La noche del 17 de septiembre de 2025, en la pedanía de El Contador, un núcleo diminuto de Chirivel (Almería), todo era rutina: casas bajas, campos, silencio de sierra. A las 23:00 horas, una mujer de 73 años, Geraldine Ann P. S., salió de su vivienda para hacer algo tan cotidiano como alimentar a unos gatos. Iba en pijama oscuro y chanclas blancas de plástico. No llevaba bolso, ni móvil, ni abrigo. Según su marido, nunca regresó. Desde entonces, el caso de Geraldine Ann P. S. desaparecida en Chirivel se ha convertido en una de las desapariciones más inquietantes de la España rural reciente.
Antes de ser un cartel rojo de “DESAPARECIDA”, Geraldine era simplemente “la inglesa del Contador”: una vecina británica de 73–74 años que llevaba más de dos décadas viviendo en la zona junto a su marido, integrada en la vida del pueblo. El Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) la describe como una mujer de 1,50 de estatura, complexión delgada, pelo rubio liso y largo, ojos azules. En las imágenes difundidas por SOS Desaparecidos y la prensa se la ve con el pelo ya canoso, rostro delgado y mirada clara, el tipo de cara que cualquiera podría reconocer al cruzársela en una calle estrecha de pueblo.
La última noche que alguien la vio, Geraldine estaba en casa con su esposo en El Contador, esa pedanía mínima encajada entre almendros, monte bajo y una orografía tan bonita como traicionera. Según el relato recogido por Almería Hoy, alrededor de las once de la noche salió de la vivienda “para dar de comer a unos gatos” y no volvió a entrar. Por su ropa —pijama oscuro y chanclas blancas con agujeros— nadie pensaría que fuera a irse lejos. Era un gesto de rutina, de los que se hacen casi sin pensarlo. Un gesto del que nunca regresó.
Su marido esperó, buscó alrededor, y al ver que la noche se estiraba sin rastro de Geraldine, decidió denunciar. La Guardia Civil recibió la comunicación de la desaparición a la mañana siguiente, el 18 de septiembre, y activó de inmediato el protocolo para personas vulnerables. Geraldine tiene, según la prensa local, una leve discapacidad cognitiva, algo que hizo saltar todas las alarmas: en un entorno de campo, cualquier desorientación nocturna puede ser fatal.
El escenario no facilitaba las cosas. Chirivel y su pedanía de El Contador están rodeados de ramblas, barrancos, lomas y zonas de matorral denso, un laberinto de tierra y piedra donde una persona mayor puede desaparecer de la vista en segundos. El alcalde, José Torregrosa, explicaba que ya en la primera semana se habían rastreado “unos dos kilómetros a la redonda” de forma minuciosa, porque en esa orografía “puedes pasar veinte veces al lado y no ver a alguien”. Esa mezcla de amplitud y recovecos convirtió la búsqueda de Geraldine en una carrera contrarreloj contra el terreno.
Tras la denuncia del marido, se activó un dispositivo de búsqueda masivo. Durante los primeros días se peinó un radio de más de 2–4 kilómetros alrededor del núcleo con todo lo disponible: Guardia Civil, Policía Local, Infoca, bomberos, Protección Civil, agentes de Medio Ambiente, equipos de los municipios vecinos e incluso el Grupo de Emergencias de Andalucía (GREA). Se sumaron unidades caninas, drones y helicópteros del Servicio Aéreo, además del equipo de rescate en montaña llegado desde Granada. No era una simple batida: era un despliegue propio de una gran emergencia.
A ese operativo profesional se unió algo que los titulares repiten una y otra vez: la movilización del pueblo. En algunos días clave, hasta 200 voluntarios —vecinos, familiares, gente de municipios cercanos, agricultores que aprovechaban la campaña de la almendra para mirar entre retamas y chaparras— salieron en grupos organizados desde el Centro Cultural de El Contador para buscar “sin descanso”, como agradecía el propio ayuntamiento. Cada mañana, a las nueve, salían las batidas. Cada tarde, volvían con las manos vacías.
Pasó una semana, luego dos. El 22 de septiembre, La Vanguardia recogía la alerta del CNDES con un titular seco: “Sin rastro de Geraldine Ann P. S., una mujer de 73 años desaparecida en Almería”. El 19 de septiembre, Mundo Deportivo —en su sección de actualidad— ya se había sumado a la difusión, recordando que SOS Desaparecidos acababa de compartir el cartel y describiendo a Geraldine como una mujer de 73 años, complexión delgada, pelo canoso y ojos claros, vista por última vez el día 17 en El Contador. La desaparición había dejado de ser solo un tema local para convertirse en un caso seguido en toda España.
El 17 de octubre de 2025, cuando se cumple un mes sin noticias, el digital Almería Hoy titula: “Chirivel: un mes de incertidumbre en la búsqueda de Geraldine, la británica desaparecida en Contador”. El artículo resume la situación con una frase que hiela: “hasta la fecha, no se ha hallado ninguna pista sobre el paradero de la mujer”. La Policía Judicial de la Guardia Civil mantiene la investigación abierta, pero el dispositivo masivo de búsqueda se ha reducido: ya no hay helicópteros cada día, ni 200 personas en línea rastreando el monte. Queda la parte menos visible: revisar datos, hablar con vecinos, recomponer los últimos movimientos de Geraldine.
En paralelo al trabajo policial, las asociaciones especializadas hacen lo que mejor saben hacer: mantener viva la alerta. El CNDES activó oficialmente su ficha de desaparecida, y asociaciones como SOS Desaparecidos y QSDglobal han difundido su caso en redes junto al lema “UN MES SIN RASTRO DE GERALDINE ANN”, invitando a cualquier persona con información a llamar al 062, al 112 o a los teléfonos 24h de SOS Desaparecidos (649 952 957 / 644 712 806). En un caso sin testigos claros, cualquier detalle puede ser crucial: un coche visto a deshora, una conversación, un perro que olisqueó algo en un bancal.
El misterio de Geraldine Ann P. S. desaparecida en Chirivel no se entiende del todo sin el contexto de las desapariciones en España. El Informe Anual de Personas Desaparecidas 2024 del CNDES señala que solo en 2024 se investigaron 16.147 desapariciones, un 6 % más que el año anterior, y que, aunque el 95,5 % se resolvieron, seguían más de 6.600 casos activos a comienzos de 2025. Detrás de cada número hay una historia como la suya, pero las de personas mayores en entornos rurales tienen un patrón propio: basta un desvío de unos metros, una caída, un golpe, o —y aquí aparece el miedo que nadie quiere nombrar— la intervención de terceros.
Oficialmente, las autoridades no han comunicado ninguna hipótesis concreta sobre qué pudo ocurrirle a Geraldine aquella noche de septiembre. Los medios hablan de dos grandes posibilidades: que se haya desorientado en la oscuridad y haya sufrido un accidente en una zona todavía no localizada, o que la desaparición tenga un componente humano —desde una ayuda mal entendida hasta algo más grave— que la investigación aún no ha podido demostrar. Sin pruebas sólidas, todo lo que se salga de ahí es pura especulación. Y, en una historia de carne y hueso, la especulación duele.
Para el pueblo de Chirivel, y sobre todo para su marido, la pesadilla es doble. Por un lado, el vacío físico: una silla vacía, unos platos que ya no se ponen, unos gatos a los que ahora alimenta otra mano. Por otro, el vacío de respuestas: saber que se hizo “todo lo posible” en las primeras semanas y, aun así, no tener ni un trozo de pijama enganchado en una alambrada que diga “estuvo aquí”. Los vecinos que se dejaron la piel en las batidas lo repiten a los periodistas: “Es como si se la hubiera tragado la tierra”.
Hoy, cuando hablamos del caso de Geraldine Ann P. S. desaparecida en Chirivel (El Contador), no hablamos de un expediente cerrado, ni de una historia que ya tenga final. Hablamos de una mujer de 73 años, británica, de 1,50 m, delgada, pelo canoso, ojos claros, que salió en pijama a dar de comer a unos gatos y nunca volvió a cruzar el umbral de su casa. Hasta que alguien pueda explicar qué ocurrió en esos pocos metros entre la puerta, el patio y la oscuridad de la noche, lo único que podemos hacer desde fuera es no dejar que su nombre se pierda: Geraldine Ann sigue desaparecida, y cada compartido, cada cartel y cada llamada pueden ser el giro que rompa, por fin, esta pesadilla silenciosa en la sierra de Almería.
0 Comentarios