El caso de Antonio David Barroso: el niño de Morón que desapareció en un viaje sin regreso


Morón de la Frontera (Sevilla) — 12 de septiembre de 2021. Antonio David Barroso Díaz tenía 15 años, una discapacidad gravísima y una dependencia total de los adultos para todo: moverse, alimentarse, medicarse. Padecía un síndrome epiléptico severo (Lennox-Gastaut / West, según distintas fuentes) que exigía medicación estricta y vigilancia constante. Ese domingo por la mañana, su madre, Macarena D. O., lo recogió de casa del padre para “pasar unos días con él”. A partir de ahí empezó un viaje por carretera que, según la investigación, terminó sin su hijo y con un misterio que cuatro años después sigue sin respuesta.

La vida de Antonio David había sido una carrera de obstáculos desde los primeros meses. Convulsiones, diagnósticos encadenados, una discapacidad reconocida por encima del 90 %, silla de ruedas y fármacos que marcaban su rutina diaria. Su padre, Antonio Ángel Barroso, y su madre estaban separados; la custodia, de facto, implicaba que el menor pasaba periodos con ambos progenitores, pero siempre con medicación pautada y controles médicos. Por su extrema vulnerabilidad, cualquier desajuste —un golpe de calor, una dosis omitida— podía ser letal.

El 12 de septiembre, Macarena abandonó Morón con su hijo en el coche. En sus primeras versiones habló de un viaje hacia Galicia; la reconstrucción policial posterior dibuja más bien una ruta errática: salida hacia Cádiz, regreso por Sevilla, paso por la provincia de Cáceres y llegada esa misma noche al hotel Perales de Talavera de la Reina (Toledo), donde se registró sola y donde, según declaró, el niño aún estaba con ella. Ninguna de sus explicaciones fue lineal; los investigadores describen un periplo “a la deriva”, salpicado de contradicciones y silencios.


Lo único firme es la línea de tiempo a partir del día siguiente. En la madrugada del 13 al 14 de septiembre abandona el hotel toledano. Horas después, Macarena aparece desorientada en una gasolinera de Segovia, sin rastro de Antonio David. Son los trabajadores de la estación quienes alertan a la Guardia Civil al verla confusa, sin el menor y con un relato roto. En sede policial llega a admitir que el niño ha muerto y que se deshizo del cuerpo tirándolo a un contenedor de basura en Madrid, versión que luego matizaría o negaría en distintas declaraciones.

Desde ese momento, el caso deja de ser solo una desaparición y se convierte, a ojos de la Policía y la Fiscalía, en una “desaparición mortal”. Se activa un dispositivo en Madrid para localizar el supuesto contenedor y el vertedero al que habrían llegado los restos. Todas las miradas apuntan al macrovertedero de Valdemingómez. Durante semanas se revisan registros, se consulta la trazabilidad de los residuos, se estudia la viabilidad técnica de excavar entre toneladas de basura. Nunca se encuentra el cuerpo de Antonio David, ni restos atribuibles al menor. El paralelismo con el caso de Marta del Castillo —condenados sin cadáver— aparece una y otra vez en la prensa.

A falta de hallazgos físicos, la investigación se centra en reconstruir el viaje y determinar cuándo y dónde pudo morir el niño. Según publicó Canal Sur en 2025, la Policía Nacional baraja tres grandes hipótesis: que falleciera el mismo 12 de septiembre en Morón (por una crisis o golpe de calor); que muriera en un hostal de Toledo antes de reanudar la ruta hacia Madrid; o que la muerte se produjera en algún punto de Cáceres, quizás por la combinación de altas temperaturas y ausencia de medicación. Son escenarios, no certezas: no hay autopsia, no hay lugar del hecho, no hay hora oficial de la muerte.


Lo que sí está fijado en la causa es que Antonio David llevaba días sin recibir el tratamiento que necesitaba para controlar su epilepsia. La Fiscalía sostiene que su madre dejó de administrarle la medicación y que eso, unido al viaje errático, constituye la base del delito. El atestado recoge también informes psiquiátricos que describen un trastorno bipolar y episodios psicóticos previos en Macarena, extremo que la defensa esgrime para pedir que se la considere inimputable o con responsabilidad muy limitada.

En los primeros meses tras la desaparición, la madre pasó por distintos centros psiquiátricos en régimen de internamiento. Después quedó en libertad con cargos, bajo investigación por desaparición de menor y, más tarde, por homicidio imprudente. En septiembre de 2024, el juzgado dictó auto de apertura de juicio oral: Macarena será juzgada por homicidio imprudente, con la Fiscalía solicitando que se le aplique una eximente completa por trastorno mental y se la someta a tratamiento psiquiátrico en lugar de cárcel.

La familia paterna, en cambio, ejerce la acusación particular y pide 20 años de prisión al considerarla plenamente responsable de la muerte y desaparición de Antonio David. El padre, Antonio Ángel, habla abiertamente de violencia vicaria: está convencido de que su expareja “lo dejó morir” al retirarle la medicación y luego hizo desaparecer el cuerpo, no necesariamente en Valdemingómez. Él cree que su hijo podría estar enterrado en algún punto entre Morón y la Costa del Sol, quizá en la zona de Marbella, tramos por los que también pasó el coche durante el viaje.


Mientras el procedimiento penal avanza a ritmo judicial, el caso de Antonio David se ha convertido en una herida abierta en Morón de la Frontera. Cada aniversario, vecinos, asociaciones y la familia se concentran en la plaza del ayuntamiento para recordar al menor, mostrar su foto y repetir la misma pregunta: “¿Dónde está Antonio David?”. La Cadena SER, RTVE, Onda Cero y otros medios han dedicado especiales al caso, subrayando su crueldad añadida: a diferencia de otros crímenes, aquí no hay cuerpo, no hay lugar al que ir a llorarle.

En septiembre de 2025 se cumplieron cuatro años de su desaparición. Ese mes, el padre repartió 5.000 fotografías del niño por Morón y pueblos cercanos; en ellas se lee: “Soy Antonio David Barroso Díaz, sigo desaparecido. Hoy necesito que no me olvides”. La familia, junto a asociaciones de desaparecidos, insiste en que sin restos no hay cierre posible: el juicio podrá fijar culpas, pero no dará respuesta a la pregunta clave de este caso, el “dónde” que les quita el sueño. El juicio en la Audiencia Provincial de Sevilla está señalado para el 9 de enero de 2026.


Al fondo de todo late otra crítica: nadie avisó al padre de la gravedad del trastorno mental de Macarena. Antonio Ángel afirma que jamás le informaron de los diagnósticos psiquiátricos de su exmujer ni de episodios previos, y que, de haberlo sabido, nunca habría permitido que se marchara sola con su hijo tan vulnerable. Para él, el sistema falló dos veces: primero, al no proteger a Antonio David en vida; después, al no volcar todos los medios posibles en encontrar su cuerpo.

Antonio David Barroso Díaz no podía hablar, no podía levantarse de la silla, no podía pedir ayuda si algo iba mal. Dependía por completo de la persona que debía protegerlo. Hoy su nombre es sinónimo de pregunta sin respuesta: un viaje en coche, una madre desorientada en una gasolinera, un cuerpo que nadie ha visto y un padre que repite, año tras año, el mismo lema: “A mi hijo no se lo ha tragado la tierra; alguien sabe dónde está”. Y esa, precisamente, es la pesadilla que sigue pendiente de despertar.

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