron en su camino. 



El informe Laming (enero 2003) no solo condenó a los profesionales implicados, sino que generó la reforma más profunda de protección infantil en Reino Unido: el Children Act 2004, el programa Every Child Matters, y una base de datos nacional para niños en riesgo.

A dos décadas del caso, el impacto persiste: su tragedia inspiró cambios reales, pero también recuerda que los errores se repiten si no se aprende de ellos. Como señala un análisis reciente, el sistema sigue fallando a niños vulnerables.

Victoria tenía solo 8 años.
La llevaron a Inglaterra con sueños. Murió traicionada por quienes debían protegerla.
Porque a veces, lo más aterrador no es encontrarte con un monstruo en la calle…
sino que todo el sistema, de puertas adentro, te dé la espalda.

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