Alissa Turney (Phoenix, 2001): la nota en la cama, el padrastro en el punto de mira y un juicio que se desvaneció

El 17 de mayo de 2001, último día de curso en Paradise Valley High School (Phoenix, Arizona), Alissa Marie Turney, 17 años, desapareció. A mediodía, su padrastro Michael Roy Turney dijo haberla recogido, discutieron y, ya en casa, él la dejó “enfriarse”. Más tarde halló una nota en su habitación: “me voy a California”. Pero algo no cuadraba: teléfono, dinero, coche y efectos personales seguían allí. La policía lo trató como fuga voluntaria… y el caso comenzó a dormirse. 

Con los años, el relato de “escapada” se agrietó. Amigos y familiares contaron que Michael era controlador, que había cámaras y micrófonos en la casa, y que limitaba con quién hablaba Alissa. En 2008, la policía reabrió el expediente y registró la vivienda: no apareció a Alissa, pero sí 26 bombas de tubo, armas y escritos. El giro fue total: Michael pasó de padre preocupado a sospechoso de desaparición y, además, a acusado federal por explosivos. 

El frente federal se resolvió primero. En 2010, Michael Turney se declaró culpable de posesión de artefactos destructivos y recibió 10 años de prisión federal. En la sentencia y en informes periodísticos quedó por escrito que aquel arsenal se descubrió mientras se investigaba la desaparición de Alissa. No eran pruebas directas del paradero de la joven, pero sí pintaban un perfil inquietante. 


La presión pública no decayó; al contrario. La hermana menor, Sarah Turney, convirtió el caso en una cruzada: abrió el podcast “Voices for Justice” y, más tarde, TikTok y otras redes para mantener vivo el nombre de Alissa y empujar a Fiscalía a presentar cargos. Su campaña reunió millones de visualizaciones y llevó el expediente a primeras planas dos décadas después. 

El agosto de 2020, un gran jurado del condado de Maricopa acusó a Michael de homicidio en segundo grado por la muerte de Alissa. Por fin habría juicio: el hombre que dijo recogerla el último día y que denunció su “huida” se sentaría ante un jurado por matarla. La familia respiró: tras 19 años, parecía llegar la hora de las respuestas. 

El juicio arrancó en julio de 2023. La teoría fiscal: no hubo fuga; hubo violencia doméstica y un encubrimiento vestido de nota manuscrita. La defensa, sin embargo, martilló un punto débil: no hay cuerpo, ni arma, ni escena forense inequívoca; sostuvieron que Alissa pudo irse y que el resto eran sospechas. Tras una semana de testigos —entre ellos, agentes que detallaron el control de Michael y las anomalías del caso—, llegó el mazazo. 

El 17 de julio de 2023, la jueza concedió una absolución al amparo de la Regla 20 de Arizona (insuficiencia de prueba sustancial), antes de que el jurado deliberara. El cargo de asesinato quedó desestimado y Michael salió libre. Legalmente, no puede volver a ser juzgado por ese mismo cargo: el caso penal, así, se desvaneció en sala. Para la familia, fue un golpe que llegó “de pie”. 

¿Qué queda probado y qué no? Probado: Alissa desapareció el 17/05/2001; la nota existió; Michael poseyó 26 bombas (condena federal de 2010); en 2020 fue imputado por el homicidio de Alissa; en 2023 el cargo fue desestimado por falta de evidencia suficiente para sostener una condena. No probado judicialmente: cómo, cuándo y dónde murió Alissa —si es que murió— ni dónde está su cuerpo. El expediente sigue sin resolver. 

Aun con ese vacío, hay patrones que explican por qué este caso suele ubicarse en la caja de “alguien cercano”: el último adulto que estuvo con la víctima fue quien denunció su desaparición; la dinámica de control previa; y un supuesto plan de “huida a California” inconsistente con que la adolescente dejara dinero, móvil y coche en casa. Son indicios circunstanciales potentes, pero —como recordó la jueza— no bastaron para condenar más allá de toda duda razonable. 


Mientras, Sarah Turney no se detiene: continúa su activismo, concede entrevistas, presenta documentales y mantiene foros donde centraliza pistas y documentación. Su objetivo, dice, no es el castigo por sí mismo, sino encontrar a Alissa y conseguir que algún día haya una verdad completa. Su labor, además, abrió debate sobre el papel de las redes y del true crime en la presión social que puede reactivar investigaciones dormidas. 

Alissa Turney tendría hoy más de 40 años. Su habitación ya no guarda la nota; la casa ya no tiene las mismas cámaras; su nombre, sin embargo, sigue vivo en miles de publicaciones. Legalmente, Michael Turney fue absuelto del cargo de homicidio; moralmente, en la mesa pública quedará siempre el rompecabezas: una joven que no encendió el coche ni tomó el dinero, una familia reconstruida alrededor de una ausencia, y una pregunta que no prescribe: ¿dónde está Alissa? 

Publicar un comentario

0 Comentarios