Mijas Costa (Málaga) — noche del jueves 3 de marzo de 2011. Francisco Ruiz Galán tenía 63 años, era jubilado y vivía una vida tranquila en el municipio. Aquella tarde salió como tantas otras y, según la investigación, a eso de las 21:30 fue visto por última vez cerca de la gasolinera de La Vega, en Las Lagunas. Desde ese momento, su rastro se perdió en la oscuridad.
Francisco era muy querido en la zona: un hombre sencillo, gran aficionado a la caza y a los animales, sin conflictos conocidos y con rutinas muy marcadas. Quienes lo conocían lo describen como alguien responsable, que jamás se marcharía sin avisar. Por eso, su ausencia comenzó a oler a misterio desde el primer minuto.
El último testimonio fiable habla de él caminando por la zona de la estación de servicio de La Vega, ya de noche. Un joven dijo haberlo visto allí, aparentemente solo. Ni discusiones, ni prisas, ni ningún gesto que hiciera pensar en lo que iba a ocurrir. Después de ese encuentro, nadie más pudo decir con certeza: “Yo vi a Francisco”.
A la mañana siguiente, un amigo intentó llamarlo. El teléfono ya estaba apagado. Pasaron las horas, los intentos se multiplicaron, y la familia empezó a recorrer los lugares que frecuentaba: su casa, bares conocidos, caminos donde paseaba. Nada. El domingo, tres días después de la última vez que se le vio, denunciaron oficialmente su desaparición ante la Guardia Civil.
El Instituto Armado puso en marcha un dispositivo de búsqueda. Con la ayuda de la Asociación de Cazadores de Mijas se rastrearon las zonas de cañaverales y el cauce del río Fuengirola; se organizó una gran batida en torno a La Vega, el último punto donde alguien lo había visto. Los operativos se prolongaron durante días, sin localizar ninguna prenda, documento o rastro físico que explicara qué le ocurrió.
La asociación SOS Desaparecidos difundió su ficha para toda España: Francisco Ruiz Galán, 63 años, 1,60 m de estatura, complexión delgada, pelo canoso corto y ojos marrones. Fecha de desaparición: 3 de marzo de 2011, lugar: Mijas (Málaga). Desde entonces, esos datos acompañan su fotografía en carteles, redes y campañas que se siguen renovando más de una década después.
Con el paso de los años, la ausencia se convirtió en aniversario. QSDglobal ha recordado en varias ocasiones que “no hay ni un solo rastro” desde aquella noche, subrayando que el caso de Francisco es uno de los más largos y dolorosos de la provincia. Cada mensaje repite la misma idea: no se ha encontrado cuerpo, ni pertenencias, ni un indicio sólido que permita cerrar el expediente.
El Ayuntamiento de Mijas decidió que sus desaparecidos no quedarían enterrados en el olvido. En 2015 inauguró el Jardín de los Sentidos, en La Cala, con una placa dedicada a cinco vecinos cuyo paradero aún se desconoce: Juan Antonio Gómez Alarcón, Amy Fitzpatrick, María Isabel Cortés, Francisco Ruiz Galán y John Martin Leach. Allí, el nombre de Francisco quedó grabado en piedra como recordatorio de una búsqueda inacabada.
Cada 9 de marzo, Mijas celebra un acto en memoria de las personas desaparecidas sin causa aparente. En los discursos oficiales se menciona siempre a Francisco Ruiz Galán, cuyo rastro se perdió en 2011. Velas, flores y minutos de silencio llenan el Jardín de los Sentidos mientras las familias, año tras año, vuelven a pedir lo mismo: respuestas.
La desaparición está catalogada como “sin causa aparente”: no hay pruebas concluyentes de marcha voluntaria, accidente ni delito. Algunas hipótesis apuntan a una posible caída en una zona agreste o en el cauce del río; otras, a la intervención de terceros. Pero son solo eso: teorías. La investigación oficial nunca ha podido confirmar ninguna de ellas, y el expediente continúa abierto, suspendido en un limbo doloroso.
Mientras tanto, la vida de su familia se detuvo en aquel marzo de 2011. Su sobrino Antonio, que fue de los primeros en alzar la voz en los medios, ha repetido en más de una ocasión que lo que desean, por encima de todo, es poder saber qué le pasó. Detrás de cada acto público, de cada entrevista y de cada cartel colgado en Mijas, hay una casa donde todavía se le espera.
Francisco Ruiz Galán salió una noche cualquiera y se deshizo en la frontera entre la luz de una gasolinera y la oscuridad de la carretera. Su caso es la prueba de que, a veces, el monstruo no es un agresor visible, sino el vacío: un trayecto de pocos metros que nunca se completa, una llamada que no entra, un teléfono apagado que nunca vuelve a sonar.
Si tienes cualquier información sobre Francisco Ruiz Galán —aunque parezca mínima, aunque hayan pasado años— puedes contactar con la Guardia Civil o con la asociación SOS Desaparecidos (teléfonos 649 952 957 y 642 650 775). Porque una sola mirada aquella noche en La Vega, un recuerdo olvidado, puede ser la llave que, por fin, devuelva a Francisco a su historia.
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