Desde el primer día, a la familia de Mario no le cuadró la escena: altura, punto de anclaje, distribución de objetos y marcas que, decían, no encajaban con una muerte voluntaria. España cerró; Italia abrió. Los padres impulsaron peritajes y exhumaciones que alimentaron una tesis alternativa: la posibilidad de una muerte violenta y una posterior escenificación.
En los expedientes italianos se consignaron golpes en la cabeza, surcos cervicales difíciles de conciliar con un autoahorcamiento y la sospecha de que alguien manipuló el entorno tras el deceso. Aquellas conclusiones chocaron con el archivo español, que nunca apreció indicios sólidos de delito en Madrid.
Con los años, el caso saltó de sumario en sumario, de informe forense a informe forense, con capítulos mediáticos y silencios procesales. Italia mantuvo viva la duda razonable; España, el cierre por suicidio. Dos países, dos miradas sobre un mismo salón.
En 2022 y 2023, fiscalías y jueces italianos volvieron a revisar el material, apuntando —según la familia— a la intervención de “tercera persona”. Aunque no hubo imputaciones firmes, esos pronunciamientos reforzaron la batalla de los Biondo para reabrir el procedimiento en España.
El giro más reciente llegó en 2025: la Audiencia Provincial de Madrid admitió por escrito que la muerte “pudo no haber sido un suicidio” y censuró diligencias fallidas de la investigación inicial, si bien rechazó reabrir por cosa juzgada. La familia anunció recurso al Tribunal Constitucional.
En paralelo, los abogados de los Biondo presentaron en España los últimos pronunciamientos italianos, insistiendo en que hay base suficiente para revisar pruebas, teléfonos y cronologías. Si la vía interna falla, advirtieron, acudirán al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Doce años largos después, el expediente es una grieta: para España, un suicidio archivado; para Italia, un relato con lagunas donde asoma un posible homicidio y una puesta en escena. La misma estantería, dos conclusiones incompatibles y un océano de dudas entre ambas.
Mientras tanto, la dimensión pública nunca dejó de pesar: docuseries, tertulias, filtraciones y titulares donde conviven el duelo de una familia y el derecho a la intimidad de quienes orbitaban a Mario. Entre el ruido, permanece lo esencial: cómo, cuándo y por qué murió.
“Dijeron que fue un nudo; nosotros vimos un silencio atado”, repiten en Italia. El caso Biondo ya no es solo un sumario: es la pregunta sostenida de si un archivo precipitado puede cerrar para siempre una verdad que, quizá, aún respira entre los folios.
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