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La advertencia ignorada: No te montes en el carrusel

 La advertencia ignorada: No te montes en el carrusel 

Era un soleado día de verano cuando decidí visitar el parque de diversiones. Rodeado de risas y emociones, me sentí atraído por el colorido carrusel que giraba en el centro del parque. Sin embargo, algo en mi interior me decía que me mantuviera alejado de él, una inquietud que no podía ignorar.

A pesar de mi incertidumbre, mis amigos se emocionaron al ver el carrusel y me animaron a subir. TratĂ© de resistirme, pero finalmente cedĂ­ a su insistencia. Con cada paso mĂ¡s cerca del carrusel, una extraña sensaciĂ³n de malestar se apoderĂ³ de mĂ­. Las risas y la mĂºsica alegre se desvanecieron, y solo pude escuchar el latido acelerado de mi corazĂ³n.




Subimos al carrusel y tomĂ© asiento en uno de los caballos de madera. A medida que el carrusel comenzĂ³ a girar, sentĂ­ que el mundo a mi alrededor se volvĂ­a borroso y distorsionado. Los rostros de mis amigos se desdibujaban, y una inquietante oscuridad se apoderaba de todo.

Los caballos de madera cobraron vida propia, sus ojos sin vida mirĂ¡ndome fijamente. Sus movimientos se volvieron bruscos y descoordinados, como si estuvieran poseĂ­dos por una fuerza maligna. IntentĂ© bajarme, pero mis manos se aferraron a la barra de seguridad, negĂ¡ndose a soltarse.

El carrusel giraba cada vez mĂ¡s rĂ¡pido, mi cabeza daba vueltas y sentĂ­a nĂ¡useas. El sonido de la mĂºsica se convirtiĂ³ en un aterrador coro de risas distorsionadas y susurros siniestros. TratĂ© de gritar, pero mi voz se perdĂ­a en el viento.

El tiempo parecĂ­a detenerse mientras el carrusel continuaba girando sin cesar. SentĂ­a cĂ³mo mi energĂ­a se desvanecĂ­a, mi cuerpo se volvĂ­a dĂ©bil y frĂ¡gil. Era como si el carrusel estuviera drenando mi vida, robĂ¡ndome cada pizca de fuerza vital.

Finalmente, el carrusel se detuvo y fui liberado de su agarre malévolo. Me encontré en el suelo, agotado y temblando. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que estaba solo. Mis amigos habían desaparecido, como si nunca hubieran estado allí.




Desde ese dĂ­a, evito el carrusel a toda costa. La experiencia me dejĂ³ marcado, con una sensaciĂ³n de terror y desasosiego que nunca desaparecerĂ¡. AprendĂ­ la lecciĂ³n de que a veces es mejor confiar en nuestros instintos, incluso si no podemos explicarlos racionalmente. El carrusel sigue girando, atrayendo a otros incautos hacia su oscuro y macabro destino.

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