El Edificio Maldito: El Portero Macabro
HabÃa una vez un viejo edificio en el corazón de la ciudad, que se decÃa que estaba embrujado. El edificio habÃa sido construido en el siglo XIX y tenÃa un aspecto siniestro, con sus ventanas rotas y sus paredes cubiertas de hiedra marchita. Nadie se atrevÃa a entrar allÃ, excepto el portero, llamado Alfredo.
Alfredo era un hombre mayor, de aspecto lúgubre, con ojos oscuros y cabello canoso. HabÃa trabajado como portero del edificio durante décadas, cuidando de las instalaciones y asegurándose de que nadie entrara sin autorización. La gente del vecindario decÃa que Alfredo conocÃa todos los secretos oscuros del edificio, pero nadie sabÃa a ciencia cierta qué significaba eso.
Un dÃa, una joven llamada Ana se mudó al edificio. HabÃa oÃdo hablar de los rumores sobre el edificio embrujado, pero no les prestó atención. Ana necesitaba un lugar para vivir y el edificio era asequible, asà que decidió mudarse allà a pesar de las historias de terror.
Desde el primer dÃa, Ana notó que Alfredo era diferente. Siempre tenÃa una sonrisa siniestra en su rostro y parecÃa disfrutar asustando a los inquilinos. Ana trató de ignorarlo, pero cada vez que se cruzaba con Alfredo en los pasillos, sentÃa un escalofrÃo por la espalda.
Una noche, Ana regresó tarde a su departamento después del trabajo. Al entrar en el edificio, notó que las luces estaban apagadas y habÃa un ambiente pesado en el aire. Subió las escaleras sintiendo un escalofrÃo y cuando llegó a su departamento, encontró una nota en la puerta. La nota decÃa: "Sal de este lugar mientras puedas".
Ana se sintió perturbada, pero decidió ignorar la nota y entrar a su departamento. Sin embargo, una vez adentro, notó que algo estaba mal. Las luces no funcionaban y habÃa un olor extraño en el aire. Fue entonces cuando escuchó pasos detrás de ella y se volvió rápidamente, pero no habÃa nadie allÃ.
El miedo se apoderó de Ana mientras se movÃa lentamente por su departamento en busca de una explicación. De repente, escuchó una risa siniestra y vio a Alfredo parado en la entrada de su departamento. TenÃa una expresión malévola en su rostro y le dijo a Ana que se fuera si querÃa sobrevivir.
Ana, aterrada, intentó abrir la puerta para escapar, pero estaba cerrada con llave. Alfredo se acercó lentamente a ella, con pasos pesados y una sonrisa retorcida en su rostro. Le reveló a Ana que él era en realidad el espÃritu de un antiguo portero que habÃa muerto en el edificio años atrás y que habÃa vuelto para vengarse de todos aquellos que se atrevÃan a vivir allÃ.
Ana, desesperada, buscó una manera de escapar. Corrió por los pasillos oscuros, pero el edificio parecÃa haberse transformado en un laberinto interminable. Escuchaba risas y lamentos por todas partes, y las luces parpadeaban intermitentemente, creando sombras espeluznantes que parecÃan moverse por sà mismas. Ana se sentÃa cada vez más acorralada y su respiración se volvÃa agitada.
De repente, escuchó una voz susurrante que la llamaba desde el sótano del edificio. Aterrorizada pero sin otra opción, siguió la voz en la oscuridad, descendiendo por las escaleras que crujÃan bajo sus pies.
Cuando llegó al sótano, Ana se encontró con una escena macabra. HabÃa velas encendidas, pinturas en las paredes que parecÃan representar rituales oscuros y una figura encapuchada en el centro de la habitación. La figura resultó ser Alfredo, pero su apariencia habÃa cambiado por completo. TenÃa un aspecto cadavérico, con la piel pálida y los ojos en blanco.
Alfredo le contó a Ana la historia del edificio y cómo habÃa sido asesinado por los inquilinos en un antiguo ritual satánico. Desde entonces, su espÃritu habÃa quedado atrapado en el edificio, y buscaba venganza contra aquellos que osaban vivir allÃ.
Con un movimiento brusco, Alfredo tomó un cuchillo y se abalanzó sobre Ana, quien apenas pudo esquivarlo. Comenzó a correr desesperadamente, mientras Alfredo la perseguÃa con su cuchillo en mano, riendo manÃacamente.
Ana subió las escaleras a toda velocidad, sintiendo que las fuerzas malignas del edificio la acosaban. Tropezó varias veces, pero finalmente llegó a la planta alta. Sin embargo, la puerta de salida estaba cerrada con llave y no encontraba la llave en su bolsillo.
Justo cuando Alfredo estaba a punto de alcanzarla, Ana encontró una ventana rota y se lanzó a través de ella, rompiendo el vidrio con su cuerpo y cayendo al suelo afuera del edificio. Se levantó rápidamente y corrió lejos del edificio embrujado, mientras escuchaba los gritos y risas de Alfredo detrás de ella.
Ana nunca regresó al edificio y se mudó a otro lugar. No pudo olvidar la terrible experiencia que vivió allÃ, pero trató de seguir adelante con su vida. Sin embargo, la historia del edificio embrujado y su encuentro con el espÃritu vengativo de Alfredo la persiguió durante mucho tiempo.
Con el tiempo, Ana se enteró de que el edificio fue demolido y en su lugar se construyó un parque. La gente del vecindario decÃa que ya no habÃa rastro del espÃritu de Alfredo, pero Ana todavÃa tenÃa pesadillas con su rostro malévolo y su risa siniestra.
Años después, Ana regresó a la ciudad y visitó el parque que habÃa sido construido en el lugar del antiguo edificio embrujado. Se sorprendió al encontrar una placa conmemorativa en el parque, que contaba la historia del edificio y de Alfredo. La placa decÃa que se creÃa que el espÃritu de Alfredo finalmente habÃa encontrado la paz y que su venganza habÃa llegado a su fin.
Al leer la placa, Ana sintió una sensación de alivio y cierre. Aunque la experiencia en el edificio embrujado habÃa sido aterradora, habÃa aprendido a enfrentarse a sus miedos y a no subestimar la existencia de lo sobrenatural. Nunca olvidarÃa la historia de Alfredo y el edificio embrujado, pero ahora podÃa seguir adelante con su vida sabiendo que habÃa superado esa terrible experiencia y que habÃa encontrado la paz en su corazón.
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