Serenity Dennard: la niña que se esfumó en Black Hills — cronología, búsqueda y lo que sí sabemos

 
Era la mañana del domingo 3 de febrero de 2019, Super Bowl Sunday, en las montañas Black Hills, cerca de Rockerville (condado de Pennington, Dakota del Sur). Serenity Dennard, 9 años, vivía en el Black Hills Children’s Home cuando salió corriendo del complejo y desapareció en minutos. Desde entonces, su caso es una herida abierta para la comunidad: cinco años después, sigue sin cierre oficial. 

Todo ocurrió alrededor de las 11 de la mañana. Serenity estaba jugando en el gimnasio cuando, según la investigación, aprovechó una distracción para abrir la puerta y huir hacia el estacionamiento. Dos testigos —una mujer y su nieta que acababan de dejar a un niño— la vieron cruzar el aparcamiento, tropezar en el “cattle guard” y dirigirse a Old Rockerville Road. Aquel día vestía camisa de manga larga, vaqueros y botas para la nieve. Nadie del centro logró alcanzarla a tiempo. 

Lo que siguió fue una de las búsquedas más grandes en la historia del estado. Equipos de rescate, agentes de múltiples organismos, perros de rastro, drones y helicópteros peinaron bosques, arroyos y cortados. A lo largo de los años se han ejecutado más de 220 operativos con 66 agencias, se han recorrido miles de millas, se han entrevistado a más de 500 personas y se han seguido más de 350 pistas. El caso continúa abierto. 


El escenario no podía ser más cruel: terreno quebrado, pinos densos, pendientes, cursos de agua helados y temperaturas invernales. Los primeros equipos llegaron rápido, pero la naturaleza de Black Hills no perdona. Las posibilidades que barajó la investigación —desde desorientación y exposición al frío hasta intervención de terceros— nunca lograron sostenerse con pruebas concluyentes. A día de hoy, las autoridades no han anunciado evidencia definitiva que apunte en una sola dirección. 

La cronología inicial quedó bien acotada gracias a quienes la vieron salir. La mujer que avisó en la oficina principal regresó a la carretera para buscarla, recorrió tramos al norte y volvió sin verla; en paralelo, personal del centro inició búsquedas a pie y en vehículo. Esa ventana de minutos sobre Old Rockerville Road —un hilo de asfalto entre pinos— es el último punto sólido de la historia de Serenity. 

Para entender por qué estaba allí: Serenity había sido admitida en el Black Hills Children’s Home en julio de 2018 dentro de un programa residencial planificado; su familia adoptiva esperaba su regreso meses después. Los informes públicos mencionan conductas de fuga anteriores y un plan terapéutico en curso, detalles que ayudan a dimensionar la urgencia con la que se activó el operativo aquel domingo. 


Con el paso de los días, se rastrearon presas, pedreras, cañones y líneas de arroyos; se revisaron cámaras, llamadas y decenas de testimonios. No hubo objetos personales recuperados que cerraran el círculo, ni restos que confirmaran una tragedia en un punto concreto. Cada temporada devolvió equipos al monte; cada batida sumó líneas nuevas a los mapas, pero no nuevas certezas. 

Las teorías florecieron en foros y redes; algunas hablaban de recogida por un vehículo, otras de extravío y exposición. La oficina del sheriff pidió reiteradamente evitar la desinformación y seguir aportando pistas verificables. En febrero de 2024, al cumplirse cinco años, el mensaje oficial fue claro: el caso sigue activo y los investigadores mantienen la esperanza de dar respuestas a la familia. 

El nombre de Serenity se ha convertido en un recordatorio incómodo de lo vulnerable que puede ser un trayecto de apenas unos cientos de metros en un entorno que aparenta calma. La mezcla de tiempo, clima, geografía y azar puede volver invisible a una niña en cuestión de minutos. Y, sin embargo, su caso también habla de una comunidad que no deja de buscar ni de preguntar. 


Serenity tenía 9 años. No llevaba mochila ni planes grandilocuentes: solo el impulso de una carrera que nadie imaginó definitiva. Desde entonces, su historia late entre árboles y mapas de búsqueda, como una pregunta que todavía pide respuesta. Porque a veces, lo más aterrador no es un secuestro de película… sino el vacío exacto donde alguien estuvo hace un minuto, y ya no.

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