La desaparición de Amy Fitzpatrick: la adolescente irlandesa que se esfumó en Mijas Costa



La Costa del Sol se despertó con resaca de Año Nuevo el 1 de enero de 2008… pero en la urbanización Riviera del Sol, en Mijas Costa (Málaga), faltaba alguien. Amy Fitzpatrick, irlandesa, 15 años, pelo oscuro y mirada inquieta, no había vuelto a casa la noche anterior. Vivía allí con su madre, Audrey, el compañero de esta, Dave Mahon, y su hermano Dean, tras mudarse desde Dublín unos años antes en busca de una vida mejor al sol. 

La última noche conocida de Amy comenzó en casa de su amiga Ashley Rose, donde ambas hacían de canguros del hermano pequeño de Ashley. Sobre las 9–9:45 de la noche, la joven se despidió: debía recorrer apenas un trayecto de 10–15 minutos, un camino que conocía de memoria entre urbanizaciones, para llegar a su casa en Riviera del Sol. Nunca lo consiguió. Esa caminata corta, por un sendero poco iluminado, es el último tramo de vida confirmado de Amy Fitzpatrick. 

Ashley contó a la Guardia Civil que acompañó a Amy hasta el inicio del camino de tierra, y que allí quedaron en verse al día siguiente. Fue la última persona que la vio con vida. Con los años, Ashley ha repetido su frustración: asegura que solo fue entrevistada una vez cuando tenía 13 años y que la investigación nunca se tomó del todo en serio. En 2025, ya adulta, declaró que teme que Amy “nunca sea encontrada” y que la policía española trató el caso como una simple fuga juvenil. 


La desaparición no se detectó de inmediato. La propia madre ha explicado que pensó que Amy se quedaría varias noches con su amiga, algo que ya había ocurrido antes, y que por eso no sonó ninguna alarma las primeras horas. Cuando se dieron cuenta de que nadie había visto a la chica desde aquella noche, la Guardia Civil activó la búsqueda: voluntarios, perros, registros “centímetro a centímetro” del camino entre ambas casas. No encontraron signos de lucha, ni prendas, ni un solo indicio físico de lo que pudo pasar. 

El contexto familiar tampoco era sencillo. Según amigos y allegados, Amy no se adaptaba bien a su nueva vida en España: faltaba a clase con frecuencia y hablaba de volver a Irlanda para vivir con su padre, Christopher Fitzpatrick. Algunas personas del entorno han afirmado que existían tensiones con el compañero de su madre, Dave Mahon, aunque él siempre ha negado haber tenido nada que ver con la desaparición y nunca ha sido acusado por este caso. 

Tras la denuncia, el caso “Amy Fitzpatrick desaparecida en Mijas” saltó a los medios irlandeses y españoles. Se organizaron batidas masivas en la zona de Calahonda y Riviera del Sol; se revisaron construcciones abandonadas, arcenes y barrancos. El entonces primer ministro irlandés (Taoiseach) recibió a los padres de Amy, y la familia contrató detectives privados para seguir pistas que la investigación oficial no podía abarcar. 


Los años siguientes estuvieron marcados por episodios extraños. En 2008 fue robado el ordenador portátil del abogado de la madre y de Mahon, que se utilizaba en la búsqueda de la chica. En 2009, la familia recibió un mensaje exigiendo 500.000 euros a cambio de información y asegurando que Amy estaba secuestrada en Madrid: la Guardia Civil rastreó los números y concluyó que eran líneas prepago sin titular identificado, un intento de extorsión aprovechando el dolor de la familia. Nada de eso acercó la verdad. 

Mientras la investigación española iba perdiendo impulso, la tragedia golpeó de nuevo al entorno de Amy. En 2013, su hermano Dean murió apuñalado en Dublín durante una discusión con Dave Mahon; este fue condenado por homicidio (manslaughter) en 2016. Audrey ha seguido defendiendo a su pareja, pero para el padre y la tía de Amy, aquel crimen reavivó todas las sospechas sobre lo que pudo ocurrir en 2008, aunque Mahon no ha sido imputado por la desaparición de la joven. 

Con el paso del tiempo, la desaparición fue degradada en los despachos: la policía española la dio por “caso frío”, sin pruebas de delito ni de paradero, mientras la familia insistía en que Amy no se fue por voluntad propia. En Irlanda y en redes sociales han circulado hipótesis de todo tipo: desde una fuga planeada hasta un crimen silenciado por personas del entorno. Nada ha sido probado. El único hecho indiscutible es que la adolescente nunca volvió a utilizar sus documentos, tarjetas ni redes. 


En 2023 y 2025 hubo un renovado intento de sacudir el expediente. La familia paterna y activistas por los desaparecidos impulsaron campañas para que el caso se reabra formalmente como investigación de homicidio, no solo de persona desaparecida. Se han llegado a señalar lugares concretos, como el antiguo hipódromo de Fuengirola, como posibles puntos donde podrían estar sus restos, pero, según denuncia la familia, esas pistas no han sido excavadas o analizadas en profundidad. 

La presión se ha trasladado también al terreno institucional. Peticiones en línea reclaman una revisión conjunta entre la Guardia Civil y las autoridades irlandesas, así como la intervención de organismos de la Unión Europea especializados en casos de desaparición de largo plazo. El mensaje es claro: “Han pasado 17 años, pero alguien sabe qué pasó con Amy Fitzpatrick”. 

Mientras las teorías se amontonan, el tiempo no suaviza el dolor. El padre de Amy ha dicho recientemente que la herida sigue “tan cruda como el primer día”, y su tía Christine ha comparado el caso con el de Madeleine McCann, denunciando que la desaparición de su sobrina no ha recibido el mismo nivel de atención ni de recursos. Para ellos, ya no se trata solo de esperanza, sino de derecho a la verdad y a un lugar donde poder llevar flores. 


Amy Fitzpatrick tenía 15 años cuando caminó por aquel sendero oscuro de Mijas Costa y se desvaneció entre urbanizaciones, luces bajas y secretos que nadie ha querido o sabido contar. Su nombre sigue vivo en carteles, perfiles de Facebook y vigilias a la luz de las velas, recordándonos que el miedo más profundo no siempre es el monstruo que aparece… sino la persona que falta y nunca vuelve. Si viviste en la zona de Riviera del Sol en 2008, si escuchaste algo, si sabes algo, por mínimo que parezca, tu memoria puede ser la pieza que rompa por fin este silencio.

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