Salió a celebrar su cumpleaños. Entró al baño de un bar en Mazatlán… y nunca volvió : El caso de Carlos Emilio Galván Valenzuela



Carlos Emilio Galván Valenzuela tenía 21 años, era originario de Guadalupe Victoria, Durango, estudiaba y trabajaba, y había viajado a Mazatlán para celebrar la vida: unos días de playa, familia y fiesta. La madrugada del domingo 5 de octubre de 2025 (noche del sábado 4 al domingo 5), su nombre quedó atrapado para siempre en un punto de la Zona Dorada: el centro nocturno Terraza Valentino. Desde entonces, nadie lo ha vuelto a ver.

Aquella noche, según el relato de su madre, Brenda Valenzuela, Carlos Emilio estaba acompañado por ella y otros familiares. Habían decidido celebrar su cumpleaños en la terraza de ese bar, uno de los más conocidos del malecón de Mazatlán. Risas, música alta, luces de neón y el ruido de vasos chocando. Nada que hiciera presagiar que esa sería la última vez que lo verían con vida.

Alrededor de las 2:30 de la madrugada, Carlos Emilio se levantó de la mesa para ir al baño. Fue un gesto cotidiano, de segundos. No llevaba más que su ropa de fiesta y su teléfono móvil. No dijo “ya vuelvo”, porque no hacía falta: estaba dentro del mismo local, rodeado de los suyos. Pero después de cruzar la puerta hacia los sanitarios, desapareció. No regresó a la mesa. No volvió a pisar la terraza.


Una de sus primas fue a buscarlo. Cuenta que intentó entrar al baño, pero un guardia de seguridad le negó el paso, asegurando que “no había nadie más dentro”. Desde la puerta, alcanzó a ver unos zapatos… que no eran los de su primo. Insistieron durante más de media hora, subiendo y bajando escaleras, preguntando a otros empleados. Nada. El celular de Carlos Emilio sonaba, pero nadie contestaba. La noche de fiesta se convirtió en una noche de pasillos vacíos y respuestas evasivas.

Al amanecer, la familia abandonó el bar para iniciar una búsqueda desesperada en hospitales, calles y playas cercanas. Horas después, Brenda interpuso la denuncia formal primero en Durango y más tarde ante la Fiscalía de Sinaloa. La ficha oficial lo describía como un joven de unos 1,70 m de estatura, complexión delgada, tez morena clara, cabello oscuro y barba incipiente. Fecha de desaparición: 5 de octubre de 2025. Última vez visto: baños del bar Terraza Valentino, Zona Dorada de Mazatlán.

El caso dio un salto explosivo cuando se supo que Terraza Valentino es propiedad de Ricardo Velarde Cárdenas, entonces secretario de Economía del gobierno de Sinaloa. Tras la presión mediática y el cateo del local por parte de la Fiscalía estatal, Velarde presentó su renuncia, aceptada por el gobernador Rubén Rocha Moya, alegando “no entorpecer la investigación”. El bar aseguró haber entregado todas las grabaciones de seguridad y colaborar “en todo lo necesario”, pero la familia denuncia que, hasta hoy, no ha visto un solo video completo de esa madrugada.



Semanas después, la investigación llegó a un punto aún más oscuro. Distintos reportes periodísticos apuntaron a Víctor Manuel Barraza Pablos, alias “El 40”, supuesto operador de la facción de “Los Chapitos” en Mazatlán, como figura clave en el control de la vida nocturna del puerto, incluyendo bares y restaurantes de la zona donde está Terraza Valentino. No hay imputación formal en la causa de Carlos Emilio, pero fuentes consultadas por periodistas lo señalan como pieza central del entramado que domina el negocio nocturno… y del miedo.

Mientras tanto, el caso no avanza al ritmo de la angustia. La madre de Carlos Emilio denuncia omisiones, falta de información y un muro de silencio institucional: asegura que no tiene reporte detallado del cateo, ni copias de las grabaciones de las cámaras, ni claridad sobre el rastreo del teléfono, cuyo último registro lo situaría cerca de un departamento en Lomas de Mazatlán. Los días pasan y la carpeta sigue sin detenciones ni hipótesis oficiales contundentes, en un estado que acumula cientos de casos de desaparición.

Ante la ausencia de respuestas, la familia convirtió su dolor en movimiento. Encabezados por Brenda, organizaron marchas en Mazatlán y en Guadalupe Victoria con una consigna única: “Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos”. El 25 de octubre, a menos de tres semanas de la desaparición, salieron a la calle junto a otras familias de desaparecidos para exigir avances reales en las investigaciones. Sus pancartas mezclaban el rostro de Carlos Emilio con el de decenas de jóvenes que también faltan.


El eco traspasó fronteras. En noviembre de 2025, familiares y amigos llevaron la foto de Carlos Emilio hasta Washington D. C., pegando carteles y exigiendo, desde la capital de Estados Unidos, que su caso no se pierda entre cifras. En redes, se difundió una carta abierta de su madre: “No hay nombre para el dolor de perder a un hijo… Mi amor no se rinde”. Cada palabra fue compartida por miles de personas, transformando la desaparición de un joven duranguense en símbolo internacional de la violencia que se vive en las noches de Mazatlán.

La Fiscalía de Durango y la de Sinaloa han reconocido que el caso se investiga como posible privación ilegal de la libertad. El gobernador Rocha Moya anunció mayor vigilancia en bares y centros nocturnos, pero las cifras de carpetas abiertas por desaparición en el puerto siguen creciendo. Entre el 1 y el 14 de octubre de 2025, se abrieron más de 20 carpetas por privación de la libertad solo en Mazatlán, en un contexto de disputa interna dentro del Cártel de Sinaloa.

A día de hoy, no hay cuerpo, no hay escena clara, no hay línea temporal completa dentro del bar. Solo preguntas repetidas como mantra: ¿Qué pasó en los baños de Terraza Valentino? ¿Quién decidió que un joven de 21 años podía desaparecer sin dejar rastro, en un lugar lleno de cámaras y seguridad? ¿Por qué las familias sienten que se enfrentan más al miedo y a la indiferencia que a un Estado dispuesto a llegar hasta el fondo?

> “Se fue al baño y no volvió.
Nosotros no volvimos a ser los mismos”, ha dicho Brenda en entrevistas, con la voz quebrada pero firme.



Carlos Emilio Galván Valenzuela salió a celebrar su cumpleaños en Mazatlán y terminó atrapado en una pesadilla que ya no es solo de su familia, sino de todo un país cansado de que la noche se trague a sus jóvenes. Su caso es un recordatorio brutal de que, a veces, el monstruo no se esconde en callejones oscuros… sino detrás de la puerta de un baño, en un bar lleno, bajo luces de colores y música alta. Hasta que aparezca, su nombre seguirá escrito en carteles, marchas y paredes: Carlos Emilio, te seguimos buscando.

Si tienes cualquier información sobre su paradero o sobre lo que ocurrió la madrugada del 5 de octubre de 2025 en Terraza Valentino (Mazatlán, Sinaloa), contacta con las autoridades competentes en Durango o Sinaloa, o con los colectivos de familias buscadoras de la zona. Porque a veces, un detalle mínimo es la grieta por donde entra, por fin, la verdad.

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