La muerte se consideró sospechosa desde el primer momento: indicios de la escena apuntaban a que el cuerpo pudo ser trasladado en las 12 horas previas al hallazgo. Los investigadores estimaron que llevaba menos de 24 horas fallecida cuando fue encontrada. El expediente quedó abierto, pero sin nombre, sin historia y sin familia a la que avisar.
Pasaron los años. En 2023, su caso entró en Identify Me, la campaña internacional de INTERPOL y seis países europeos para identificar mujeres halladas muertas en circunstancias criminales o no aclaradas. La imagen de “la mujer de rosa” —esa combinación de rosa sobre rosa— comenzó a circular por todo el mundo pidiendo una sola cosa: ¿alguien la reconoce?
La respuesta llegó en 2025 y viajó de un país a otro. Turquía envió huellas dactilares que coincidieron con las tomadas en España en 2005. Después, una verificación genética con un familiar cerró la duda. Por fin tenía nombre: Liudmila Zavada, ciudadana rusa de 31 años al morir.
La confirmación pública llegó el 25 de septiembre de 2025. INTERPOL explicó que el caso “ES06 — The woman in pink” quedaba identificado gracias al intercambio biométrico internacional y a la cooperación entre OCN Madrid, Ankara y autoridades forenses. Un rompecabezas de dos décadas encajaba al fin.
La identificación no cierra la investigación penal. Las preguntas clave siguen abiertas: ¿quién la mató?, ¿dónde ocurrió realmente el crimen?, ¿cómo llegó su cuerpo a la C-246? La Policía española mantiene el caso vivo; la nota de prensa de 2025 subraya que la causa de la muerte continúa bajo indagación.
El de Liudmila es, además, un hito para España en Identify Me: uno de los primeros casos resueltos tras la inclusión en la campaña —después de la identificación, en marzo de 2025, de Ainoha Izaga Ibieta Lima (Girona, 2018)— y una prueba de que compartir huellas, ADN y fichas entre países puede devolver identidad y consuelo.
Reconocer a Liudmila permite reconstruir su biografía y activar nuevas líneas: contactos, entradas y salidas de frontera, círculos personales. Todo lo que durante años fue imposible por la etiqueta de NN empieza ahora a tomar forma con un nombre y un país de origen. La oportunidad investigadora renace con cada dato confirmado.
Más allá del expediente, su caso recuerda lo esencial: detrás de cada “desconocida” hay una vida y una familia que espera. Durante 20 años, “la mujer de rosa” fue un vacío administrativo; hoy, Liudmila Zavada es una persona con historia, y la justicia sabe a quién buscar y por quién preguntar.
“Durante 20 años fue un nombre en blanco. Hoy Liudmila retoma identidad. No tenemos todas las respuestas… pero al menos ya le devolvimos su nombre.”
Que su nombre circule, que su memoria no se pierda y que la colaboración internacional siga haciendo lo que promete: abrir puertas incluso cuando parecía que todas estaban cerradas.
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