La viuda de la CAM: un disparo en el garaje, un caso sin dueño y un reloj detenido


 Era la tarde del 9 de diciembre de 2016 cuando María del Carmen Martínez, 72 años, viuda del expresidente de la CAM Vicente Sala, aparcó su Porsche en el lavadero del concesionario familiar en Alicante. Segundos después, dos disparos a la cabeza convirtieron una rutina en expediente, y el nombre de una saga empresarial en titular de sucesos. 

La escena habló por sí sola: dos casquillos, el bolso intacto en el asiento del copiloto, ningún arma. Los peritos dibujaron una hipótesis inquietante: el asesino utilizó una pistola muy antigua, de más de un siglo, con balas modificadas; el arma jamás apareció. El crimen nacía ya con una ausencia decisiva. 

La víctima no era “una más”: era la viuda del banquero que presidió la CAM. Tras la muerte de Vicente Sala, la familia había acumulado roces por el control del patrimonio. Aquella misma semana, según difundieron los investigadores, Mari Carmen se disponía a reordenar poderes a favor de su hijo mayor. Motivos y silencios empezaron a cruzarse en el sumario. 



Muy pronto, el foco se cerró en el entorno más próximo. El 8 de febrero de 2017, la policía detuvo a Miguel López, yerno de la fallecida y responsable del concesionario. De fondo, dos ideas de la instrucción: que habría “ensayado” días antes el crimen y que la luz y los tiempos del lavadero eran compatibles con una emboscada. 

La línea técnica reforzaba el rompecabezas: arma fantasma, munición “artesanal” y una escena limpia, casi de guion. Los investigadores reconstruyeron la iluminación del garaje y replicaron trayectorias para medir visibilidad, distancias y segundos disponibles. La matemática del lugar encajaba con un ataque a bocajarro. El arma, sin embargo, seguía faltando. 

En octubre–noviembre de 2019, Alicante vivió un juicio con jurado de altísima exposición. La magistrada llegó a devolver un primer veredicto por errores formales. Al final, por seis votos a tres, el jurado declaró a Miguel López “no culpable”. La Audiencia absolvió: no había prueba suficiente que lo situara en el lugar del disparo. 



El caso parecía cerrado… hasta que en mayo de 2022 el Tribunal Supremo anuló la absolución y ordenó repetir el juicio con nuevo jurado y otro magistrado-presidente, al apreciar quiebras en la motivación del veredicto. La bala volvía al tambor. 

Pero en abril de 2023, a una semana de la nueva vista, el Tribunal Constitucional suspendió cautelarmente la repetición del juicio al admitir a trámite un recurso de amparo de la defensa. Desde entonces, el proceso quedó en pausa a la espera de resolución. A septiembre de 2024 y 2025, el asunto seguía pendiente y sin autor condenado.

Ocho años y varias instancias después, quedan certezas mínimas y preguntas mayores: dos tiros certeros, arma desaparecida, móvil patrimonial plausible… y ninguna prueba que ate de forma irrefutable la mano que apretó el gatillo. En torno a la víctima, una familia partida; en torno al caso, una ciudad que aprendió a dudar incluso de lo que parece evidente. 



¿Fue un crimen por dinero, un ajuste de cuentas, una decisión tomada en frío al amparo de un garaje? ¿Cuánto pesan la arma que no está, los tiempos del lavadero, y el calendario patrimonial de aquella semana? La viuda de la CAM resume un miedo cotidiano: no hace falta un callejón oscuro para morir; basta el lugar en el que aparcas cada día, y alguien que te espera entre sombras con un plan, una pistola vieja y el tiempo medido al segundo.

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