Klara García Casado: la traición en El Barrero y el mito de “las brujas de San Fernando”


 Era la noche del 26 al 27 de mayo de 2000 en San Fernando (Cádiz). Klara (Clara María) García Casado, de 16 años, salió de casa confiada: iba a quedar con Iria y Raquel, dos compañeras del IES Isla de León. Tres adolescentes, un paseo hasta la zona de El Barrero, una noche que parecía cualquiera. No lo era. 

En algún punto del trayecto, la amistad se convirtió en trampa. La condujeron a un descampado y la atacaron con un ensañamiento difícil de procesar. La autopsia hablaría de treinta y dos puñaladas, dos golpes contundentes y un corte en el cuello. No hubo robo ni arrebato: hubo planificación y una voluntad explícita de matar. 

El caso heló a España por su “por qué”. Iria y Raquel confesaron que querían “experimentar qué se sentía al matar” y “hacerse famosas”. Esa frase quedó fijada en las diligencias y pasaría a los titulares como resumen atroz de un crimen sin móvil aparente más allá de la fascinación por la violencia. 


La investigación reconstruyó el engaño: la citaron, la llevaron a las afueras y la apuñalaron. El escenario —El Barrero— y el rastro de sangre se cruzaron con sus declaraciones ante policía y juez. No había duda sobre la autoría; la pregunta era qué pena cabía imponer a dos menores.

El juicio llegó pronto. En febrero de 2001, la Fiscalía pidió la pena máxima prevista en la Ley Penal del Menor y el tribunal impuso 8 años de internamiento en régimen cerrado y 5 de libertad vigilada a cada una. Meses después, en junio de 2001, la Audiencia ratificó el fallo. Era uno de los primeros casos emblemáticos juzgados con la recién estrenada norma.

San Fernando aprendió un nombre para el horror: “las brujas de San Fernando”. Parte de la prensa tejió alrededor del crimen un relato de ocultismo y tarot; sin embargo, el expediente judicial fijó la clave en la premeditación y en ese deseo explícito de matar “para sentir”. El mito creció; la sentencia fue más seca y contundente. 


Con el tiempo llegó otra sacudida: el debate sobre la Ley del Menor. ¿Era proporcionado el máximo de 8+5 ante un asesinato así? La discusión se reabrió cada aniversario, y aún hoy se cita el caso de Klara cuando se habla de delitos gravísimos cometidos por menores y del alcance real de las medidas de reeducación

Veinte años después, reportajes recordaron que una de las condenadas reforzó su vida en el extranjeroOxford— y que ambas pasaron por procesos de reinserción, datos publicados con cautelas legales por protección de identidad. Son piezas informativas que reavivan el choque entre derecho al olvido y memoria de la comunidad. 

En San Fernando, la memoria de Klara no se ha desvanecido. La prensa local vuelve a su historia cada mayo; su nombre sigue apareciendo en crónicas, homenajes y fotografías del parque de El Barrero, el lugar donde la adolescencia se quebró. La Isla no olvidó a su vecina de 16 años.


Y quedan las preguntas que nunca cierran: ¿se vieron señales previas que nadie supo leer? ¿Fue solo una curiosidad macabra o había un vacío más hondo detrás? ¿Debería la ley distinguir mejor los casos extremos cuando los autores son menores? Porque lo más aterrador no siempre es el desconocido en la oscuridad… sino descubrir que el enemigo se llama amiga y te acompaña hasta el borde del descampado.

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