Ana Enjamio: 30 puñaladas en un portal y una condena que llegó tarde


La madrugada del 17 de diciembre de 2016, en el barrio de Navia (Vigo), Ana Enjamio, ingeniera de 25 años, volvía a casa tras la cena navideña de su empresa. En el portal la esperaba quien se creía con derecho sobre su vida. Minutos después, su nombre pasaría de una mesa de trabajo a las portadas. 

El ataque fue salvaje: 30 puñaladas que no le dejaron posibilidad de pedir auxilio. La agresión ocurrió en el zaguán del edificio, a pocos metros del ascensor. No hubo robo; hubo voluntad de matar y de silenciar para siempre a quien había dicho “no”. 

La investigación tiró del hilo más próximo: César Adrio Otero, exnovio y compañero de trabajo, con quien Ana había roto meses antes. La policía y el jurado acreditaron meses de hostigamiento, mensajes obsesivos y control: incluso llegó a instalar un dispositivo de seguimiento en su teléfono. No era un arrebato; era un patrón. 


El caso sacudió a Galicia. Ana era una joven brillante, con carrera y futuro, que intentó rehacer su vida fuera del círculo de control de su ex. Aquel portal, espacio cotidiano, se convirtió en la escena del crimen que toda una comunidad juró no olvidar. 

El juicio con jurado llegó en diciembre de 2019. El veredicto fue unánime: culpable de asesinato con alevosía y ensañamiento, acoso y vulneración de la intimidad. El tribunal pintó la motivación sin eufemismos: machismo y dominio sobre la víctima. 

En enero de 2020, la Audiencia Provincial de Pontevedra (sede de Vigo) impuso 30 años y 4 meses de prisión y apreció, además, la agravante de género: “cosificó” a Ana por ser mujer. No era un “crimen pasional”; era violencia machista con método. 

El TSXG confirmó la condena en agosto de 2020, respaldando el relato: cuchilladas por “sentimiento de machismo y dominación” y una conducta de hostigamiento sostenida. La justicia gallega cerraba filas con el veredicto.

El Tribunal Supremo, en enero de 2021, dejó la pena en 29 años (ajustes técnicos de cómputo), pero hizo firme la culpabilidad por asesinato y acoso. La verdad judicial ya no tenía vuelta de hoja; la ausencia de Ana, tampoco. 

Quedaron, sin embargo, las preguntas que duelen: ¿se habrían activado antes las alarmas si el acoso se tomara siempre como antesala de la violencia? ¿Cuántas señales de control y vigilancia pasan inadvertidas hasta que es tarde? ¿Qué más debe cambiar para que romper una relación no sea un riesgo mortal


Porque lo más aterrador no es solo el asesinato: es todo lo que se tolera antes de que ocurra. El nombre de Ana Enjamio sigue vivo en homenajes y concentraciones, recordándonos que cada estadística tiene un rostro, una vida y un portal que jamás debió convertirse en tumba.

Publicar un comentario

0 Comentarios