Era 27 de diciembre de 2011 en Troy, Misuri. Russ Faria volvió a casa y encontró un silencio que no encajaba con la víspera de Año Nuevo: Betsy, 42 años, estaba muerta. Pocos días antes, ella había cambiado al beneficiario de su póliza de vida por 150.000 dólares: quitó a Russ y puso a su amiga Pam Hupp. Esa tarde, Pam fue la última en verla con vida. La escena se cerró rápido alrededor del viudo, como si todo estuviera ya escrito: “móvil económico, matrimonio en crisis, marido culpable”. Pero las piezas, con el tiempo, contarían otra historia.
El caso se juzgó con prisa y con fe en una narrativa. En 2013, un jurado declaró culpable a Russ y le impusieron cadena perpetua. Dos años después, la defensa reconstruyó su noche con testigos, recibos y trayectos que lo situaban lejos de la casa cuando Betsy fue asesinada. En noviembre de 2015, un juez lo absolvió en un nuevo juicio. La absolución no borró la herida: la investigación había ignorado señales que apuntaban a Pam, beneficiaria de la póliza y última compañía de Betsy. La historia terminaría convirtiéndose en podcast, documental y serie (The Thing About Pam), no por espectáculo, sino por la suma de errores que casi se vuelve verdad.
Mientras la duda crecía, otra muerte expuso el mecanismo. El 16 de agosto de 2016, Pam Hupp mató de un disparo a Louis Gumpenberger, un hombre con discapacidades, dentro de su casa de O’Fallon. Alegó defensa propia; la policía dijo que fue un montaje torpe para desviar miradas y, de paso, volver a señalar a Russ. En 2019, Hupp aceptó un Alford plea y recibió cadena perpetua sin libertad condicional. No era todavía justicia para Betsy, pero sí una pieza que encajaba demasiado bien con el patrón: manipulación, beneficio y sangre.
La pieza que faltaba llegó en 2021: la acusación formal contra Pam Hupp por el asesinato de Betsy. El fiscal anunció que buscaría la pena de muerte; el proceso cambió de sede por la notoriedad del caso y, tras idas y vueltas procesales, el juicio quedó fijado para el 3 de agosto de 2026 en el condado de St. Charles. Hupp se declaró no culpable. Mientras tanto, sigue cumpliendo su cadena perpetua por el caso Gumpenberger en la prisión de Chillicothe. El calendario judicial avanza lento; la memoria de Betsy no.
Y el pasado siguió crujiendo: en junio de 2025, un investigador del caso original de Betsy fue imputado por perjurio, acusado de mentir bajo juramento sobre pruebas forenses que contribuyeron a la condena errónea de Russ. La acusación no reescribe la historia, pero sí subraya la pregunta incómoda: ¿cuánto pesó la mala investigación para que un inocente durmiera años en prisión mientras la persona clave cobraba una póliza y seguía en libertad?
Betsy confió en una amiga y le entregó, sin saberlo, las llaves de su futuro. La comunidad aprendió a golpes que la traición no siempre camina con capucha: a veces llega en coche, te lleva a tus citas médicas, firma formularios y te jura que todo saldrá bien. En Pesadillas en tu pantalla nos queda esta advertencia: el monstruo no siempre es un desconocido; a veces sostiene tu mano y te mira a los ojos. Y el sistema —si no escucha a tiempo— puede prestarle su voz.
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