La mañana en que la familia entró en la vivienda encontraron la comida en el plato, las llaves, la cartera, los animales aún en la finca. Nada sugería una marcha preparada; todo indicaba interrupción. En el terreno, alrededor de la casa, varios pozos. Y ninguna señal de su rastro al cruzar la cancela.
Las fechas no encajan del todo entre fuentes: la ficha oficial sitúa la desaparición el 19/03/2001, mientras el Diario de Burgos recoge que la denuncia familiar se presentó el 27/03/2001 —día que las sobrinas recuerdan cada año como el inicio de la búsqueda. Dos marcas de calendario para una misma noche sin regreso.
Desde el primer momento, la familia descartó una huida voluntaria. El propio resumen mediático de Canal Sur lo resumió años después: “se fue sin dejar ni rastro, sin documentación, sin nota”, con la mesa servida y los animales esperando. El escenario, más que a marcha, olía a quiebre.
Con el paso del tiempo, las sospechas se centraron en un entorno próximo. Las sobrinas, Bego y Carol Fernández, han repetido una frase que duele y sostiene su lucha: “Nuestro tío fue asesinado”. Señalan a la expareja de Abdón, interrogada más de una vez en sede judicial. El móvil, creen, sería económico: poco antes, Abdón había vendido una vivienda; el dinero —dicen— estaba en un plazo fijo, no en casa.
La instrucción ha zigzagueado entre aperturas y esperas. El caso se reabrió en 2015 y en 2016 se revisó un nuevo pozo dentro de la finca, a petición del abogado de la familia. También se volvieron a tomar declaraciones cuando la expareja apareció conectada a otra desaparición, la de Cristina Murié (abril de 2002, Gredilla de Sedano), ocurrida un año después. Ninguna de las dos causas se resolvió.
Mientras las carpetas dormían, la familia sostuvo el foco público con QSDglobal y SOS Desaparecidos. En 2024, QSD tituló sin rodeos: “Nuestro tío Abdón fue asesinado”. Pedían testigos, memorias y, sobre todo, mirar otra vez a los pozos. La petición de buscar en un pozo de su finca se repite en las campañas y en redes, como un mantra contra el olvido.
Los errores de arranque pesan: en la casa no se tomaron huellas en los primeros compases; no hubo grandes batidas. Años después, la investigación oficial asume que la hipótesis de homicidio fue siempre la más plausible, pero faltan pruebas y, sobre todo, falta el cuerpo, esa pieza que convierte sospechas en certeza judicial.
Hoy, 24 años después, el expediente sigue abierto y Abdón continúa desaparecido. Su ficha, con teléfonos de contacto, sigue activa; su pueblo lo recuerda como el ganadero que vendía leche con su familia. La esperanza de Bego y Carol es mínima y concreta: que alguien hable y que se agote cada pozo de la finca y alrededores, hasta que la tierra cuente lo que la memoria calla.
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