La mañana del 10 de octubre de 2007, en Hellín (Albacete), Mari Cielo Cañavate salió de casa para hacer algo tan cotidiano como acompañar a su hijo pequeño al colegio. Tenía 36 años, dos hijos y una cita pendiente esa misma mañana con el hombre con el que mantenía una relación sentimental. Nunca llegó a recoger al niño a la salida. Desde entonces, el caso Mari Cielo Cañavate se ha convertido en una herida abierta en Castilla-La Mancha: no hay cuerpo, no hay condena firme y, 18 años después, su familia sigue preguntándose dónde está.
Antes de ser un titular, Mari Cielo Cañavate Valverde era la “columna vertebral de la familia”, como la describe su padre Antonio. Madre entregada, muy unida a sus padres Juana y Antonio y a sus hermanas, fue durante años la que sostuvo la economía familiar tejiendo vestidos para muñecas, hasta que se quedó sin trabajo y pasó a depender de la ayuda de sus padres. A su alrededor giraban sus dos hijos, de 9 y 7 años, que pasaban gran parte del tiempo en casa de los abuelos, entre meriendas, deberes y una rutina aparentemente normal.
En esos años, Mari Cielo había iniciado una relación con un hombre mayor que ella, vecino de la localidad cercana de Pozohondo, casado y con hijos. Era una relación clandestina, complicada, que según la familia estaba ya en vías de ruptura cuando ella desapareció. La hermana de Mari Cielo ha explicado en varios programas que, cuando ella quiso poner fin a esa historia, empezaron las tensiones: discusiones, amenazas verbales e incluso advertencias por parte de uno de los hijos del hombre, que según la familia llegó a amenazarla de muerte.
El 10 de octubre de 2007, Mari Cielo llevó a su hijo pequeño al colegio Isabel La Católica, en Hellín, acompañada por su hermana Rosa. Durante el trayecto le dijo que, después de dejar al niño, tenía pensado verse con su pareja de Pozohondo. Era una mañana normal, sin señales externas de que estuviera planeando desaparecer. Cuando sonó la sirena de la salida, todos los niños fueron recogidos menos uno: el hijo de Mari Cielo, que se quedó esperando en la puerta a una madre que nunca volvió a aparecer.
Las primeras horas tras la desaparición de Mari Cielo Cañavate fueron confusas y, según coinciden la familia y los expertos, marcadas por errores graves. Durante mucho tiempo se asumió que podía tratarse de una marcha voluntaria y se aplicaban criterios que hoy parecen impensables: se hablaba de esperar 24 o 48 horas para activar una búsqueda formal. Asociaciones como SOS Desaparecidos señalan que el caso de Mari Cielo es un ejemplo de “duelo congelado” porque se falló justo donde no se puede fallar: en los primeros días, cuando las huellas aún estaban frescas y la memoria de los testigos era nítida.
Pronto, todas las miradas se dirigieron al hombre con el que Mari Cielo se iba a ver esa mañana. La relación clandestina, la supuesta ruptura y los conflictos previos lo situaron en el centro de la investigación. Varios testigos declararon haber visto a Mari Cielo dentro del vehículo de este hombre en Hellín y en la rotonda de acceso a Pozohondo, que a su vez lleva a una finca de la que él era propietario. Esa finca se convirtió en un lugar clave: allí se buscó, se rastreó el terreno, se levantaron sospechas… pero nunca se halló el cuerpo de la mujer.
Pasaron cuatro años de la desaparición de Mari Cielo hasta que el caso llegó a juicio. En noviembre de 2011, un jurado popular en la Audiencia Provincial de Albacete declaró culpable de homicidio a la expareja sentimental de la hellinera y lo condenó a 15 años de prisión, pese a que el cuerpo de Mari Cielo nunca apareció. La sentencia se apoyaba en indicios: contradicciones en las declaraciones, testimonios que la situaban en su coche y la idea de que no existía ninguna explicación razonable para que una madre tan apegada a sus hijos se esfumara sin dejar rastro.
Pero el supuesto “asesino de Mari Cielo Cañavate” duró poco como tal. En marzo de 2012, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha revocó la condena, al considerar que no había pruebas de cargo suficientes ni quedaba acreditado siquiera el fallecimiento de Mari Cielo. Un año después, en 2013, el Tribunal Supremo confirmó la absolución. El sospechoso quedó definitivamente libre, mientras la familia de Mari Cielo, además, era condenada junto a la Junta de Castilla-La Mancha a pagar las costas del recurso. Para su padre, aquel momento marcó un punto de quiebre: “Dejé de creer en la justicia”, ha confesado en entrevistas.
Desde entonces, el caso Mari Cielo Cañavate vive en un limbo jurídico y emocional. Oficialmente, no hay asesinato probado ni autor condenado, pero todo lo que rodea a su desaparición huele a violencia machista. El propio presidente de SOS Desaparecidos, Joaquín Amills, ha afirmado que, si los hechos ocurrieran hoy, se encuadrarían desde el primer momento dentro de la violencia de género, con protocolos específicos y una respuesta social y policial muy diferente. En 2007, sin embargo, esa mirada apenas empezaba a abrirse paso en las instituciones y en los medios.
La familia de Mari Cielo insiste en algo que repiten año tras año: ella no se fue voluntariamente. Rechazan de plano la idea de una desaparición voluntaria, entre otras cosas porque nunca hubo un gesto previo, una nota, un movimiento de dinero o una llamada que apuntara en esa dirección. Telecinco, a través del espacio “Viva la vida”, dio voz a la familia en 2019, cuando denunciaron que jamás se activó un gran dispositivo de búsqueda como el que hoy veríamos en un caso similar. No hubo batidas masivas, ni helicópteros sistemáticos, ni una movilización proporcional a la gravedad de que una madre no llegue a recoger a su hijo al colegio.
Con el paso de los años, la historia de Mari Cielo ha seguido viva en medios de comunicación y espacios de true crime. Onda Cero le dedicó un especial en “Territorio Negro”; RTVE repasó el expediente en “La mañana” y más recientemente en “Desaparecidos” con Paco Lobatón; otras cadenas como Telecinco han retomado el caso en distintas secciones centradas en desaparecidos. Podcasts como El Centinela del Misterio lo describen como uno de los casos más crueles e incomprensibles de España. Aun así, toda esa exposición mediática no ha logrado resolver la pregunta esencial: ¿qué pasó entre la escuela de Hellín y la finca de Pozohondo aquel 10 de octubre de 2007?
Mientras tanto, el tiempo se ha encargado de convertir la ausencia en un peso insoportable. En 2022 y 2024 se organizaron actos en Hellín coincidiendo con el 15º y el 17º aniversario de la desaparición, con la participación de la familia, SOS Desaparecidos y colectivos feministas locales. En ellos, se habló de “deuda social” con la familia Cañavate, de contradicciones en la investigación y de un duelo sin cerrar porque no hay un lugar donde llorar a Mari Cielo. Su padre dice que solo pide algo ya muy concreto: encontrar el cuerpo de su hija para poder enterrarla y que sus nietos puedan llevar flores a la tumba de su madre.
Incluso en 2025, cuando se cumplen 18 años sin rastro de Mari Cielo, su nombre vuelve a aparecer en informativos nacionales. Su hermana lamenta que “no se te ha hecho justicia ninguna” y que hayan pasado casi dos décadas sin una respuesta clara. Asociaciones como QSD Global siguen difundiendo su ficha: mujer de 1,55 de estatura aproximada, ojos claros, pelo rubio, desaparecida en Hellín, Albacete, el 10 de octubre de 2007. Cada aniversario reabre la herida, y cada silencio de los tribunales y de los archivos policiales refuerza la sensación de que el caso se dejó enfriar demasiado pronto.
El caso de la desaparición de Mari Cielo Cañavate no es solo la historia de una mujer que no volvió a casa: es también el retrato de una época en la que la violencia machista aún no ocupaba el centro del debate y en la que una relación clandestina podía interpretarse como un asunto privado, casi incómodo, más que como una posible señal de riesgo extremo. Hoy, con protocolos de emergencia activables en cuestión de minutos y una mirada de género más afilada, muchos expertos se preguntan cuántas cosas se habrían hecho de otra forma si Mari Cielo hubiera desaparecido en 2025 y no en 2007.
Dieciocho años después, la pregunta sigue siendo la misma que se hace su familia desde aquella tarde en la que un niño se quedó esperando en la puerta del colegio: ¿dónde está Mari Cielo Cañavate? Hasta que alguien dé un paso al frente, hasta que aparezca un resto, una confesión o una pista que haya pasado inadvertida, la desaparición de esta mujer de Hellín seguirá siendo una de esas pesadillas reales que se resisten a apagarse. Un caso que mezcla amor clandestino, sospechas, un juicio fallido y una ausencia insoportable, y que nos recuerda que, a veces, el verdadero terror no está en las historias de ficción, sino en la vida de una madre que salió a llevar a su hijo al colegio… y jamás volvió.
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