Francisco “Paco” Cano: el profesor que salió a caminar en Los Barrios y del que no volvió a saberse nada

La tarde del 13 de agosto de 2022, Francisco Cano Cano, “Paco”, 77 años, exprofesor de Educación Física y atleta veterano del Campo de Gibraltar, salió de su casa en Los Barrios (Cádiz) para una ruta algo más larga de lo habitual. Vestía ropa deportiva; llevaba una pequeña mochila y fruta para el camino. Nunca regresó. Desde ese momento nació un vacío que su familia y su pueblo aún no han logrado llenar. 

La alarma se activó al no volver por la noche. En horas, voluntarios, Protección Civil y Guardia Civil organizaron batidas por las sendas más transitadas, con puntos calientes en la Vega de Ringo Rango y las riberas del río Palmones. La búsqueda se extendió a cortafuegos, cauces y monte bajo; el nombre de Paco corría de boca en boca entre antiguos alumnos y vecinos que lo conocían por su paso ligero y su disciplina casi diaria. 

En los primeros días se incorporaron medios especializados: drones, perros y unidades subacuáticas del GEAS peinaron pozas y remansos del Palmones, mientras equipos terrestres reexploraban itinerarios por capas, de lo probable a lo remoto. No apareció una prenda, una pisada útil, una señal telefónica que guiara el despliegue. El terreno, tan conocido para Paco, se volvió opaco para todos los demás. 


Los partes oficiales fijaron los datos esenciales: desaparecido el 13/08/2022 en Los Barrios, 77 años, 1,65 m, complexión atlética y cabello canoso. La alerta de SOS Desaparecidos se viralizó en Andalucía y más allá, con teléfonos de contacto y la foto del profesor con su sonrisa franca. A cada reenvío se sumaba una esperanza: que alguien lo hubiese visto tomando un atajo, descansando a la sombra o pidiendo agua en un cortijo. Nadie lo vio. 

La familia sostuvo desde el inicio que no fue una marcha voluntaria: Paco no desaparecía sin avisar, tenía rutinas previsibles y proyectos en curso. Pidieron públicamente que el caso no cayera en el olvido, insistiendo en que se mantuviera la presión investigadora una vez se extinguiera el ruido inicial. En ese punto, la comunidad redobló carteles, posteos y recorridos, aferrada a cualquier hilo que pudiera aparecer. 

Con el paso de los meses, la investigación no arrojó indicios objetivos que condujeran a una hipótesis sólida. En julio de 2023, el juzgado decretó el archivo provisional por falta de autor conocido, una figura que permite reabrir de inmediato si surge nueva información. La noticia golpeó a los suyos; ellos siguieron pidiendo que el expediente no se “congele” mientras queden posibilidades de trabajo de campo o de inteligencia. 


Cada aniversario devolvió el caso a portadas comarcales y autonómicas. En agosto de 2024, al cumplirse dos años, la familia expresó públicamente que tenía “poca o ninguna esperanza” de hallarlo con vida, y que su única aspiración era saber qué pasó. Ese duelo sin cuerpo, sin un punto donde llevar flores, se afianzó como la dimensión más dura de la desaparición. 

Tres años después, en 2025, los reportajes de balance recordaron quién era Paco más allá del expediente: profesor, entrenador de generaciones, atleta subcampeón de Europa en veteranos, un vecino que hacía del paseo una forma de estar en el mundo. La pregunta, sin embargo, seguía idéntica a la de la primera tarde: ¿dónde se rompió el rastro y qué impidió que alguien, en rutas tan concurridas, lo viera o escuchara pedir ayuda? 

En paralelo, la onda cívica no se apagó: radios públicas y plataformas de desaparecidos mantienen viva la ficha y el relato, recordando teléfonos de contacto y resumiendo el caso para nuevas audiencias. La constancia mediática, justamente dosificada, ayuda a que la memoria no se disuelva y a que cualquier pista tardía encuentre canal. En las voces de estos programas, la ausencia de Paco vuelve a sonar nítida. 


Hoy, el caso de Francisco Cano permanece sin respuesta. No hay cámara, ticket, llamada o geolocalización que cierre el círculo. Queda la certeza de un hombre querido que salió a caminar y una comunidad que no ha dejado de buscarlo. Si algo enseña su historia es que el tiempo, cuando no hay datos, opera como un segundo monte: una cuesta de silencio que solo se vence con memoria, método y persistencia. Si tienes cualquier información, por mínima que parezca, no la guardes. 

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