Simona Camelia Melu tenía 15 años cuando, el 9 de julio de 2019, su nombre quedó atrapado para siempre entre dos pueblos de Valladolid: Nava del Rey, donde vivía con su familia, y Tordesillas, donde fue vista por última vez. Desde entonces, la pregunta es la misma, repetida en español y en rumano, en redes y en comisarías: ¿dónde está Simona?
Había nacido en Adjud (Rumanía) el 8 de mayo de 2004 y llevaba años residiendo en España junto a su madre, trabajando ésta en el campo y encajando como tantas familias migrantes en la vida tranquila de un pueblo castellano. En Nava del Rey la conocían como una chica tímida, delgada, de pelo castaño largo y liso, ojos marrones y sonrisa reservada. Una adolescente más, con instituto, amigas y paseos de verano.
Aquel 9 de julio, según ha contado su familia, Simona salió de casa diciendo que iba a dar un paseo y a encontrarse con una amiga. Nada hacía presagiar que ese “ahora vuelvo” se convertiría en un silencio de años. El rastro telefónico y los testimonios acabaron fijando su última localización en Tordesillas, a unos 30 kilómetros de Nava del Rey, donde se perdió definitivamente su pista.
Los datos oficiales son fríos, pero contundentes: la ficha de SOS Desaparecidos y la del Centro Nacional de Desaparecidos señalan que Simona Camelia Melu desapareció el 09/07/2019 en Tordesillas, con 15 años, 1,65 m de estatura, unos 55 kg de peso, complexión delgada, pelo castaño y ojos marrones. La última vez que fue vista vestía pantalón vaquero negro, chaqueta negra con una tira rosa fluorescente y zapatillas deportivas.
La denuncia se interpuso y la Guardia Civil activó el protocolo, pero desde el primer momento faltó lo esencial: una escena, un testigo clave, un objeto perdido que marcara un antes y un después. No hubo nota de despedida, ni movimientos bancarios, ni comunicación verificable después de esa tarde. La sensación en la familia fue inmediata: Simona no se ha ido por voluntad propia.
Durante los primeros meses se repitió la imagen de carteles pegados en comercios, marquesinas y redes sociales: la foto de una menor de rostro serio, el nombre completo y la palabra DESAPARECIDA en letras rojas. Asociaciones como QSDglobal y la propia SOS Desaparecidos relanzaron varias veces la alerta, con la referencia 25-02882, recordando que cualquier pista debía comunicarse al 062, 091, 112 o a los teléfonos de emergencia de las ONG.
Mientras los comunicados oficiales hablaban de “todas las hipótesis abiertas”, la madre de Simona, Daniela, empezó a levantar la voz en medios rumanos y españoles. En entrevistas concedidas en 2020 contó que creía que su hija podía estar retenida contra su voluntad, y criticó que el entorno de amistades de la chica no hubiera sido investigado con más profundidad. Era su intuición como madre, no una conclusión judicial, pero añadía otra capa de inquietud a un expediente ya oscuro.
Con el paso de los años, el caso dejó de ser solo un drama familiar para convertirse en un símbolo estadístico: en 2021, varios reportajes sobre menores desaparecidos en España citaban a Simona Camelia entre los 56 casos abiertos más inquietantes del país. Su nombre aparecía junto al de otras adolescentes como Malén Ortiz o Caroline del Valle, recordando que no todas las desapariciones “de menores” se resuelven al cumplir los 18.
En agosto de 2022, un reportaje sobre Tordesillas volvía a colocarla en el mapa, señalando a la localidad como “punto rojo” de dos desapariciones sin resolver: la de un hombre llamado Teodoro y la de Simona Camelia Melu, la joven rumana de Nava del Rey a la que se perdió la pista aquella noche de julio. El artículo destacaba que la familia seguía sin respuesta y que la Guardia Civil no había hallado evidencia concluyente que apuntara ni a fuga, ni a accidente, ni a delito específico.
El 9 de julio de 2024, cuando se cumplieron cinco años, la prensa de Castilla y León recordó de nuevo su historia: una menor que le dijo a su familia que salía a pasear y no volvió; una investigación sin giros públicos relevantes; y una familia que sigue viviendo entre dos geografías, la de los pueblos castellanos y la de un país de origen al que nunca pudieron regresar juntos. “Han pasado cinco años y no sabemos nada más que el primer día”, resumían los titulares.
A día de hoy, no hay comunicado oficial que anuncie hallazgo de restos, objetos personales determinantes ni movimientos posteriores confirmados de Simona. El expediente continúa como desaparición no resuelta y, según la información pública disponible, las autoridades mantienen abiertas todas las vías: marcha voluntaria, captación por terceros, accidente no descubierto o traslado fuera de España. No hay evidencias suficientes para cerrar ninguna, ni para sostener con firmeza una sola versión.
En Nava del Rey, su silla sigue vacía en la memoria familiar; en Tordesillas, la fecha del 9 de julio se ha convertido en un recordatorio silencioso de que alguien dejó de estar. Algunas asociaciones recuerdan que, si Simona vive, hoy tendría 21 años, y su aspecto podría haber cambiado, pero no sus ojos castaños ni ciertos rasgos identificativos. La alerta, por eso, sigue activa en España y conectada con bases de datos internacionales.
Desaparición de Simona Camelia Melu. Tres palabras que resumen un misterio que ya dura más de seis años, una madre que se niega a rendirse y dos pueblos unidos por la misma sensación: alguien sabe algo, pero aún no ha hablado. Cada recordatorio, cada cartel, cada artículo lleva implícita la misma petición: que el miedo, la vergüenza o la indiferencia no sigan ganando tiempo.
Si conoces algo sobre la desaparición de Simona Camelia Melu, por mínimo que parezca —una conversación, un rumor de aquella noche de 2019, un posible avistamiento posterior—, contacta con la Guardia Civil (062 / 112) o con SOS Desaparecidos (649 952 957 / 644 712 806), citando la referencia 25-02882. Porque en casos como este, a veces una sola palabra basta para romper una pesadilla que ya dura demasiado.
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