Jesús Muñoz Armenteros: la desaparición silenciosa que aún persigue a Jaén


La tarde se le tragó a finales de mayo de 2016, en Jaén capital. Jesús Muñoz Armenteros tenía 60 años, era vecino de la ciudad y trabajaba como auxiliar/administrativo sanitario en el complejo Doctor Sagaz, el antiguo hospital El Neveral. Vivía solo desde hacía poco en un piso de la zona del Gran Eje y estaba de baja por depresión. Esa combinación —vida ordenada, rutina conocida y una tristeza clínica reciente— hace que su ausencia, todavía hoy, resulte tan inquietante.

La fecha oficial de desaparición marcada por SOS Desaparecidos es el 25 de mayo de 2016, en el entorno de La Imora, una de las zonas de campo donde Jesús solía caminar para despejarse. Días después, algún conocido dijo haberlo visto por el barrio, caminando por la calle Europa hacia la avenida de Andalucía, como si fuera un paseo más entre tantos. Después de eso, nada. Ni una cámara, ni un cajero, ni una gestión administrativa: el rastro documental se corta en seco.

Su hija fue la primera en notar que algo no cuadraba. Durante unos días asumió que su padre estaba “aislado” por el cuadro depresivo, una conducta que encajaba con cómo se había sentido en semanas anteriores. Pero el teléfono seguía apagado, no respondía a mensajes, ni a las llamadas de compañeros del hospital. El 1 de junio de 2016, con la inquietud ya convertida en alarma, llamó a la Policía Nacional y formalizó la denuncia por desaparición.


Cuando los agentes acudieron al piso y nadie abría, tuvieron que solicitar la intervención de los bomberos para entrar por el balcón. Dentro encontraron una escena inmóvil: comida en el frigorífico, objetos personales en su sitio, medicación y efectos cotidianos sin recoger, algunas ventanas sin cerrar. No había signos de pelea, ni de prisa, ni esa sensación de “mudanza exprés” que deja alguien que decide irse voluntariamente. Simplemente, Jesús no estaba.

La investigación se activó con rapidez. La UDEV de la Policía Nacional asumió el caso y las primeras batidas se centraron en los caminos y zonas verdes que Jesús frecuentaba: el cerro de Santa Catalina, la zona del Neveral, la Vía Verde y el paraje de La Imora. Para quienes lo conocían, tenía sentido empezar por ahí: cuando quería pensar o aliviar la cabeza, se iba al monte. Esa vez, el monte no devolvió ninguna respuesta.

El 29 de junio de 2016 se desplegó uno de los dispositivos de búsqueda más grandes que recuerda la capital jiennense: seis equipos formados por Policía Nacional, Guardia Civil, Unidad Adscrita a la Junta de Andalucía, voluntarios de Protección Civil, el GREA y Medio Ambiente. Participaron perros de rastreo, un helicóptero de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Oriental y patrullas motorizadas del Seprona. Se peinaron de nuevo Santa Catalina, El Neveral, la Vía Verde y La Imora. El balance fue devastador: “resultado negativo”.


Pasaron los meses, y después los años. Artículos en la prensa local como “Un año sin noticias de Jesús Muñoz Armenteros” o “Cuatro casos de desapariciones inquietantes siguen sin resolverse” iban marcando aniversarios sin novedades, mientras el caso pasaba del área de investigación activa al archivo de personas desaparecidas… pero sin cerrarse. La propia Policía Nacional insistió en 2018 en la Cadena SER que la desaparición “no está cerrada” y que todas las hipótesis continúan abiertas.

En 2024, la historia de Jesús volvió a primera línea mediática gracias al programa de RNE Código 6 y a un reportaje asociado en RTVE. Allí se revelaron dos elementos clave que hasta entonces apenas se conocían públicamente: una nota manuscrita encontrada en su piso y las obras que se estaban realizando en la vivienda en el momento de la desaparición. Según el análisis del programa, esos detalles son fundamentales para sostener la principal hipótesis sobre qué pudo pasarle, una hipótesis que la familia comparte… pero que, por ahora, no ha podido demostrarse ante un juez.

La familia de Jesús mantiene, desde hace años, una sospecha concreta sobre el entorno en el que se movía en ese momento, lo que incluye a al menos una persona con la que habría tenido fricciones previas. Esa línea, recogida en el trabajo de RNE, se apoya en la nota, en la cronología de sus últimos días y en pequeños gestos que, con el tiempo, han adquirido otro significado. Aun así, no hay imputaciones firmes ni acusaciones formales: es una sospecha, una lectura de indicios, no una verdad judicial. La investigación oficial, recuerdan tanto Policía como medios, sigue sin señalar a nadie como responsable.

A falta de pruebas de una salida del país, sin operaciones bancarias posteriores y con su entorno íntimo convencido de que no se habría marchado sin avisar, la opción de una desaparición voluntaria pierde fuerza. Jesús tenía citas médicas programadas, tareas pendientes, planes familiares y laborales para los días siguientes a su desaparición, algo que subraya RTVE al reconstruir su agenda. Tampoco se ha encontrado hasta hoy ningún indicio claro de un suicidio —ni carta, ni lugar, ni restos— pese al dispositivo inicial centrado en zonas de riesgo.

En septiembre de 2024, el digital Jaén Hoy lo incluía entre los nueve desaparecidos activos de la provincia, recordando que su rastro se pierde en la primavera de 2016 y que su expediente sigue vivo en los listados de SOS Desaparecidos. La ficha de la asociación lo describe con 60 años al desaparecer, 1,60 m de estatura, unos 70 kilos, pelo castaño corto y liso, ojos marrones y complexión normal. La referencia oficial de su caso es 20-01392, con lugar de desaparición fijado en La Imora, Jaén.

El paso del tiempo no ha rebajado el peso del caso en la ciudad. Jesús era un trabajador conocido en el entorno sanitario, un vecino más en el mapa de Jaén y un padre presente. Para su familia, el mayor tormento no es solo la ausencia, sino la falta de respuestas: no poder hacer duelo, no saber si mirar hacia el monte, hacia un posible delito o hacia un giro que nadie supo ver a tiempo. De ahí la frase que repiten en entrevistas desde hace años: “Mientras no haya evidencia de muerte, hay esperanza de vida… pero también derecho a saber qué pasó”.

Hoy, casi una década después, el nombre de Jesús Muñoz Armenteros aparece en cada listado de desapariciones sin resolver en Andalucía; un punto rojo más en los mapas de asociaciones y medios, pero un vacío enorme en una casa donde todavía suena el eco de las llaves que nunca volvieron a girar en la cerradura.


Jesús Muñoz Armenteros salió un día a caminar —o quizá solo a despejar la mente— en una ciudad que conocía de memoria, y desde entonces su historia quedó suspendida entre un piso sin cerrar del todo, una nota manuscrita y un monte que guarda silencio. Es una pesadilla que no hace ruido, pero que sigue latiendo en Jaén: la de un hombre que parecía haberlo dejado todo en pausa… salvo lo más importante, su propia vida.

Si tienes cualquier información sobre Jesús Muñoz Armenteros, por mínima que parezca, puedes contactar con la Policía Nacional o con la asociación SOS Desaparecidos (teléfonos 649 952 957 y 644 712 806, referencia 20-01392). A veces, un recuerdo leve —una conversación, un coche, una hora— es la pieza que falta para despertar de una pesadilla que dura demasiado.

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