La mañana del 21 de abril de 2022 en Pasaia (Gipuzkoa) no tenía nada de extraordinario. Un jueves más en Oarsoaldea: mar, puerto, monte al fondo. Entre esa rutina, un hombre de 56 años, Juan Carlos Machinandiarena Arrospide, salía de casa como tantas otras veces rumbo a la zona que más le gustaba: las Peñas de Aia y los alrededores de Oiartzun, un terreno de pistas, senderos y bosque donde se sentía en su ambiente. Ese día, según la reconstrucción oficial, su rastro se pierde allí. Desde entonces, su nombre está ligado a una misma palabra: desaparecido.
Antes de convertirse en un rostro en los carteles de SOS Desaparecidos, Juan Carlos era “el de siempre” en Pasaia: un vecino conocido, de complexión fuerte, 1,75 de estatura, alrededor de 90 kilos, pelo castaño y ojos azules. Tenía 56 años cuando desapareció, hoy tendría 60. No hay información pública sobre problemas de salud graves ni sobre una vida especialmente conflictiva: era, a ojos de su entorno, un hombre de rutina tranquila al que le gustaba perderse en el monte, pero siempre para volver. Por eso, precisamente, la alarma saltó tan rápido: esta vez no regresó.
La Ertzaintza sitúa el inicio del caso en ese jueves 21 de abril de 2022. Juan Carlos sale de casa y se desplaza hacia la zona de Peñas de Aia, muy cerca del término de Oiartzun, un paraje que frecuentaba. Allí se habría perdido su pista, según confirmó el Departamento vasco de Seguridad a Noticias de Gipuzkoa: el operativo de búsqueda se centra en ese entorno porque es donde solía moverse y donde se cree que fue visto por última vez. El detalle es importante, porque desde el principio la investigación asume que no se trata de una “desaparición urbana”, sino de un posible incidente en montaña.
La denuncia por desaparición, sin embargo, no entra en comisaría ese mismo día. Según publicó la prensa, la familia acude a denunciar once días después, el viernes 29 de abril, cuando ya es evidente que algo va muy mal: nadie lo ha visto, no contesta al teléfono, no vuelve a su casa de Pasaia. En cuanto se formaliza la denuncia, la máquina se pone en marcha: se abre una investigación específica y se activa un dispositivo de búsqueda en el terreno donde solía caminar. Es el momento en que el nombre de Juan Carlos empieza a salir de su círculo cercano para convertirse en asunto de todo Oarsoaldea.
El operativo que despliega la Ertzaintza no es menor. Fuentes oficiales citadas por Noticias de Gipuzkoa hablan de un dispositivo con unidad de Vigilancia y Rescate en montaña y unidad canina, rastreando distintos enclaves de Peñas de Aia y alrededores de Oiartzun, en busca de cualquier rastro: una prenda, un bastón, un rastro térmico, un posible cuerpo en una zona de difícil acceso. Se revisan senderos, cortados, pistas forestales, laderas donde un resbalón puede ser fatal. En esos primeros días, la hipótesis dominante es un accidente: un mal paso, una caída, un problema médico súbito.
Pero las horas pasan, el dispositivo se mantiene y no aparece nada. Ni una pista sólida. El 9 de mayo de 2022, casi tres semanas después de su desaparición, el mismo diario publica otro titular: “Sin noticias del vecino de Pasaia desaparecido el 21 de abril”. La pieza resume la situación con una frase seca: “Juan Carlos Machinandiarena sigue sin dar señales de vida”. La búsqueda en la zona donde se sospechaba que podría estar —entre Oiartzun y Peñas de Aia— no ha permitido dar con él. A partir de aquí, el caso empieza a deslizarse del foco mediático al largo y silencioso corredor de las desapariciones no resueltas.
En paralelo al trabajo policial, llega la fase de difusión pública. La asociación SOS Desaparecidos publica su ficha completa: Juan Carlos Machinandiarena Arrospide, desaparecido el 21/04/2022 en Pasaia (Gipuzkoa), 56 años, 1,75 m, 90 kg, pelo castaño, ojos azules, complexión gruesa, referencia 25-07115. Esa ficha se convierte en un cartel rojo y blanco que empieza a circular por redes, grupos de WhatsApp y páginas de Facebook, acompañado siempre por los teléfonos 24 horas de la asociación (+34 649 952 957 / 644 712 806) y el recordatorio de que cualquier avistamiento debe comunicarse de inmediato.
La fundación QSDglobal se suma pronto a la difusión. En sus perfiles aparece el mensaje: “SIN RASTRO DE JUAN CARLOS MACHINANDIARENA ARROSPIDE” junto a la misma fotografía que difunde SOS Desaparecidos. En abril de 2024, al cumplirse dos años, QSDglobal vuelve a publicar su caso con el texto “DOS AÑOS SIN RASTRO” y recuerda de nuevo la fecha y el lugar: 21 de abril de 2022, Pasaia, Gipuzkoa. Las asociaciones insisten en algo que duele leer pero es importante: el expediente sigue abierto, Juan Carlos continúa en paradero desconocido.
Mientras tanto, la vida en Pasaia y en la comarca de Oarsoaldea sigue. La gente va a trabajar, los barcos entran y salen del puerto, los montes siguen ahí. Pero para la familia de Juan Carlos el tiempo se detuvo en aquel abril de 2022. No se ha hecho público que se haya hallado ningún objeto suyo, ni su teléfono, ni siquiera una señal clara de que hubiera cruzado alguna frontera. Es como si, simplemente, se hubiera desvanecido en la montaña. En los bares y plazas del municipio, su nombre se asocia ya a la pregunta que nadie sabe responder: “¿Qué le pasó en Peñas de Aia?”.
Este caso se enmarca en una realidad más amplia que rara vez ocupa titulares: la de las desapariciones de adultos en España que no se resuelven en los primeros días. El Informe de Personas Desaparecidas 2024 del Ministerio del Interior cifra en 16.147 las denuncias registradas en 2024, un 6 % más que el año anterior; el 95,5 % se esclarecieron, pero a marzo de 2025 seguían activos más de 6.600 casos de diversa antigüedad. Detrás de cada número hay una historia como la de Juan Carlos: un nombre, una familia, una fecha concreta a partir de la cual todo se vuelve interrogante.
La Ertzaintza, en declaraciones generales sobre desapariciones, insiste en que hay que desterrar la idea de “esperar 24 horas”: recomiendan denunciar en cuanto la ausencia genera angustia, porque las primeras horas son cruciales, especialmente cuando se sospecha de un posible accidente en monte o entorno natural. En el caso de Juan Carlos, la denuncia entró días después de la última vez que se le vio. Es imposible saber si una reacción más temprana habría cambiado algo, pero el caso se cita a menudo como recordatorio de que el tiempo cuenta.
A día de hoy, finales de 2025, lo que podemos afirmar con datos contrastados es muy concreto: Juan Carlos Machinandiarena Arrospide sigue desaparecido; la ficha de SOS Desaparecidos continúa activa y no existe ninguna comunicación oficial que hable de localización, ni viva ni fallecida. Legalmente, su caso permanece como desaparición en investigación. Humanamente, es una herida abierta en una familia de Pasaia y un misterio colgado en las laderas de Peñas de Aia, donde se le sigue buscando cada vez que alguien recorre esos senderos con su foto en la cabeza.
Si vives en Gipuzkoa, te mueves por zonas de monte en Oiartzun, Peñas de Aia, Pasaia o alrededores, y crees haber visto a un hombre de unos 60 años, complexión fuerte, 1,75 m, ojos azules, parecido al cartel de Juan Carlos, o recuerdas algo de aquellos días de abril de 2022 que nunca contaste —un coche aparcado donde no debía, un hombre solo en una pista remota, una conversación extraña—, puedes aportar la información a la Ertzaintza, al 112, o a los teléfonos de SOS Desaparecidos (+34 649 952 957 / 644 712 806). A veces, las investigaciones que parecen estancadas se desbloquean por un detalle que alguien guardó como “sin importancia”.
La verdadera pesadilla del caso de Juan Carlos Machinandiarena Arrospide no está solo en imaginar qué pudo ocurrirle en la montaña. Está en todo lo que vino después: búsquedas sin resultado, carteles que se van amarilleando, recordatorios de “DOS AÑOS SIN RASTRO” que se convierten en tres, en cuatro… y una silla vacía que sigue esperando. Entre Pasaia y Peñas de Aia, alguien sabe qué pasó aquel 21 de abril de 2022. Hasta que esa verdad salga a la luz, la única forma de luchar contra el olvido es repetir su nombre, mirar su foto y recordar que hay un hombre que salió a caminar por el monte y nunca volvió, y una familia que aún no ha dejado de esperarlo.
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