No era un chico cualquiera: la prensa local ya lo llamaba el niño pintor por una destreza precoz que asombraba a críticos y vecinos. Tenía una familia pendiente, una ciudad que empezaba a conocer su nombre y la ilusión de un adolescente que pintaba como si tuviera décadas de oficio. Su caso, con el tiempo, sería considerado por asociaciones de desaparecidos como uno de los más desconcertantes de Europa.
Aquel lunes, hacia las 18:40, David salió rumbo al autobús que lo dejaría en el centro. En paralelo, aquel día se había concertado también una entrevista de radio sobre su trabajo. Ni un camarero, ni un conductor, ni un comerciante aportaron una pista firme de su recorrido. Desde esa esquina cotidiana de Málaga, su rastro se evaporó.
La ciudad se volcó: carteles, llamadas, batidas, un nombre repetido en telediarios. La investigación inicial reconstruyó horas y nombres, pero nada encajaba. Sin móvil aparente, sin testigos sólidos y sin escena del crimen, el expediente comenzó a llenarse de hipótesis que nacían fuertes y morían débiles, una tras otra.
A finales de los 80 surgió la pista más célebre: en el Hotel Los Naranjos, una empleada halló sobre una mesa una servilleta con dos palabras manuscritas —“David Guerrero” y “Huelin”— perteneciente a un huésped suizo. La Policía tiró de ese hilo durante años, sin poder probar una conexión definitiva entre aquel hombre y la desaparición. Hoy, esa línea se recuerda como un callejón sin salida.
Otra curiosidad alimentó la sospecha internacional: una caricatura que David dibujó el mismo día de su desaparición fue vinculada durante décadas a ese ciudadano suizo… hasta que un análisis fisionómico moderno concluyó que no representaba al sospechoso. En 2019 apareció otra caricatura en un buzón de Málaga que reavivó la historia, pero tampoco llevó a ninguna identificación útil.
Con los años, la familia tuvo que formular peticiones dolorosas ante la justicia. En 2016, un juzgado autorizó la inscripción de defunción a efectos civiles, un paso burocrático para cerrar gestiones legales que no cerraba, ni de lejos, la herida. El caso penal siguió abierto.
Lejos de archivarse, la investigación se ha reactivado por fases. En 2023, una unidad de Policía Judicial revisó el sumario identidad por identidad —más de 700 nombres— con técnicas actuales (cruces de bases de datos y estudios fisionómicos) para intentar responder, por fin, qué ocurrió entre Huelin y el centro de Málaga aquella tarde de primavera.
Treinta y tantos años después, no hay cuerpo, ni escena, ni culpables, pero sí un vacío que se hizo colectivo. Medios y crónicas han recordado la servilleta, la caricatura del buzón y la batería de hipótesis que naufragaron; un rompecabezas que la prensa define, ya en 2025, como uno de los misterios más persistentes de la crónica española.
¿Lo recogió alguien antes de subir al autobús? ¿Fue una oportunidad cazada en segundos o la pieza de un plan inexplicable? ¿Qué verdad se quedó a medio trayecto entre una parada y una galería? Porque, a veces, lo más aterrador no es un crimen brutal… sino una desaparición perfecta en plena ciudad, a la vista de todos, que convierte una vida prometedora en una ausencia interminable.
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