María Chico Prieto tenía 77 años, vivía en la parroquia compostelana de A Enfesta, en Santiago de Compostela, y sufría Alzheimer. El 7 de agosto de 2021 fue un día de verano como tantos en el rural gallego: calor, rutina, vecinos que se saludan de ventana a ventana. En algún momento de esa jornada, María salió de casa… y no regresó. Desde entonces, su nombre se uniría a la lista de desaparecidos que Galicia no consigue olvidar.
Su entorno dio la voz de alarma cuando notaron que no volvía y no respondía. María conocía los caminos de la parroquia, pero la enfermedad hacía que cada trayecto tuviera algo de lotería: a veces llegaba sin problema, otras necesitaba ayuda. Aquella tarde, la ayuda llegó demasiado tarde. Cuando la familia avisó al 112 y a la Guardia Civil, ya no había rastro claro de hacia dónde se había dirigido.
En pocas horas se organizó un dispositivo de búsqueda en A Enfesta y alrededores. Patrullas de la Guardia Civil, Policía Local, Protección Civil y voluntarios del pueblo comenzaron a peinar pistas forestales, márgenes de carreteras, fincas y pequeñas corgas de la zona. Se revisaron casas abandonadas, cobertizos, cunetas y sendas usadas por cazadores y leñadores.
Al operativo se sumaron el Grupo de Perros de Rescate de Protección Civil de Padrón y el equipo de drones de la Axencia Galega de Emerxencias (AXEGA), que sobrevoló amplias zonas de monte intentando detectar ropa o movimientos extraños entre la maleza. Aun así, día tras día, el resultado fue el mismo: nada. Ni una prenda, ni un zapato, ni una pista que permitiera aferrar una esperanza concreta.
Los días se hicieron semanas, y las semanas, meses. Enfesta, una parroquia pequeña donde todo el mundo se conoce, vivió el caso con un nudo en la garganta. María no era un nombre anónimo: era la señora mayor que se veía pasear, la vecina que empezaba a olvidar cosas, la madre y abuela a la que la familia cuidaba como podía. Cada nuevo barrido sin resultado reforzaba la sensación de que el monte se la había “tragado”.
Mientras los focos mediáticos se apagaban poco a poco, su desaparición no salió del día a día de la familia. Cualquier rumor, cualquier comentario de bar, cualquier “me pareció verla” se comprobaba con una mezcla de esperanza y miedo. La ficha de María Chico Prieto siguió activa como desaparecida durante más de seis meses, recordando que, en Santiago, había una mujer mayor a la que la enfermedad y el paisaje habían vuelto invisible.
El 20 de febrero de 2022, todo cambió. Un grupo de cazadores que recorría una zona de monte en la misma parroquia de A Enfesta encontró un cadáver en torno a la una y media de la tarde. Estaba en un área forestal de difícil acceso, en la misma zona donde meses antes se había buscado a María. Avisaron inmediatamente al 112, y hasta el lugar acudieron Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local y servicios sanitarios.
Las primeras informaciones ya apuntaban a lo que todos temían: podía tratarse de la mujer de 77 años desaparecida en agosto. El cuerpo fue levantado y trasladado al Instituto de Medicina Legal para su identificación. Días después, los medios gallegos lo confirmaban: los restos correspondían a María Chico Prieto. La habían encontrado a unos cuatro kilómetros de su casa, en una zona de monte donde la orografía y la vegetación podían ocultar a una persona durante meses.
Sobre las circunstancias de la muerte, las fuentes oficiales hablaron de la necesidad de esperar a los resultados forenses, pero todo apuntaba a una salida desorientada, una caída o un episodio accidental, sin indicios de criminalidad. La combinación de Alzheimer, calor, terreno irregular y soledad pudo ser letal. Para la familia, la noticia fue un golpe doble: por un lado, se confirmaba lo que en el fondo temían; por otro, al fin sabían dónde estaba María, y podían despedirse de ella con nombre y lugar, no solo con interrogantes.
En A Enfesta, el hallazgo cerró una etapa de incertidumbre, pero abrió otra de duelo. La parroquia que la había buscado con linternas y perros ahora la recordaba con misas, velas y abrazos silenciosos. La montaña, el mismo escenario que la ocultó durante meses, se convirtió en un lugar de memoria: un recordatorio silencioso de lo frágiles que son las rutas cotidianas para quienes viven con deterioro cognitivo.
El caso de María Chico Prieto se suma a otros de personas mayores con Alzheimer o demencia que desaparecen en trayectos cortos, a pocos minutos de casa. Las estadísticas recuerdan que, en estos casos, cada hora cuenta; la desorientación, el cansancio y el miedo pueden empujar a seguir caminando en dirección contraria, alejándose más y más del punto seguro. Su historia ha sido utilizada por asociaciones y servicios de emergencia para insistir en la importancia de pulseras, localizadores y redes comunitarias activas para proteger a personas vulnerables.
Hoy, cuando se habla de desapariciones en la comarca de Santiago, el nombre de María Chico Prieto ya no aparece como “persona en paradero desconocido”, sino como la mujer mayor de Enfesta a la que el monte guardó durante medio año. Su familia, al menos, puede llevar flores a un lugar concreto, aunque ninguna tumba compense la angustia vivida desde aquel agosto de 2021.
Porque María no fue “la anciana con Alzheimer que se perdió”: fue una vecina, una madre, una mujer con historia propia a la que la memoria se le iba apagando mientras el entorno no supo protegerla lo suficiente. Y su caso deja una advertencia que duele: a veces, el trayecto más corto —apenas unos minutos a pie— puede convertirse en un laberinto sin retorno para quienes caminan rodeados de sombras por dentro y por fuera.
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