A los 24 años, Levi Davis parecía llevar tres vidas en una sola: ala de Bath Rugby, rostro televisivo en X Factor: Celebrity y músico con planes recién horneados. El 29 de octubre de 2022 desembarcó en Barcelona tras salir de Ibiza en ferry. Caminó por La Rambla, entró en The Old Irish Pub, pidió una cerveza, charló, sonrió; a las 22:00 lo captaron las cámaras saliendo solo hacia la calle. No había drama en su andar, no había prisa. Sólo un chico en una ciudad extraña, la noche por delante y ningún aviso de que esa sería su última imagen conocida.
Las horas siguientes dibujan una ruta que se disuelve en el agua. Según informó la familia tras reunirse con la policía, el teléfono de Levi registró actividad en la zona del puerto comercial: la señal “se fue” hacia el extremo más abierto, junto a la bocana. A las 6:30 del 30 de octubre, tripulantes de un crucero informaron que intentaron auxiliar a un hombre en el agua que pedía ayuda en inglés; arrojaron un salvavidas, pero la búsqueda no halló a nadie. Días después, los Mossos volverían sobre ese dato y, en mayo de 2023, rastrearían el interior del puerto con unidades marítimas sin obtener resultados concluyentes.
La policía catalana comunicó a la familia que la hipótesis más plausible es el ahogamiento: un accidente nocturno en un puerto inmenso donde el mar engulle rápido y devuelve poco. La familia no lo acepta del todo: pide una revisión coordinada entre Reino Unido y España, insiste en que faltan piezas, que las seis horas fuera de foco podrían esconder a otra persona caminando a su lado. Entre versiones y contraversiones, el caso fue perdiendo fuerza procesal, pero nunca dejó de respirar en los márgenes: cada aniversario trae nuevas llamadas para reabrir lo que quedó sin mirar.
Y así queda la pregunta que no suelta: ¿por qué un chico que había jugado rugby profesional y cantado en televisión dejó su pasaporte al borde del Mediterráneo y se desvaneció en una ciudad llena de ojos? Quizá el mar se lo llevó; quizá alguien más. En Pesadillas en tu pantalla miramos de frente esa grieta: la de una urbe que lo ve todo y, sin embargo, decide no devolver a quien se traga. Si estuviste allí, si escuchaste algo en la Rambla, en el muelle, en la madrugada: habla. Porque lo más aterrador no es lo que el mar engulle, sino lo que la ciudad oculta… y se empeña, tercamente, en no contar.
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