La autopsia cambió el guion: en los pulmones de la víctima no había humo y presentaba lesiones compatibles con asfixia. Es decir, María Amparo había muerto antes de que ardiera el salón; el fuego fue un montaje para ocultar el crimen. La Policía Nacional reorientó la investigación y, casi un año después, detuvo a su marido, un policía local jubilado.
El caso llegó a jurado popular. La Audiencia de Valencia declaró probado que el acusado estranguló a su esposa aprovechando que ella estaba ebria —lo sabía y dificultaba su defensa—, y provocó luego un incendio con riesgo para terceros. La sentencia fijó 20 años y un mes por asesinato con agravante de parentesco y 10 años por incendio: 30 años de prisión.
Más tarde, la pena quedó fijada en 25 años tras la revisión en instancias superiores, confirmada mediáticamente como firme por el Supremo en 2024, manteniendo el asesinato y el incendio como hechos probados.
El veredicto no solo deshizo la coartada del “sofá que arde”. También destapó un pasado inquietante: veinte años antes, el mismo hombre había afrontado un proceso por violación durante un servicio policial. Aquel procedimiento acabó en absolución tras un episodio previo a juicio: la denunciante sufrió un incendio doméstico de “combustión lenta” que la dejó sin poder declarar. El paralelismo con el fuego de Mislata estremece.
En ese proceso de 1998–2000, la propia María Amparo defendió públicamente a su marido: participó en una huelga de hambre y lo apoyó ante cámaras. El ahora condenado reconoció entonces relaciones “consentidas no plenas” y terminó absuelto, pero el rastro de aquel caso regresó con fuerza cuando el jurado de 2023 analizó los hechos de Nochebuena.
Los forenses del Instituto de Medicina Legal de València fueron decisivos: explicaron por qué no había restos de combustión en los pulmones, describieron microlesiones cervicales y sostuvieron que la muerte fue por asfixia previa, no por el fuego. Ese informe forense, unido a incoherencias del relato del acusado y al rastro de llamadas, quebró la versión del “accidente”.
La reacción institucional fue rápida tras la detención: el Ayuntamiento de Mislata celebró un pleno extraordinario de condena y la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género confirmó el caso como feminicidio en diciembre de 2021. La vecindad guardó silencio y flores por María Amparo.
En lo judicial, la noticia recorrió medios locales y nacionales: detenido en 2021; juicio con jurado en 2023; condena por asesinato e incendio; y, posteriormente, la pena consolidada en 25 años, a ejecutar de forma efectiva. Una cronología que dejó claro que la “hipótesis de accidente” fue desmontada pieza a pieza.
María Amparo Cortés no fue “un incendio en Nochebuena”. Fue una mujer que durante años apoyó a quien acabaría quitándole la vida, una víctima cuya muerte reveló patrones, negligencias pasadas y la importancia de una pericia forense rigurosa. Su nombre queda en la memoria de Mislata y en una sentencia que reconoce lo que el humo intentó tapar.
1 Comentarios
Cuidado. La gente no cambia
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