Los investigadores revisaron las cámaras del edificio y detectaron a una figura encapuchada entrando por el garaje la noche de la desaparición. Días antes, alguien había pintado con aerosol las cámaras exteriores del inmueble para anularlas. El rastro digital llevó a un coche de alquiler en Miami, compras de máscaras y ropa oscura, y un teléfono “quemador” usado para enviar los mensajes en su nombre. El itinerario que reconstruyó el FBI fue quirúrgico: Miami → Estambul → Belgrado → Madrid, y regreso.
En mayo de 2024, David Knezevich fue arrestado al aterrizar en Miami y acusado en un tribunal federal de secuestro con resultado de muerte, en un caso con cooperación de España. La declaración jurada detalla que el acusado reservó billetes con identidades alternativas, alquiló vehículos y desactivó dispositivos de rastreo para ocultar su presencia en Madrid. Él se declaró no culpable, pero la cronología tecnológica —peajes, cámaras, dispositivos y compras— lo situó en el garaje y en el perímetro del edificio de Ana María.
Aunque el cuerpo no ha sido recuperado, la acusación sostiene que Ana María fue atacada dentro del apartamento y su cuerpo trasladado posteriormente. En noviembre de 2024, un gran jurado amplió los cargos: homicidio en el extranjero de una ciudadana estadounidense, violencia doméstica en el extranjero con resultado de muerte y secuestro con resultado de muerte. La fiscalía indicó que buscaría la pena máxima permitida por la ley federal.
El caso mostró un patrón clásico de control y acecho: denuncias previas de manipulación psicológica, monitoreo, y un guion de suplantación digital para fabricar una fuga romántica que no existió. La supuesta “escapada con un desconocido” se desmoronó con el análisis forense de metadatos y rutas GPS: los mensajes salieron de dispositivos y redes asociados al exmarido.
Desde Madrid y desde Colombia, la familia de Ana María sostiene una campaña pública de búsqueda y memoria. Piden colaboración ciudadana en España para cualquier pista —por mínima que sea— relacionada con traslados nocturnos, contenedores o movimientos inusuales de un varón alto, embozado, en torno al 2–3 de febrero de 2024 por el área de Castelló–Goya–Fuente del Berro. Mientras el proceso sigue en Florida, su nombre se convirtió en emblema de violencia machista transnacional y de cómo el rastro digital puede hablar cuando intentan silenciar a la víctima.
“Soñaba con un comienzo nuevo.
Y él decidió que no lo tendría.”
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