Manuela Conde: la vecina con alzhéimer que salió un momento de casa y se perdió entre los montes de Avión (Ourense)



El domingo (16 de noviembre 2025) por la tarde, en la aldea de Rubillón, en el municipio ourensano de Avión, todo parecía rutina: familia reunida, visita de fin de semana, conversaciones de cocina y frío entrando poco a poco por las ventanas. En algún momento de esa tarde, casi sin que nadie lo viera, Manuela Conde Cid, de 73 años y enferma de alzhéimer, salió de la casa en la que estaba de visita. No volvió. Desde entonces, la desaparición de Manuela Conde se ha convertido en una carrera contra el tiempo, el frío de la noche y un territorio que no perdona los despistes. 

Manuela Conde es vecina de Piñor de Cea (Ourense). No es de Rubillón: había ido allí a pasar el día con su familia, en una zona que no conoce, en un entorno de aldeas dispersas, montes abandonados y caminos que se bifurcan sin señal alguna. Ese detalle —ser “forastera” en el lugar donde desaparece— es clave para entender por qué la alarma saltó tan rápido: una mujer mayor, con alzhéimer, lejos de su entorno habitual, sin referencias espaciales claras y sin capacidad plena para orientarse o pedir ayuda de forma consistente. 

Según la reconstrucción de los medios locales, la desaparición de Manuela Conde se produjo el domingo por la tarde, cuando salió de la casa en la que estaba con su hijo sin que nadie se diera cuenta. Vestía pantalón verde y chaqueta blanca, una combinación que los equipos de búsqueda repiten una y otra vez en las descripciones públicas. Su ausencia no tardó en detectarse y, desde esa misma tarde hasta las cinco de la mañana, familiares y vecinos estuvieron buscándola por los alrededores, incluso con un dron equipado con cámara térmica, sin encontrar ni un solo rastro claro. 


Con las primeras luces del lunes, el dispositivo de búsqueda de Manuela Conde se profesionalizó y se amplió. En la zona trabajan la Guardia Civil, el GES de Avión, Protección Civil de Beariz y de O Carballiño, además de numerosos voluntarios y vecinos que conocen cada curva, cada pista forestal, cada sendero de monte que ya casi nadie usa. Se rastrean aldeas limítrofes, márgenes de río, caminos poco transitados y zonas de abrigo donde podría haberse refugiado para pasar la noche. Aun así, la orografía juega en contra: terreno duro, rústico, con vegetación cerrada y caminos mal conservados. 

Los medios locales describen una escena que se repite a diario en Rubillón: reuniones de coordinación en la plaza de la iglesia, reparto de zonas, mapas desplegados sobre el capó de los coches y grupos de búsqueda saliendo en turno de mañana y de tarde. Los responsables del operativo han pedido especialmente a cazadores, senderistas, gente acostumbrada a caminar por el monte que se sumen, porque el área a cubrir es enorme. También resultan útiles colectivos como aficionados al motocross o al 4x4, capaces de llegar a pistas complicadas que un turismo corriente ni siquiera podría intentar. 

La familia de Manuela Conde Cid ha alzado la voz desde el primer momento. A través de declaraciones a la prensa y de comunicados compartidos por concellos y redes sociales, han pedido que se refuercen los recursos, especialmente los medios aéreos, aprovechando los días de buena visibilidad. La petición tiene lógica: el monte está muy abandonado y hay infinidad de recovecos, pequeñas corredoiras y puntos de abrigo donde una persona mayor podría haberse resguardado y pasar desapercibida en un rastreo solo a pie o por carretera. Cada hora que pasa baja más la temperatura durante la noche, y esa es la verdadera enemiga en este caso. 


Rubillón y sus aldeas vecinas comparten un problema común en la Galicia interior: pueblos muy envejecidos, pocas casas habitadas, mucho monte y casi nadie mirando por las ventanas. Los medios recuerdan que en esta zona hay multitud de senderos y viejos caminos que hoy casi no se usan, pero que siguen ahí, abiertos como venas entre robles y pinos. Es el escenario perfecto para que una persona de 73 años, sin problemas de movilidad pero con alzhéimer, pueda caminar kilómetros sin ser vista por nadie. La sensación que transmiten los equipos es clara: Manuela podría estar relativamente cerca… y, aun así, ser invisible. 

Hay otro detalle inquietante en el caso de Manuela Conde: no es la primera vez que se pierde en Rubillón. G24 ha informado de que hace apenas quince días ya había desaparecido en la misma aldea, aunque entonces fue localizada al poco tiempo en casa de una vecina. Esta vez, sin embargo, el tiempo se alarga, las temperaturas caen más, y la geografía del entorno multiplica el riesgo. El Concello de Cea y otros perfiles institucionales han difundido su caso, recordando que Manuela es de Piñor de Cea y no conoce bien la zona, algo que aumenta la desorientación y complica sus posibles decisiones al caminar. 

La desaparición de Manuela no está aislada. G24 ha publicado piezas con el título “Sen noticias das mulleres desaparecidas en Lalín e Avión”, recordando que, en los mismos días, otra mujer —Clotilde, de 53 años— está siendo buscada en Lalín, también con posibles problemas de demencia o desorientación. En ambos casos, mujeres, entorno rural, noches de frío y muchas horas desaparecidas. Son historias distintas, pero se solapan en algo esencial: el riesgo extremo al que se exponen las personas con deterioro cognitivo cuando desaparecen en zonas de monte. 

Para entender por qué la desaparición de Manuela Conde preocupa tanto a los especialistas, hay que mirar las cifras. RTVE, citando datos del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES), explica que en 2024 se registraron 268 denuncias de desaparición de personas con demencias en España. Informes de entidades como CEAFA y de QSD Global llevan años avisando: una parte muy significativa de los mayores desaparecidos sufre alzhéimer y otros tipos de demencia, y muchos de ellos se pierden al salir de casa a dar un paseo o hacer un recorrido que, en su mente, sigue siendo el de hace décadas. 


Otros análisis recientes, basados en los informes anuales del CNDES, indican que las personas mayores de 65 años son uno de los grupos más vulnerables en las desapariciones: solo en 2023 se contabilizaron 972 denuncias de mayores desaparecidos en España, muchas veces ligadas a problemas de orientación y enfermedades neurodegenerativas. Organizaciones de mayores y de familiares de personas con alzhéimer insisten en que no se trata de “casos aislados”, sino de un fenómeno recurrente que exige planes preventivos, dispositivos de geolocalización y respuestas rápidas cuando alguien se pierde. El caso de Manuela, en pleno 2025, encaja dolorosamente en ese patrón.

Mientras tanto, la respuesta social en torno al caso Manuela Conde Cid se ha ido amplificando. QSD Global ha difundido su desaparición en redes, subrayando que Avión se ha volcado en su búsqueda. Perfiles como G24Noticias, el Concello de Cea y otros ayuntamientos cercanos han compartido los datos básicos de la alerta, pidiendo voluntarios y recordando que cualquier información debe comunicarse de inmediato a la Guardia Civil o al GES de Avión. Grupos vecinales —como el de “Eu son de Vilaboa!!!”— también han replicado el aviso, convirtiendo el rostro de Manuela y su nombre en un eco constante en la Galicia interior. 

En el fondo, la desaparición de Manuela Conde condensa uno de los miedos más profundos de cualquier familia que convive con el alzhéimer: que un gesto tan simple como “salir un momento de casa” se convierta en el inicio de una pesadilla. No hay nota de despedida, no hay conflicto, no hay crimen confirmado; solo una puerta, una tarde de domingo y unos pasos que se pierden entre aldeas semi vacías y un monte que ya casi nadie recorre. Para su entorno, cada noche que pasa al raso no es solo una cuestión estadística: es imaginar el frío, la confusión, el miedo de alguien que quizá no sabe ni dónde está ni cómo volver.

Hoy, el caso de Manuela Conde desaparecida en Avión (Ourense) sigue abierto. Las batidas continúan, los horarios de los operativos se mantienen, las llamadas a la colaboración no cesan. Si la has visto, si crees haberla visto caminar por alguna carretera secundaria, por un camino de monte o por un pueblo cercano, la recomendación es clara: no intentes resolverlo por tu cuenta. Llama de inmediato a la Guardia Civil o al 112, menciona el nombre de Manuela Conde Cid, su edad (73 años) y la zona donde la crees haber visto. En casos como este, un solo aviso puede marcar la diferencia entre una búsqueda a ciegas y un punto concreto en el mapa. 


Hasta que alguien aporte esa pista clave, Manuela Conde seguirá siendo la mujer que salió de una casa en Rubillón “un momento” y se desvaneció entre los montes de Avión. Un nombre más en las listas de personas desaparecidas, pero un rostro muy concreto para su familia, para los vecinos de Piñor y para todos los que estos días caminan entre toxos y carballos buscándola. En una España que registra cientos de desapariciones de mayores cada año, su caso nos recuerda algo incómodo: a veces, el terror no está en crímenes elaborados ni en asesinos en serie, sino en la fragilidad silenciosa de una mente que se desorienta, un sendero mal marcado y una noche de frío que cae sobre alguien que no recuerda el camino de vuelta a casa.

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