Irene Rodríguez López: la niña de Alcalá de Henares que el mundo busca desde hace más de dos años


A finales de mayo de 2023, en Alcalá de Henares (Madrid), la vida de una niña de tres años cambió para siempre. Se llama Irene Rodríguez López. Ese día debía ser uno más entre visitas, rutinas y custodia compartida rota por una reciente decisión judicial. Nueve días antes, un juzgado había otorgado la custodia exclusiva de Irene a su padre. Pero el 28 de mayo de 2023, la pequeña desapareció junto a su madre, María López González, y desde entonces nadie ha podido traerla de vuelta. 

La ficha oficial de SOS Desaparecidos es clara y fría como un expediente: “Menor desaparecida. Irene Rodríguez López. Desaparece el 28/05/2023 en Alcalá de Henares, Madrid. Tenía 3 años; hoy tendría 6”. Mide alrededor de 1,10 m, pesa unos 15 kilos, pelo castaño largo y ondulado, ojos castaños, complexión normal. Bajo esa descripción técnica aparece una frase que lo cambia todo: “Sustracción parental en compañía de su madre, María López González”. 

Lo que empieza como un conflicto de familia se convierte, con el paso de los meses, en un caso internacional. Según las informaciones recogidas por los medios, Irene fue vista con su madre en Barcelona días después, descendiendo de un ferry, lo que alimenta la hipótesis de una salida al extranjero por vía marítima. La madre, de 35 años en ese momento, rompe todo contacto con el padre de la niña pese a que ya no tenía la custodia, y a partir de ahí el rastro se difumina entre puertos, fronteras y ciudades donde nadie sabe… o nadie dice. 


En enero de 2024, un juzgado de Alcalá de Henares emite una orden de busca y captura contra María López González. La Policía Nacional y la Guardia Civil comienzan a trabajar con la hipótesis de que ya no están en España. La propia Policía, citada por varios medios, admite que cree que Irene y su madre abandonaron el país y que la búsqueda debe ampliarse a otros territorios europeos, quizá incluso más allá. No es solo una niña “en paradero desconocido”: es una menor presuntamente retenida fuera del alcance de quien tenía la custodia legal. 

En diciembre de 2024, más de un año y medio después de la desaparición, SOS Desaparecidos da un paso decisivo: activa una alerta internacional para localizar a Irene Rodríguez López. La noticia se amplifica en medios como La Vanguardia, Infobae, El Debate, Escudo Digital, Antena 3 o Mundo Deportivo. Todos repiten el mismo punto de partida: Irene desapareció en Alcalá de Henares en mayo de 2023 y su caso está tipificado como sustracción parental; la madre también figura como desaparecida y sobre ella pesa una orden judicial. 

La campaña da un salto inesperado: la red de cajeros automáticos Euronet ATM comienza a mostrar su rostro y el de su madre en pantallas de toda Europa. El presidente de SOS Desaparecidos, Joaquín Amills, explica que la imagen de Irene puede llegar a verse hasta 40 millones de veces en pocos días gracias a esta herramienta. Cada extracción de efectivo, cada consulta de saldo, se convierte en una oportunidad para que alguien, en algún país, reconozca a esa niña de ojos grandes que lleva demasiado tiempo lejos de casa. 



En las noticias se repiten una y otra vez los mismos datos: Irene desapareció cuando tenía 3 años; ahora tiene 6. Su padre, Ángel Rodríguez, tenía la custodia exclusiva desde nueve días antes de que la menor desapareciera. La madre había denunciado malos tratos, el contexto judicial era complejo, y en medio de esa guerra de adultos, la niña quedó atrapada en el peor de los escenarios: una marcha sin retorno confirmada. Son palabras que cortan: “sustracción parental”, “orden de busca y captura”, “alerta internacional”. Detrás, la realidad más sencilla: una niña que debería estar en el colegio, jugando en un parque, abrazando a su familia. 

Con el tiempo, el caso de Irene Rodríguez López empieza a aparecer en grupos de búsqueda internacionales, páginas en francés y otras lenguas donde se explica que su padre lleva más de dos años sin saber nada de ella a pesar de tener la custodia. Organizaciones de padres separados y colectivos de protección a la infancia comienzan a citarla como ejemplo extremo de lo que sucede cuando las grietas del sistema permiten que una menor cruce fronteras sin mecanismos de retorno efectivos. 

La Policía y SOS Desaparecidos insisten en algo esencial: no se trata de un simple conflicto familiar ni de una discusión más en un juzgado de familia. Es un caso abierto, con una menor en situación de riesgo, sujeto a investigación penal. La calificación como “sustracción parental” no resta gravedad; al contrario, señala que Irene podría estar creciendo aislada de una parte de su familia, de su entorno, de su identidad legal. Y cada año que pasa, el daño se vuelve más profundo y difícil de reparar. 


Las hipótesis oficiales hablan de salida al extranjero y ocultamiento deliberado. No hay constancia pública de que se hayan encontrado objetos, prendas o documentos de la niña en España después de su marcha. Tampoco se ha hecho público ningún indicio sólido de que haya regresado al país. Todo apunta a una vida en otro lugar, con otra rutina, otro paisaje… y con un nombre que quizá ya casi nadie pronuncia en voz alta, excepto quienes la siguen buscando desde Alcalá de Henares. 

Mientras tanto, la cronología se clava como una aguja: 28 de mayo de 2023, desaparición en Alcalá de Henares; 2023–2024, primeros intentos de localizarla dentro de España; 16–19 de diciembre de 2024, activación oficial de la alerta internacional; 2025, campañas renovadas, difusión en cajeros de toda Europa, noticias que recuerdan que Irene Rodríguez López sigue sin regresar a casa. Ninguna nota oficial ha informado de su localización o del arresto de su madre. El caso continúa abierto. 

En medio de siglas —CNP, Interpol, alertas internacionales, sustracción parental— queda lo más humano: un padre que mira cada fotografía de su hija como si fuera un mapa, unos abuelos que piensan en ella en cada cumpleaños y una sociedad que, poco a poco, empieza a reconocer su rostro en noticias, redes y pantallas de cajeros de media Europa. Cada vez que alguien comparte su cartel, se suma un pequeño hilo a una red que busca tirar de ella hasta encontrar una orilla. 


La historia de Irene Rodríguez López es, ante todo, la historia de una infancia partida en dos: la que vivió en Alcalá de Henares y la que está viviendo en algún lugar que aún no conocemos. Es también un recordatorio incómodo de que las desapariciones no siempre tienen que ver con desconocidos en la noche; a veces nacen en los conflictos que estallan dentro de casa. Y hasta que ella no vuelva, o hasta que no haya una verdad clara sobre dónde está y cómo está, la pregunta seguirá siendo la misma: ¿dónde está Irene? Y, sobre todo… ¿cuándo podrá volver a casa?

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