El enigma de Ana Isabel Picazo: la profesora de Tarazona desaparecida en Albacete


El 29 de enero de 2021, en plena pandemia y con toque de queda, Ana Isabel Picazo Escribano salió de su casa en Tarazona de la Mancha (Albacete) con el coche de su madre. Tenía 39 años, era maestra de Primaria, muy espiritual, discreta… y no dejó dicho a nadie adónde iba. Desde esa noche, su nombre quedó atrapado en una de las desapariciones más extrañas de España.

Ana Isabel era conocida en el pueblo como una profesora entregada, de carácter tranquilo y muy volcada en sus alumnos. Enseñaba inglés, vivía con su madre y su hermana, y arrastraba el duelo por la muerte reciente de su padre. Su familia la describe como una persona “mística y muy espiritual”, con afición a la meditación y a los retiros, pero sin antecedentes de desapariciones previas ni de conductas violentas.

Aquella noche de enero, fría y de restricciones, salió de casa de forma voluntaria, sola, y rompiendo el toque de queda. No avisó de destino, no preparó maletas, no retiró dinero. Simplemente cogió el coche que conducía habitualmente y se fue. Horas después, cuando no regresó ni respondió al teléfono, la inquietud en su familia se convirtió en miedo real.


La Guardia Civil abrió de inmediato diligencias por desaparición. Se pidió ayuda pública el 13 de febrero de 2021, difundiendo el cartel de SOS Desaparecidos: mujer de 39 años, 1,70 m, complexión normal, melena larga negra, ojos marrones, abrigo gris. Tarazona de la Mancha aparecía como punto de partida; el resto del recorrido era un gran vacío.

Días después llegó el primer giro: el coche apareció abandonado en Albacete capital, en una calle cercana a las estaciones de tren y autobús. Dentro estaban las llaves puestas, la cartera con documentación, el teléfono móvil y una bolsa con la compra que había hecho la última vez que hablaron con ella. Ni signos de robo, ni violencia visible, ni rastro de ella caminando hacia ningún transporte público.

En 2024, su hermana desveló un detalle que ni siquiera figuraba en los primeros carteles: el abrigo gris con el que se creía que había desaparecido no estaba en el coche, sino en un hotel de Albacete. Allí aparecieron también su móvil y alguna de sus cosas personales. Todo apunta a que, nada más llegar a la ciudad, Ana Isabel se registró en un hotel “probablemente por el frío” y dejó allí esas pertenencias. Después, se fue sin abrigo, en pleno mes de enero.


Su coche quedó estacionado en las inmediaciones de la estación, con la compra aún dentro. El abrigo y el móvil, en manos primero del hotel y luego de la Guardia Civil. Y ella, fuera de cámara. Su hermana no descarta dos posibilidades que duelen por igual: que alguien la recogiera y se la llevara, o que sufriese un episodio de descompensación psicológica y se hubiera quitado la vida en algún punto oculto de la zona, un área donde —le han dicho— a veces los cuerpos aparecen años después entre maleza, raíles y descampados.

Con el tiempo, la familia ha denunciado retrasos y desconexiones en la investigación. El caso pasó de la unidad inicial a la Guardia Civil de La Roda “sin mucha explicación”, según su hermana, y cuando por fin consiguió desbloquear el móvil de Ana Isabel y lo entregó de nuevo a los investigadores, le dijeron que “no habían sacado nada” del dispositivo, algo que ella misma mira con escepticismo. “Se ha actuado tarde y no de la mejor manera”, lamentaba en 2024.

Tres años después de la desaparición, El Digital de Albacete resumía el estado del expediente con una frase heladora: “Desde hace más de un año no sabemos nada, no hay ninguna novedad”. El caso no está cerrado, pero está parado. No hay movimientos bancarios, no hay billetes registrados a su nombre, no hay cámaras que la muestren saliendo de la zona de estaciones. Solo un coche, un abrigo recuperado, un móvil sin respuestas… y una maestra que se desvaneció entre dos ciudades.


La desaparición de Ana Isabel ha dejado también un callejón sin salida legal. Su padre falleció antes que ella, y para poder gestionar la herencia familiar se necesitan tres firmas: madre y dos hijas. La tercera nunca llega. Sin declaración de fallecimiento ni resolución judicial, su madre y su hermana viven en un “vacío legal” que se suma al vacío emocional: no pueden vender propiedades, no pueden reorganizar sus vidas… porque legalmente Ana Isabel sigue presente, aunque nadie sepa dónde está.

Ante la sensación de bloqueo, SOS Desaparecidos ha ofrecido apoyar una investigación privada sobre la base del sumario judicial, que se encontraría en los juzgados de La Roda. La idea es revisar paso a paso lo que se hizo, lo que no se hizo y lo que se podría hacer aún: búsquedas dirigidas, análisis de antenas, revisión de cámaras antiguas, cotejo de posibles restos hallados en la provincia. La propia asociación considera el de Ana Isabel “uno de los casos más extraños de desaparición en España”.

Mientras tanto, los medios han mantenido su historia a flote: piezas en Telecinco, Canal Sur, El Cierre Digital, Europa Press o medios regionales recuerdan cada aniversario que sigue desaparecida, que tenía 39–40 años, que era maestra y que su coche apareció intacto junto a las estaciones de Albacete con su vida entera dentro… menos ella. Cada reportaje es, para su familia, una forma de impedir que la olviden.

Hoy, la ficha de Ana Isabel Picazo sigue activa: 1,70 m de estatura, complexión normal, melena larga negra, ojos marrones, abrigo gris como prenda de referencia. Salió de Tarazona de la Mancha en coche la noche del 29 de enero de 2021, llegó a Albacete, se refugió en un hotel, dejó allí abrigo y móvil, aparcó el coche cerca de las estaciones… y, a partir de ahí, el mapa se rompe. No hay cámara que recoja su siguiente paso.


La historia de Ana Isabel no es solo un misterio; es una herida abierta sobre cómo tratamos las desapariciones de adultos, los problemas de salud mental y los límites de los sistemas de búsqueda. Una mujer puede salir una noche de invierno con el coche de su madre, atravesar una ciudad, dejar atrás su abrigo y sus cosas… y desaparecer entre luces de estación y sombras de descampado. Hasta que alguien hable, hasta que un hallazgo rompa el silencio, su nombre seguirá resonando en Tarazona, en Albacete y en cada lista de desaparecidos: Ana Isabel Picazo Escribano. Si sabes algo, por mínimo que parezca, rompe tú también el silencio.

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